Aquellos maravillosos años y aquel extraordinario píxel
Se cumplen 30 años de la fotografía más distante de la Tierra, un ‘pale blue dot’, jamás tomada
La batería de mi móvil apenas dura un día. Tiene 128 Gb de memoria y una cámara de 12 millones de píxeles. La batería de la sonda Voyager 1, lanzada en 1977 y todavía activa, durará casi 200 años, pero el plan era, una vez cumplida la misión, apagar su cámara de algo más de medio millón de píxeles, uno de los sistemas que más energía necesitaban y que iba a resultar inútil cuando la nave se perdiera en la inmensidad del espacio. El objetivo de la Voyager 1 consistía en explorar los planetas más grandes del Sistema Solar, Júpiter y Saturno, cosa que consiguió en 1980, cuando cerca de la mitad de la población que hoy tenemos en España aún no había nacido. Entonces, Carl Sagan propuso usar la cámara una vez más con una motivación no directamente científica, pero argumentando que sí podía ser de gran significado intelectual y filosófico, y una fotografía con gran contraste con respecto a la que Voyager 1 tomó poco después de su lanzamiento.
La propuesta no estaba exenta de riesgos porque se necesitaba dirigir el objetivo hacia el Sol, y es que cuando estás en más allá de la órbita de Júpiter los planetas interiores (Mercurio, Venus, Tierra) aparecen muy cerca del Sol (solo hay que pensar que nosotros mismos vemos Venus y Mercurio siempre cerca del Sol, al amanecer o al anochecer). Finalmente, a finales de la década, se dio respuesta a la petición de Sagan. Poco antes, su compañera, la Voyager 2, se convertía en el único artilugio creado por el hombre que ha visitado Urano y Neptuno. Parece increíble que las fotografías espectaculares de estos planetas que aparecen en libros de colegio fueron tomadas durante un par de días hace más de 3 décadas. Nada ha viajado allí desde entonces, y no hay nada programado para este siglo. Y es que Neptuno es un lugar remoto que solo en 2010 completó su primera vuelta alrededor del Sol desde su descubrimiento en el siglo XIX. Para Voyager 1, en todo caso, la misión en 1990 era tomar la fotografía más espectacular jamás tomada, desde más allá de la órbita de Neptuno.
¿Qué hacer antes de apagar la cámara que más lejos ha viajado en nuestra historia y cuando no hay nada alrededor interesante? Poco más de 150 años después de la invención de la fotografía, y 8 años después de que se vendieran las primeras cámaras de video al público, hace justo 30 años, el 14 de febrero de 1990, una cámara vidicon tomó la imagen de la Tierra desde la distancia más lejana hasta la fecha, poco antes de apagarla para siempre, y junto con otras “instantáneas” de nuestra familia de planetas que iba a dejar atrás para siempre. Voyager 1 estaba a 6.000 millones de kilómetros de la Tierra, la señal (que viaja a la velocidad de la luz) iba a tardar 5 horas y media en llegar a la Tierra. Los datos, gestionados por un ordenador con unas decenas de Kb de memoria y con cintas de datos de menos de 100 Mb, se fueron bajando durante meses (dejando sitio para conectar con otras misiones espaciales) a una velocidad de 3 kbps, cientos de millones de veces más lento que nuestras redes de datos de casa, a través de las tres antenas súperpotentes, una de ellas en España, que se conectan con el “espacio profundo”.
Carl Sagan propuso usar la cámara una vez más con una motivación no directamente científica, pero argumentando que sí podía ser de gran significado intelectual y filosófico
En la imagen de la Voyager 1, la Tierra solo ocupa uno de los 640.000 píxeles de la fotografía y es difícil de distinguir entre los reflejos creados por rayos de luz provenientes del Sol y que se temía que quemaran el instrumento. Es un problema que hoy tenemos cuando queremos detectar planetas orbitando alrededor de estrellas lejanas, la estrella es demasiado brillante. Tomando imágenes con tres filtros, la cámara de la Voyager 1 distinguió la Tierra como un tenue punto azulado, un “pale blue dot”. Quince y veintitrés años después, la sonda Cassini (otra misión extraordinaria que consiguió aterrizar en una luna con lagos de metano) quiso homenajear esa fotografía maravillosa y tomó otras imágenes espectaculares desde detrás de Saturno (con el sol eclipsado, algo que no se puede hacer salvo si estás más allá de la órbita del planeta de los anillos) y con la Tierra asomando y “sonriendo”. Otras muchas fotografías han tomado la de Voyager 1 como inspiración.
Carl Sagan escribió en 1994 sobre el significado de esa imagen, sobre cómo “nuestro hogar” y toda nuestra historia de “gozo y sufrimiento”, “todos los políticos corruptos y todos las superestrellas y ‘líderes supremos’” caben en “una mota de polvo suspendida de un rayo de sol”. Sus palabras nos invitan a superar “nuestros delirios de ocupar un lugar privilegiado del Universo” y a cuidar de “nuestro pálido punto azul, el único hogar que conocemos”.
Soy físico, los números me encantan, idear y crear experimentos y tomar datos me apasiona, y un simple píxel brillante en una imagen de más de 30 años me emociona. Como astrofísico me dan envidia aquellos maravillosos años 80 y 90 cuando había naves surcando el Sistema Solar, teníamos transbordadores espaciales y una estación orbital donde se llevaban a cabo multitud de experimentos, se lanzaba el telescopio espacial Hubble, o un vehículo se paseaba por primera vez por Marte. El salto tecnológico en estas décadas es increíble, pero aquellas gestas llevadas a cabo en un mundo sin móviles y sin comunicaciones globales y redes sociales quedarán en la historia. Sin embargo, solo son algo que partió y ocurrió en un diminuto y recóndito lugar del universo, en un planeta azul alrededor de una estrella común y acompañado de una familia de planetas como otras muchas.
Pablo G. Pérez González es investigador del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).
Vacío Cósmico es una sección de Pablo G. Pérez y Patricia Sánchez Blázquez en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico sino también filosófico, social y económico. El nombre "vacío cósmico" hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de 1 átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo.
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