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Columna
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El virus del dragón

En la China actual el espíritu de experimentación entre los funcionarios está siendo sustituido por el fantasma del miedo

Víctor Lapuente
Un policía utiliza una mascarilla en las calles de Pekín.
Un policía utiliza una mascarilla en las calles de Pekín.Andy Wong (AP)

La gestión del coronavirus revela la fortaleza y la debilidad del modelo chino, la cara y la cruz del dragón. A diferencia de lo que suele temerse en las cancillerías de las naciones libres, y alabarse en los Gobiernos más oscuros del planeta, el secreto del milagro chino no ha sido el autoritarismo. Dictaduras ha habido miles en la historia de la humanidad y ninguna ha alcanzado el éxito de la comunista China desde 1978 hasta hoy.

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La clave del desarrollo no ha sido el puño férreo del Partido Comunista dictando qué debe hacerse, sino la mano invisible de un gigantesco mercado de políticas públicas. Deng Xiaoping creó el mayor laboratorio de políticas del mundo. Dentro de unos límites, los Gobiernos locales podían innovar. El mensaje era: probad, equivocaros y volved a intentarlo. No había competición entre partidos políticos, pero sí entre unidades administrativas: los recursos y, sobre todo, el prestigio era para los funcionarios que lograban los mejores resultados. El cómo era secundario: unas provincias adoptaban un fuerte intervencionismo; otras abrazaban el liberalismo. Da igual que el gato sea blanco o negro; lo importante es que cace ratones, como decía Xiaoping.

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Pero en la China actual el espíritu de experimentación entre los funcionarios está siendo sustituido por el fantasma del miedo. Para hacer carrera en la Administración de Xi Jinping ya no cuenta tanto lograr éxitos como evitar resbalones. Un fallo te puede conducir a ser acusado de corrupción y condenado a una pena terrible.

El objetivo de los altos cargos locales ya no es maximizar los indicadores de bienestar ciudadano, sino minimizar los errores que pueden cargarse su progresión profesional. Eso explica la ocultación de información sobre la gravedad de la crisis del coronavirus en los primeros, y críticos, días de la epidemia. En enero se celebraban congresos del Partido Comunista Chino y nadie quería ser el portador de las malas noticias.

En lugar de una Administración competitiva, donde mandan los resultados, China se está transformando en una burocracia “monocrática”, donde existe una única fuente de legitimidad: contentar al superior. Y esto mata la creatividad.

Deng Xiaoping fomentó un conflicto constructivo dentro del sector público chino. Xi Jinping está eliminando el conflicto y, con él, la innovación. El dragón parece más fuerte, pero está más enfermo. @VictorLapuente

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