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Columna
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Un país sin Congreso

Las propuestas de algunos miembros del partido de Gobierno en Colombia buscan ambientar el debate para una posible reforma profunda al equilibrio de poderes

Ariel Ávila
Un trabajador desinfecta la fachada del Congreso de Colombia el 27 de abril.
Un trabajador desinfecta la fachada del Congreso de Colombia el 27 de abril.JUAN BARRETO (AFP)

En Colombia, pareciera que el Congreso no existe. Apenas entró en funciones hace pocos días de forma virtual y ahora se debate entre largas sesiones de discusión sin fin y la imposibilidad de tener impacto en la agenda nacional. Se podría decir que están pasando cuatro situaciones diferentes. Por un lado, un bloque de congresistas muy grande está con susto por la covid-19 o están muy cómodos desde sus casas. No presionan mucho para que las sesiones y votaciones regresen. Obviamente, cada cual tiene sus miedos, muchos tienen problemas de salud y una buena parte tiene más de 55 años.

En segundo lugar, hay un desespero, principalmente en la Cámara de Representantes, porque los congresistas que presentaron proyectos de ley verán naufragar todas sus iniciativas en el mes de junio. Por tanto, este bloque presiona para el regreso y para que la agenda legislativa no naufrague. En tercer lugar, los más felices con esta situación virtual son los miembros del partido de Gobierno, el Centro Democrático, y el propio Gobierno al que, literalmente, no se le hace control político. Las sesiones virtuales son largas, apenas se les permite hablar a los congresistas por tres o cinco minutos. En ese tiempo es imposible hacer control. Por último, el Gobierno quiere presionar la votación virtual de la agenda legislativa, con eso garantizaría la aprobación de sus proyectos neurálgicos, sin tener ningún tipo de control político.

Esta situación de parálisis en el Congreso chocó con dos realidades. Por un lado, el partido de Gobierno lanzó tres propuestas durante los últimos días. Una de ellas, reducir el Congreso con la disculpa de ahorrar recursos. En la vida real esto castigaría duramente a muchos territorios colombianos que tienen poca representación política. En el país, siete departamentos tienen el 52% de la representación política y el 70% del PIB, mientras que 11 departamentos tienen el 9% de la representación política y el 4% del PIB. Eso hace que Colombia sea un Apartheid geográfico. Una reducción del Congreso no haría más que profundizar esto. Pero, sobre todo, una reducción del Congreso provocaría que sea más manipulable por Ejecutivo.

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La otra propuesta que lanzó uno de los congresistas del partido de Gobierno es la “intervención” al Congreso de la República. Para él, el control político torpedea el desarrollo del país. Pero la cereza del ponqué llegó de la mano de otro congresista del Centro Democrático, quien en una especie de avanzada manifestó que los recursos de la implementación del acuerdo de paz deberían utilizarse en la emergencia de la covid-19. El tema es que gran parte del proceso está desfinanciado. Además, gran parte de la implementación del proceso de paz esta destinada a los más desfavorecidos. Por ejemplo, incluye un gran plan de salud rural, el cual no se ha implementado y que de haberse implementado habría reducido la vulnerabilidad de los lugares más pobres de Colombia ante la llegada de la pandemia.

La otra realidad con la que chocó la situación de ausencia del Congreso es la mala imagen del legislativo en el país y, sobre todo, lo mucho que ha calado este discurso de reducción e intervención en sectores importantes de la población. En tiempos de crisis y de falta de recursos económicos este tipo de discursos pegan fuerte. Reduciendo el Congreso se ahorraría muy poca plata, pero suena bien para la mayoría.

Así las cosas, todo parece indicar que las propuestas lanzadas por los miembros del partido de Gobierno buscan ambientar el debate político para una posible reforma profunda al equilibrio de poderes. Un sueño que, por demás, siempre han tenido. Pero la otra conclusión es que, efectivamente, hay un Congreso ausente, el debate se centra entre el presidente y los alcaldes y gobernadores. No parece aún claro el desenlace de la historia, cada congresista anda por su lado intentando hacerse notar y pareciera que los partidos políticos poco influyen.

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