Un paseo por la desértica Masdar, la ciudad que estaba llamada a ser la primera con emisiones cero
Abu Dabi anunció en 2007 que iba a construir el lugar más sostenible del planeta, pero 13 años después sus diseñadores se han topado con la realidad y han rebajado las expectativas
A Masdar, la ciudad que aspiraba a ser la primera en el mundo libre de emisiones de carbono, solo se puede llegar en coche o en un autobús cuya frecuencia es de 45 minutos. Está en Abu Dabi, justo al lado del aeropuerto. En 2007 se anunció al mundo el nacimiento de la que estaba destinada a ser la urbe más sostenible del planeta. La que iba a marcar el camino al futuro. Con energía limpia 100%, autorefrigeración, libre de coches. 13 años después, se podría decir que los objetivos se han relajado.
“He oído y leído en muchas ocasiones que es un proyecto fallido. Y no es así. Al menos nosotros estamos haciendo algo por tratar de diseñar un entorno más sostenible. Dime cuántos países más en el mundo están intentando algo parecido, lo que estamos experimentando aquí no se hace en ninguna otra parte”. El que habla es Chris Wan, jefe del equipo de diseño de Masdar, que en árabe significa fuente. Defiende su proyecto delante de un mapa de la ciudad que muestra lo que se ha construido hasta ahora: alrededor de un 10% de lo previsto. El plano está expuesto en un estand en el Foro Urbano Mundial que la ONU ha celebrado en la segunda semana de febrero en Abu Dabi. Lejos de ocultar la urbe, el emirato árabe no duda en promocionarla, en transmitir la idea de que no representa un fracaso. El país es uno de los principales productores de petróleo en el mundo, con más de tres millones de barriles diarios.
La oficina de turismo ofrece, de hecho, visitas guiadas a Masdar. Es una de las más solicitadas. En la entrada recibe al visitante uno de los 50 empleados que trabajan en el desarrollo del proyecto junto a un retrato enorme del jeque Zayed bin Sultán Al Nahayan, fundador de los Emiratos Árabes Unidos. El reino planificó el desembolso de 22.000 millones de dólares en esta iniciativa, en su ambición por diversificarse más allá del petróleo.
Los responsables del proyecto aseguran que en este momento viven en la ciudad unas 2.000 personas, aunque en un breve paseo por sus calles nadie lo diría. Se prevé que cuando esté finalizada y operativa aloje a 50.000. Algo que no se espera para antes de 2030. "Ahora mismo tenemos un edificio residencial finalizado en el que viven empleados de las oficinas, estudiantes y algunos de los que están trabajando en la construcción de la ciudad", amplía Wan.
Foster y asociados fue la ganadora del concurso para hacerse cargo del plan maestro de Masdar. Un diseño que ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de estos años, la última en 2015. "Internamente, pasamos mucho tiempo cuestionándonos a nosotros mismos. Es un proceso en continuo desarrollo. Nosotros pensamos lo que estamos construyendo ahora es mejor que lo anterior porque suma el aprendizaje de los que ya tenemos", recalca Wan. Los terrenos de Masdar ahora son libres, cualquiera puede comprar una parcela y construir, pero debe seguir la supervisión del equipo de diseño. "Tenemos algunos beneficios fiscales", subraya Wan.
Al menos nosotros estamos haciendo algo por tratar de diseñar un entorno más sostenible. Dime cuántos países más en el mundo están intentando algo parecido
Nada más entrar, a la derecha, se encuentra uno de los edificios emblemáticos: la universidad. Un centro en el que en sus primeros años estuvo involucrado el Instituto Tecnológico de Matchasutets (MIT) pero que desde este septiembre pasará a estar gestionado por una entidad educativa de la región árabe. Ya no será exactamente una universidad, sino un centro de estudios superiores especializado en inteligencia artificial. Ahora está vacío, a la espera de nuevos alumnos. La mayor parte de las construcciones tienen en lo alto paneles solares para autoabastecerse, uno de los grandes objetivos de este proyecto. La ciudad también cuentan con un enorme parque de energía solar a las afueras.
Según explica Foster y asociados en su web, Masdar “combina tecnologías vanguardistas con los principios urbanísticos de los asentamientos árabes tradicionales”. El entramado de las pocas manzanas que hay construidas esta compuesto por calles estrechas que facilitan que haya sombra y que haya corrientes naturales de aire. El viento es distribuido por las vías gracias a torres de viento, construcciones de ingeniería basadas en la arquitectura tradicional de la región. Una de ellas se encuentra justo a la entrada de la ciudad.
Las plazoletas están salpicadas de unos pocos negocios y de bares con terraza. Casi todos vacíos. En uno de ellos se encuentra Gunter, alemán y empleado de Siemens, que llegó a Abu Dabi hace siete años. Cuando se le pregunta cómo definiría Masdar, él afirma que es “cómoda”. Sin embargo, él prefiere vivir en otro núcleo a apenas unos kilómetros. A sus pies, un gato color canela se espatarra al sol.
Gonzalo Seminario, arquitecto peruano que forma parte del equipo de diseño, explica que el estudio de Foster ya no es el que lidera el plan, pero que siempre tiene un espacio reservado cuando se produce cualquier cambio de calado. "Es un proyecto muy complejo que tiene el reto de adaptarse a situaciones climáticas muy extremas, evoluciona constantemente", apunta.
El que iba a ser el sistema de transporte más revolucionario forma parte de este aprendizaje que se quedó por el camino. Varias capsulas de movilidad eléctricas y autónomas duermen en las tripas de la ciudad. Iba a haber cien paradas, pero se detuvieron en la segunda. "Hace 10 años nadie podía prever el gran auge del coche eléctrico, que hizo que este sistema quedara obsoleto", indica Wan. Hoy todavía funciona una de ellas, aunque solo la utilizan los turistas que quieren comprobar lo que pudo ser y no fue.
En la superficie la movilidad se divide hoy entre unos vehículos eléctricos sin conductor diseñados por la empresa francesa Navia y carritos como los que se usan en los campos de golf. Los primeros son tan silenciosos que hacen sonar una especie de campana cuando detectan que hay alguien cerca, y se paran a al menos dos metros de distancia cuando hay un peatón en su camino. También hay estaciones de bici, pero nadie las usa porque la ciudad es hoy muy pequeña para recorrerla con ellas y la distancia con los núcleos cercanos es demasiado grande y no hay carriles bici. Dentro de los planes entra construir una línea de metro que una Masdar con el centro de Abu Dabi.
Comienza a sonar por los altavoces la llamada a la oración. Es mediodía. En el momento en el que más aglomeración de personas se ve en la ciudad, una docena de hombres frente a la sala de oración. Sus zapatos se amontonan a la entrada. En la ancha avenida que circunda la almendra central, los obreros aprovechan ese intervalo y se sientan para descansar. El agradable invierno y la brisa hacen que se pueda estar al sol, algo que será imposible dentro de unas semanas.
En este tiempo se han conseguido algunos logros. La Agencia Internacional de las Energías Renovables, organización intergubernamental que agrupa a 180 países, estableció en Masdar su sede internacional en 2015. Aquí está también el cuartel general de Siemens para toda la región y también las oficinas centrales de la corporación de energía nuclear y la agencia espacial de los Emiratos Árabes Unidos.
Luis Bettencourt, uno de los mayores expertos en el mundo en ciudades y profesor de la Universidad de Chicago, explica que todavía es pronto para calificar el resultado de este experimento: "No sabría decir si es una ciudad real en el sentido de que sea un sitio al que la gente quiera ir a vivir. En este caso, se trata de una de las primeras smart cities (bautizadas así por IBM) y uno de sus potenciales es que está muy cerca del aeropuerto. Pero aun así, es muy difícil hacer un sitio así de la nada...".
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