_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pornografía y prostitución en cuarentena

¿Es acaso el porno un mero acto de consumo para pasar el rato mientras estamos en cuarentena?

Página de entrada al servicio premium de PornHub.
Página de entrada al servicio premium de PornHub.
A Coruña -

Estos días, en el contexto de la cuarentena y de la difícil crisis sanitaria que estamos atravesando, la famosa plataforma PornHub en un gesto de solidaridad regala durante un mes pornografía de pago gratis en España y en Italia. Y no cualquier pornografía, la Premium, la más violenta, la más brutal. ¿Qué significado tiene regalar pornografía? ¿Es acaso la pornografía un mero acto de consumo para pasar el rato mientras estamos en cuarentena?

A pesar de que sectores de la opinión pública creen que el porno es un fenómeno de representación textual, vinculado a la libertad de expresión y a la libertad artística, hay que señalar que en el porno no hay simulación. Las mujeres son penetradas una y otra vez por todos los orificios. El dolor, el daño y la humillación de las adolescentes y mujeres que vemos en las representaciones pornográficas es real, no es simulado. La creación de nuevos imaginarios pornográficos, que incluye la normalización del incesto o la violación en manada, son una exaltación de la violencia contra las mujeres.

El dolor, el daño y la humillación de las adolescentes y mujeres que vemos en las representaciones pornográficas es real

En la pornografía lo femenino es definido como lo irrelevante. Las mujeres en la prostitución y en la pornografía son deshumanizadas como la condición de posibilidad para agredirlas. El subtexto de esa violencia es un discurso de odio contra las mujeres que nuestros adolescentes reciben cada vez que ven pornografía. ¿Queremos que nuestros hijos e hijas normalicen esos videos que representan hechos reales que tienen lugar en la sala de grabación? ¿Ese discurso de odio y esa exaltación de la violencia puede publicitarse como entretenimiento? Numerosos estudios recientes han mostrado el vínculo entre pornografía y violencia contra las mujeres. ¿Podemos seguir sosteniendo que no tiene consecuencias para las mujeres el que nuestros adolescentes vean horas y horas de pornografía? Si negamos su influencia, también tendríamos que negar la de la publicidad.

De otro lado, algunas asociaciones que dicen representar a las mujeres prostituidas han pedido dinero para las mujeres que están en prostitución. Y de paso han reclamado la regulación de la prostitución como un trabajo. El argumento es que si estuviesen contratadas tendrían derecho a reclamar las ayudas públicas a las que tienen acceso otros trabajadores.

Al mismo tiempo, explican con una retórica violenta hacia el abolicionismo de la prostitución que las mujeres prostituidas de los burdeles están en una situación crítica. Y eso no tiene duda porque a pesar de que estén en el burdel, piso o calle durante muchas horas, la mayor parte del dinero que obtienen va a parar al chulo o proxeneta. Y lo poco que obtienen, lo utilizan para mantener a sus hijos e hijas, muchas veces en sus países de origen. Estas asociaciones, sin embargo, aprovechan la coyuntura para reclamar la consideración legal de la prostitución como un trabajo. Explican que si fuese un trabajo ellas no estarían en la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran ahora porque podrían acceder a los derechos que tienen los contratados.

¿Cómo diseñar políticas públicas cuyos recursos no acaben directamente en los bolsillos de chulos y proxenetas? Se puede: hay que cerrar los prostíbulos

Sin embargo, la cuestión es otra. Las mujeres prostituidas son un grupo extremadamente vulnerable sometido a una manada de puteros que solo ansían obtener el placer que les proporciona su poder. Ahora bien, ¿cómo diseñar políticas públicas cuyos recursos no acaben directamente en los bolsillos de sus chulos y proxenetas? Se puede hacer, pero, para ello, hay que cerrar los prostíbulos.

El gobierno tiene la obligación de cerrar los burdeles, esos campos de concentración, como los definen las supervivientes de prostitución, que recortan la tasa media de vida de las mujeres prostituidas. Cerremos esos infiernos en la tierra y hagamos potentes políticas públicas para ellas. Las mujeres que están en prostitución merecen la oportunidad de reapropiarse de sus cuerpos y de sus vidas. Merecen librarse de esos puteros que solo persiguen su placer y poder. No existe el trabajo sexual, existe la expropiación de cuerpos que la sociedad patriarcal designa como vidas y cuerpos que no importan.

Rosa Cobo Bedia (Cantabria, 1956) es teórica feminista, forma parte de la Red Académica Internacional de Estudios sobre Prostitución y Pornografía y es profesora de la Universidad de A Coruña.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_