Lo que esconden las fotos de riadas de personas durante el desconfinamiento
EL PAÍS analiza una de las imágenes de la salida de los niños el 26 de abril que se convirtió tanto en la prueba que mostraba las aglomeraciones como en la que las refutaba
Las cámaras fotográficas retrataron con detalle la jornada del pasado 27 de abril, la primera en la que los niños pudieron regresar a las calles de España tras 42 días confinados en sus hogares para frenar la pandemia de coronavirus. Más allá de captar la felicidad de los menores, profesionales de acreditada solvencia y aficionados desde el balcón intentaron comprobar si quienes acababan de recuperar parte de su libertad de movimiento estaban cumpliendo o no las condiciones que exigía el Ministerio de Sanidad. Una misma imagen de Associated Press (AP) —aunque hubo otras similares de otros fotógrafos y agencias— se convirtió en las redes sociales tanto en la prueba que mostraba las aglomeraciones como en el testimonio de que tales aglomeraciones no se habían producido.
La fotografía de la discordia, tomada por Emilio Morenatti, exhibía a varias familias sentadas junto a la playa de Barcelona, demostración para muchos de que no se respetó la distancia social. Sin embargo, otros tantos aseguraron que la fotografía “mentía” y que el autor había tergiversado la realidad con la manipulación de la perspectiva y el uso del teleobjetivo para que pareciera que los ciudadanos estaban aglomerados cuando realmente estaban guardando las distancias adecuadas. ¿Quién tenía razón?
“Habría que contar el número de personas y medir la distancia que hay entre la primera y la última”, explica Sergio Rodríguez, doctor en Historia del Arte especializado en cultura visual y periodismo e investigador de la Universidad Iberoamericana. Según su análisis de la fotografía, teniendo en cuenta que los bancos tienen una longitud aproximada de dos metros y están separados por una distancia de medio metro, entre los puntos 2 y 3 de la siguiente imagen existe una separación de 24 metros; entre los puntos 3 y 4; de 32 metros, y entre los puntos 4 y 5, de 185 metros, de acuerdo con una medición hecha a través de Google Maps. El área señalada con un “1” es desde donde, según los cálculos del experto, el fotógrafo tomó la imagen. Desde ese punto al número 5 hay alrededor de 340 metros.
Aunque las cifras pudieran confirmar que en ese espacio caben todas las personas que aparecen en la fotografía separadas por una distancia de entre 1,5 y 2 metros, es imposible determinar, con la mera observación de la captura, si todos ellos respetaban esa distancia. “Usé un teleobjetivo de 70-200 milímetros y la fotografía tiene esa perspectiva porque era la única manera de sacarlo todo”, explica Morenatti durante una conversación telefónica con este diario. El fotógrafo, con más de 30 años de experiencia, denuncia que la polémica ha traspasado las redes sociales, donde le llegaron a llamar “embustero” y “rata manipuladora”, y ha llegado a la calle. “Hubo gente, días más tarde, que se atrevió a pararme mientras trabajaba por usar un teleobjetivo”, lamenta. Pero según su testimonio, en el momento en el que tomó la foto de la playa sí había aglomeraciones. “A veces las verdades incomodan”, considera Morenatti.
Lo que sí se puede afirmar es que la fotografía “no miente”. “Si la pregunta es si la foto miente, ya está mal enunciada: las fotografías no pueden mentir porque es una falacia que digan la verdad”, asevera Sergio Rodríguez, premio Nacional de Ensayo sobre Fotografía en México y autor del libro Ojos herejes (Debate, 2019). Según el experto, no se trata de que “la foto, que es una imagen captada por una máquina, diga la verdad o mienta sino de si tu ojo sabe reconocer cuál es la gramática interna de la fotografía” para descifrar la distancia entre los objetos. Por ejemplo, cuando “alguien se hace un selfi en plano picado y la frente ocupa el 60% de la pantalla, nadie interpreta que estamos viendo una cara deformada, precisamente porque hemos aprendido a leer un selfi”, añade.
“Con un poco de observación, es muy sencillo identificar claramente en la foto de AP elementos de compresión y profundidad de campo propios de un teleobjetivo, que es una herramienta de trabajo de cualquier fotoperiodista”, analiza el profesor de diseño fotográfico. “La diferencia está en que la perspectiva del ojo humano y la forma en que percibimos las distancias se asemeja más a la de un objetivo de entre 35 y 40 milímetros”, apunta. Por tanto, cualquier fotografía tomada con mayor o menor distancia focal variará las proporciones de la realidad tal y como las percibe un ojo. “¿Cuál es más verdadera?”, se pregunta Rodríguez. La respuesta es compleja: “Las dos y ninguna, pues para saber la medida exacta entre dos objetos no nos sirve ni el ojo ni la cámara, necesitaríamos un flexómetro. La imagen es siempre una representación del mundo”.
La utilización del teleobjetivo no es, en ningún caso, una herramienta para falsear la realidad. Para el fotógrafo documentalista Hans-Maximo Musielik, “las razones para el uso de un teleobjetivo pueden ser técnicas, como la imposibilidad de acercarse al sujeto de interés, informativas o simplemente estéticas”. Pero tiene una consecuencia: “Cuanto mayor es la distancia focal, mayor es el factor de compresión y, por ende, más se confunden las distancias entre los sujetos en las fotografías”. “Si aumentamos la distancia focal, o lo que llamamos hacer zoom, los elementos de la imagen aumentan de tamaño sin necesidad de movernos, pero se reduce la distancia aparente entre ellos y disminuye la profundidad de campo, es decir, la nitidez alrededor de la zona enfocada”, apunta Sergio Rodríguez.
Esa confusión de distancias causó otra polémica en torno a imágenes tomadas con teleobjetivos durante una manifestación antindependentista celebrada en Barcelona el 12 de octubre de 2018, en que las redes sociales acusaron a varios fotógrafos de tergiversar la realidad para que pareciera que había más gente de la que realmente asistió, porque se veían “muchas banderas de España”. “Me llegaron a acusar de haber clonado los semáforos”, recuerda Morenatti. Pero, a veces, reitera, “la verdad molesta”.
Para aquellos incrédulos, aquí podéis ver la foto enviada a la @AP en alta resolución. pic.twitter.com/fI2UFEmStS
— Emilio Morenatti (@EmilioMorenatti) October 12, 2018
Fotografía y verdad
La relación entre fotografía y verdad se retrotrae al nacimiento de la cámara fotográfica. Pese a que “la fotografía aparece como una tecnología al servicio de la verdad”, “toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera”, reflexiona el fotógrafo español Joan Fontcuberta, galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en 1998, en su libro El beso de judas: fotografía y verdad (Editorial Gustavo Gili, S. A., 1997). Aunque lo importante, continúa, “no es esa mentira inevitable” sino “cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve”.
La intención con la que es utilizada o contextualizada una fotografía sí puede tergiversar la percepción de la realidad. Fontcuberta relata una anécdota en la que el dictador Francisco Franco muestra a un periodista de Abc, durante una entrevista el 18 de julio de 1937, un año después del golpe de Estado, unas fotografías de la devastación de Guernica tras el bombardeo del 26 de abril de aquel mismo año. El periodista las describe como “las ruinas de una ciudad totalmente destruida por la metralla y la dinamita: casas hundidas, avenidas enteras destrozadas, montones informes de hierros, piedras y maderas”. Pero acto seguido, Franco admite que no son de la localidad vasca, sino de un lugar a “miles de kilómetros de España”. ¿Miente la fotografía? No, miente el uso que se le da.
Abunda en este mismo argumento Sergio Rodríguez. “¿Alguien se plantea que las imágenes que hemos visto del SARS-CoV-2 a través de un microscopio sean una mentira aunque el ojo no sea capaz de ver un virus?”, reflexiona. Sin embargo, la fotografía “científica tiene ese halo objetivante”. También el fotoperiodismo, continúa, que “a diferencia de la fotografía artística, se basa en la idea de que hay que utilizar la máquina para lograr entender la realidad”. Y la fotografía, según Rodríguez, “sí permite entender la realidad de formas en las que el ojo humano no percibe”, bien por sus propias limitaciones o porque no se encuentra en el lugar en el que ha ocurrido un determinado acontecimiento.
Si una foto periodística usa un teleobjetivo, ¿muestra o no la realidad? Rodríguez responde con el ejemplo de una de las imágenes más famosas entre Mijail Gorbachov y Fidel Castro, tomada en abril de 1989 cuando el exdirigente soviético visitó a su homólogo cubano en La Habana. La tomó Ismael Fernández, a quien el investigador dedica uno de los capítulos de Ojos herejes. “Fernández había pasado dos horas sin moverse en una sala cuando apareció sin avisar Gorbachov y se acercó a Castro para darle dos besos rusos. El fotógrafo tomó una foto, pero cuando Gorbachov inició el movimiento semicircular para el segundo beso, Fernández logró la foto histórica, en la que parece que los dos mandatarios están bailando un tango”. Observen el fondo difuminado: la tomó con un teleobjetivo.
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