Cómo vigilar las puertas de la escuela virtual
La implementación de urgencia de la educación por Internet obliga a profesores, alumnos y Administración a ser precavidos y buscar soluciones definitivas
La pandemia que el mundo vive hoy está teniendo dos consecuencias contrapuestas para la economía y la sociedad globales. Por un lado, el confinamiento de la ciudadanía —en mayor o menor medida— ha causado un frenazo en la producción y, sobre todo, el consumo. Por el otro, la crisis ha dado un acelerón brusco a tendencias ya existentes: entre ellas, la educación a través de Internet. Solo en España, desde el mes de marzo los alrededor de 10 millones de estudiantes (desde primaria hasta los últimos ciclos universitarios) no pueden acceder a clases presenciales y han tenido que, en la medida de lo posible (que no es siempre), proseguir su formación a través de la Red. "Hemos saltado a la piscina de un empujón", considera Ofelia Tejerina, profesora de la Universidad Pontificia de Comillas y presidenta de la Asociación de Internautas. "Personalmente, y quizás esté siendo optimista aquí, creo que no nos hemos ahogado". "El confinamiento actual simplemente ha adelantado algo que de una u otra forma iba a suceder", indica Juan Luis Rubio Sánchez, vicerrector de Universidad y Empresa de UDIMA. "Y sobre todo ha servido para mostrar las fortalezas y debilidades del actual sistema docente desde la perspectiva de la digitalización segura".
Ayuda el hecho de que, como explica Rubio Sánchez, "los servicios telemáticos para el acceso a recursos docentes y las notas están muy extendidos en los colegios e institutos, independientemente de que la formación haya sido hasta la fecha totalmente presencial. Por ese motivo los datos ya estaban protegidos antes de la pandemia". No es que no se hayan encontrado fallos. "La distribución asimétrica de la carga diaria en las infraestructuras de comunicaciones, la sensibilidad a picos de carga de algunas plataformas de aprendizaje virtual o la necesidad de incrementar medidas de seguridad en algunas herramientas de videoconferencia", enumera.
Otros virus peligrosos
El riesgo del virus en la vida real ha redoblado el riesgo de otros virus peligrosos. La presencia durante horas al día de estudiantes y profesores frente al ordenador ha abierto una oportunidad para el fraude y los ciberdelitos que los criminales se han apresurado en aprovechar. "Durante las últimas semanas hemos visto 18 millones de intentos diarios de implementar software malicioso y obtención fraudulenta de datos (phishing), así como 240 millones de mensajes de correo no deseado (spam) relacionados con el coronavirus", comentan desde Google. "Hemos detectado servicios que ofrecen poder cambiar notas", apunta Dani Creus, analista sénior de seguridad de Kaspersky. "Los criminales se están haciendo muy listos".
La urgencia ha llevado a muchas instituciones a recurrir a herramientas gratuitas, muchas de ellas propiedad de empresas de fuera de España, lo que despierta dudas acerca de la integridad de los datos que les transfieren tanto estudiantes como profesores, aun estando bajo el paraguas del Reglamento General de Protección de Datos. "Las herramientas gratuitas no deberían de ser la regla", opina Tejerina. "Aunque cumplan con la normativa, otra cosa es que garanticen que el uso de los datos sea adecuado", explica Jesús González Boticario, vicerrector de Digitalización de la UNED. "Nosotros no las hemos querido usar".
No siempre los enemigos están del lado de fuera. La obligación de estar conectados refuerza la posibilidad de agresiones entre los propios estudiantes, a veces amparados por el anonimato de las redes. "Hemos sido pioneros en poner en marcha un programa de cibervigilancia por parte de los propios alumnos, que ha sido replicado en otras comunidades", explican desde la Consejería de Educación de Aragón. "Alumnos de 4º de ESO y de 1º de bachillerato son formados para prevenir el bullying por Internet y comportamientos inadecuados en redes por parte de sus propios compañeros, y son ellos mismos los encargados de su resolución".
Desde las Administraciones se hacen esfuerzos denodados para mantener todos los sistemas protegidos. "Estamos velando de forma continua", apuntan desde la Consejería de Educación de Murcia. "Así, se está recopilando información de uso de aplicaciones y servicios, de intentos fraudulentos de acceso, e intentando sensibilizar a profesores y alumnos de guardar sus contraseñas de acceso de forma segura".
Responsabilidad personal
Pero no se pueden combatir los riesgos sin la responsabilidad de los propios usuarios, tanto estudiantes como profesores. "El confinamiento ha puesto en evidencia lo necesarias que son las competencias digitales y conocer muy bien el medio de Internet para evitar ser víctimas de ataques y fraudes", señala Ana Santos, responsable de Servicios para Ciudadanos y Menores del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE). "Es necesario concienciar y formar a profesores y estudiantes sobre de qué va esto porque mucha gente presenta carencias", considera González Boticario.
¿Qué hay que hacer? "Lo primero es tomarse el tiempo que nos lleve revisar la seguridad de nuestros dispositivos como una inversión", considera Creus. "Si vamos a usar herramientas online, la cámara debería estar apagada u oculta siempre; las claves, tanto del wifi como de las aplicaciones que vamos a usar, tienen que ser lo más robustas posible y hay que evitar compartirlas", enumera Tejerina. "Hay que estar pendiente de las actualizaciones de todas las herramientas de docencia".
Y aunque sea una piedra más en una carga ya de por sí pesada, la responsabilidad de insuflar esos comportamientos en los más pequeños corresponde a la familia. "La labor familiar es muy importante, pues los niños tienden a copiar todos los comportamientos, incluso los que tienen los padres en las redes", afirma Rubio Sánchez. "Es importante ayudar a las familias a perder el miedo a la cibersecurización del comportamiento digital y a establecer los mecanismos de seguridad adecuados".
Eso implica que también los padres deben adquirir una formación adecuada. "Muchas veces el desconocimiento lleva a pensar en una dificultad irreal y ello lleva a la no atención de los comportamientos del menor en la Red", prosigue Rubio Sánchez. "Si se incidiera en este aspecto, muchos menores dispondrían de una capa de seguridad adicional que hoy, en demasiadas ocasiones, no se está otorgando".
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