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la crisis del coronavirus
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo la inversión privada puede contribuir al progreso de los ODS

Es evidente que ante los efectos de la pandemia se necesita una mayor inversión pública, pero hay ejemplos concretos en educación y sanidad en el que también lo privado puede ayudar

Brendan Church (Unsplash)

La pandemia causada por la covid-19 obligó a colegios y universidades a permanecer cerrados durante meses, afectando de manera directa a los 500 millones de estudiantes que siguen sin contar con una educación a distancia a su alcance. Naciones Unidas (ONU) ha advertido de que esta carencia puede revertir años de progreso conseguidos en el acceso a una educación inclusiva y de calidad. Un progreso respaldado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que recientemente cumplieron su quinto aniversario. 

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El estancamiento mundial en el ámbito educativo es solo un ejemplo del modo en que la crisis de la covid-19 ha puesto de relieve los innumerables problemas sociales y económicos que todavía deben abordarse, muchos de los cuales se han visto, además, exacerbados por el virus. Aunque la pandemia ha lastrado el progreso de los ODS, antes de su estallido los avances en estos 17 Objetivos de Desarrollo seguían siendo desiguales y no se había alcanzado el ritmo necesario para cumplirlos en el plazo marcado de 2030.

Se estima que 71 millones de personas volverán a caer en la pobreza extrema este año, lo que supone el primer aumento de la pobreza mundial desde 1991, tal como advierte la ONU. El desempleo provocado por la crisis implica que los medios de subsistencia de alrededor de 1.600 millones de trabajadores vulnerables en la economía informal podrían verse considerablemente afectados. Además, mujeres y niños se llevan la peor parte en la crisis de la covid-19: la interrupción de la vacunación y los servicios sanitarios provocará decenas de miles de muertes adicionales en 2020 asociadas a la maternidad.

En medio de la mayor crisis económica y sanitaria de nuestras vidas, el cumplimiento de los ODS se ha convertido en un reto, si cabe, mayor. Ahora debemos aprovechar la oportunidad para acelerar el avance hacia su consecución, así como el de sus objetivos subyacentes. Pero, ¿quién recoge el testigo? 

Los Gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado tienen un fundamental papel que desempeñar para afrontar estos desafíos mundiales. Sin embargo, algunos ámbitos de los ODS de la ONU se prestan más a la inversión privada que otros.

Tomemos por ejemplo el ODS 4, que aspira a garantizar una educación de calidad para todos. El año pasado, el 22 % de los jóvenes a escala mundial carecía de empleo y no participaba en actividades educativas o de capacitación. Este año, el 90% de los estudiantes en todo el mundo no ha podido acudir a los centros escolares a causa de los cierres asociados al coronavirus. Por lo general, la prestación de servicios educativos recae en el sector público, pero en muchas partes del mundo el sector privado puede ayudar a colmar las lagunas existentes. Es en este ámbito donde pueden intervenir la inversión de impacto, orientada a producir un cambio positivo, cuantificable y sustancial para la sociedad o el medio ambiente, con el potencial de generar también una rentabilidad.

Un ejemplo de ello, integrado en el Fondo M&G Investments’ Positive Impact, es Cogna Educação, una organización que presta servicios educativos en Brasil. Con prácticamente 700 escuelas asociadas y 1.310 centros de enseñanza a distancia, Cogna se ha convertido en una opción privada más asequible para colmar la brecha educativa del sector público. Esta brinda ayudas financieras a los estudiantes que reúnen los requisitos necesarios y presta servicios de educación a distancia, lo que democratiza el acceso a la educación superior de los estudiantes que viven en zonas rurales.

Los Gobiernos, las ONGs y el sector privado tienen un fundamental papel que desempeñar para afrontar estos desafíos mundiales. Sin embargo, algunos ámbitos de los ODS se prestan más a la inversión privada 

Otro ámbito que merece especial atención es aquel orientado a garantizar una producción y consumo responsables (representado en el ODS 12). A escala mundial, se generan aproximadamente dos mil millones de toneladas de residuos cada año. Adoptar una economía más circular podría contribuir a lograr el abandono de un modelo económico lineal basado en "tomar, hacer y descartar". La empresa logística multinacional Brambles es solo un ejemplo de cómo las empresas pueden respaldar este tipo de economía circular. Su plataforma logística ofrece una solución integral para la cadena de suministro centrada en la reutilización y el reciclaje de los palés de transporte, la reducción de las emisiones de CO₂ y la limitación del uso de recursos naturales. 

Por último, y de manera más evidente, la propagación de la covid-19 ha puesto de relieve una infraestructura sanitaria mundial tambaleante (ODS 3). Es evidente que, ante todo, se necesita una mayor inversión pública, pero hay ciertos ámbitos en los que la inversión privada pueden ayudar, como por ejemplo en el desarrollo de vacunas y pruebas diagnósticas.

Los ODS representan una red de cuestiones marcadamente interconectadas, que dependen unas de otras tanto en los mercados emergentes como en los desarrollados. Para abordarlos de manera eficaz, necesitamos adoptar un enfoque orientado a los sistemas (y este es precisamente la intención que motivó su diseño). La colaboración entre gobiernos, inversores, empresas y organizaciones benéficas será crucial para afrontar futuras crisis y garantizar una economía y un medio ambiente sostenibles para las generaciones futuras.

La inversión de impacto, en definitiva, puede ayudar a gobiernos y empresas a recuperarse tras la pandemia. Esta se centra específicamente en las metas individuales subyacentes dentro de cada objetivo, asegurándose de que cada inversión se halle en consonancia con los principios rectores de los ODS. Este enfoque del impacto, en último término, podría convertirse en el modo de inversión general a medida que avance la década y nos aproximemos a 2030.

Ben  Constable-Maxwell es responsable de inversión sostenible y de impacto en M&G.

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