_
_
_
_
Parada de postas
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No seremos mejores después de esto

O no en automático ni por inspiración divina

Gabriela Warkentin de la Mora
Personal sanitario en el exterior del Hospital General de Ciudad de México.
Personal sanitario en el exterior del Hospital General de Ciudad de México. ALFREDO ESTRELLA (AFP)

Para ser mejores se necesita, primero, reconocer que somos unos gilipollas. Cosa que no hemos hecho o por lo menos no como auténtico acto de contrición. Digo, en una de esas nos ha entrado el no deberíamos de consumir tanto o un miren cómo tratamos a flora y fauna o un brevísimo lamento porque hemos atizado polarizaciones. Reflexiones así, más bien efímeras. Pero un mea culpa frente a dioses, mundo y Partenón… pues tampoco. Luego, para eso de ser mejores se necesita energía que permita corregir, reinventarse. Y yo nos noto a todos, desde el confinamiento, más bien con ganas de que se abran las puertas para salir corriendo y tomar el coche y regresar al restaurante añorado y volver a tomar el coche y no ver a la familia un buen rato porque ya la vimos mucho y volver a tomar el coche y si no lo tenemos pues cosa de comprarlo para tomar el coche y salir a la fiesta y a las tiendas y a donde sea que nos lleve el coche que tomaremos. Todo así muy rápido y sin pensarle demasiado. Como cuando de pequeños, en vacaciones, pasaba el toque de queda maternal tras la comida y, hecha la digestión, te dejaban y corrías y brincabas a la alberca y te zambullías sin saber siquiera si querías meterte al agua en ese momento.Para ser mejores se necesita, en resumen, reconocer que hoy somos peores. Y eso no te lo da virus alguno. La tarea del bicho es ponerte contra las cuerdas. Pero ponerte frente al espejo, ponernos frente al espejo, nos toca a nosotros. Y eso es tan doloroso, que tal vez mejor compramos otro coche para huir de nuestra propia conciencia.

No obstante.

[Porque siempre hay un no obstante.]

No obstante, sí creo que estamos frente a una oportunidad de reinvención. Será que el encierro me vuelve sensible. Pero preveo, y si me equivoco no me reclamen mucho, que saldremos de esta etapa de la pandemia huérfanos de liderazgos políticos, pero más o menos conscientes del reconocimiento de nuestra propia resiliencia y, si me apuran, atentos a la importancia de la ciencia y del conocimiento. Y urgidos de una nueva narrativa. Eso sí.

Salvo algunos casos que destacan, en general el mundo está viviendo un vacío de liderazgos que entiendan las actuales capas de exigencia en un entorno cambiante y de significados mutantes. En México, por ejemplo, llegó el coronavirus cuando el país no solo estaba asolado por la violencia de décadas y por una incertidumbre económica a raíz de decisiones y omisiones acumuladas, sino que la delirante respuesta oficial ante las movilizaciones feministas, por ejemplo, o la incapacidad del Ejecutivo para atender voces de actores sociales inquietos, entre muchas otras cosas, habían acorralado el margen de acción hacia lasperiferias simbólicas. De esos liderazgos políticos, anclados en el siglo XX, a pesar del barniz de modernidad que da la estridencia mediática y digital de los tiempos que corren, no podemos esperar demasiado. Creo, no obstante -porque siempre hay un no obstante- que es tiempo de hacernos preguntas.

¿Qué sociedad queremos ser? ¿A quiénes nos urge abrazar y besar para seguir vivos? ¿Qué responsabilidades queremos asumir? ¿Qué queremos mandar al carajo? ¿Cómo negociaremos de manera crítica con la tecnología para que nos sirva y no se sirva? ¿Qué liderazgos queremos encumbrar? ¿Qué volveremos a comer y cómo trataremos de vivir y a qué privilegios querríamos renunciar? ¿Cuándo estaremos éticamente dispuestos a reconocer la existencia de los otros, los diferentes, los que nos descolocan? ¿Qué queremos ser?

¿Qué colectivo queremos ser?

No, no seremos mejores después de esto solo porque el corona-bicho nos obligó a refugiarnos en nuestras fantasías y en alguna que otra miseria. Pero lo seremos en la medida en que tomemos el destino del colectivo global en nuestras manos.

Me atrevo a pensar que son tiempos de un nuevo humanismo.

Y si no, pues que todo esto haya servido, aunque sea, para aprender que si usas Zoom, te pueden hackear en código porno.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_