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Columna
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Luz de gas

Estaba escribiendo con la estufa a mi lado, a modo de musa calefactora, cuando llegó la factura

Vicente Molina Foix
Una pensionista revisa su factura de la luz.
Una pensionista revisa su factura de la luz. VÍCTOR SAINZ

Estaba escribiendo con la estufa a mi lado, a modo de musa calefactora, cuando llegó la factura. Caían copos de nieve en primavera, y mi cabeza se dio momentáneamente al disparate. La factura era de luz y gas, y no de luz de gas, como había creído leer, pensando en un famoso drama inglés de miedo que Cukor llevó al cine con Ingrid Bergman. Recapacité. Las compañías eléctricas y gasísticas, Endesa, Iberdrola, Repsol, Naturgy, por citar las mayores, desean evitarnos los malos tragos; la palabra eléctrica, en contra de lo aparente, no es un derivado de la vengativa Electra de los griegos. Y en la tragedia actual del coronavirus nos alivian, pues así podemos leer novelas cuando cae la noche, ver las noticias y usar el gas ciudad a discreción. Pero hice cálculos. Del monto de luz y gas consumidos que 46 millones de españoles van a pagar mientras dure el encierro en casa, una parte muy substancial le corresponde en justicia a otros: empresarios y trabajadores del cine de las pantallas oscurecidas, de teatros de candilejas apagadas y focos que no alumbran al actor, expositores de novedades invisibles en las librerías cerradas, guitarras sin corriente ni altavoz, orquestas con atriles sin luz, los fogones extintos de la hostelería, y las 100.000 bombillas que llevan semanas sin iluminar las aulas. Sitios que también hacen funcionar el país y proporcionan, además de salarios, un bien placentero. Mi compañía energética, que es una de las grandes y de la que no tengo queja, ha tenido un gesto sensible: demorar los pagos. Insuficiente. Atrevida pero no disparatada creo la modesta proposición de que un tercio del dinero abonado por todos los usuarios a partir de la próxima factura sea descontado durante el tiempo que se estime prudencial y destinado a un fondo de estímulo y ayuda a quienes no pudieron encender sus luces para enseñar, hacer reír o soñar, alimentar, estar juntos.

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