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Columna
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Racismo para destruir la Amazonia

Jair Bolsonaro sugiere que, para convertirse en “humanos”, los pueblos indígenas deben tratar la selva como una mercancía

Eliane Brum
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante un acto en Brasilia.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante un acto en Brasilia.ADRIANO MACHADO (REUTERS)

El presidente de Brasil declaró recientemente que “los indios están evolucionando” y “cada vez más parecen seres humanos como nosotros”. La Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil demandará al ultraderechista por racismo. No es la primera vez que Jair Bolsonaro niega la humanidad plena de los pueblos originarios. Viene haciéndolo desde la campaña electoral. Y sabe exactamente por qué. Sorprende el cinismo de España y otros países europeos, que aceptan negociar con un racista y aprueban el acuerdo con el Mercosur. Si a la sensibilidad de Europa no le perturba algo tan abominable como el racismo, al menos debería impactarle la deforestación acelerada de la Amazonia. Cuando Bolsonaro anuncia su racismo, su objetivo es permitir la explotación predatoria en la selva.

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Durante siglos, las élites brasileñas han apostado por que los pueblos indígenas fueran absorbidos por la sociedad blanca. La asimilación, un tipo de exterminio sin sangre, y el genocidio literal, el de la destrucción de cuerpos, han coexistido y coexisten en la cotidianidad del país. Al identificar a los indígenas como parcialmente humanos, Bolsonaro inaugura un concepto de asimilación aún más perverso que el anterior: quiere convertir a los indígenas en blancos por medio de un proceso “evolutivo” en el que dejen de tratar la selva como parte de sí mismos y pasen a tratarla como mercancía. El “nosotros” de Bolsonaro es “nosotros, los blancos, que tratamos la selva como propiedad y todo lo que hay en ella como materias primas”. Esta es la idea que sostiene la “evolución” de los indígenas en “humanos como nosotros”. Como la mayoría de los pueblos indígenas se perciben como parte de la naturaleza, Bolsonaro quiere cambiar esta relación, para que el proyecto de explotar la selva pueda continuar, afirmando que obstaculiza su integración en la sociedad dominante, la que representaría la humanidad “verdadera”.

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Según la Constitución, los pueblos indígenas tienen el usufructo exclusivo de sus territorios. Las tierras siguen siendo públicas, pero tienen el derecho permanente de vivir en ellas. Extinguir este derecho lleva tiempo, y las fuerzas que Bolsonaro representa tienen prisa. Por lo tanto, el antidemócrata apuesta por corromper a los líderes indígenas para que luchen por el “derecho” a ser “propietarios”, para luego poder alquilar y vender la selva a personas no indígenas. Es la forma más rápida de posibilitar la explotación privada en las áreas protegidas de la Amazonia. Destituidos de sus tierras, los indígenas se convertirán en esa categoría genérica llamada pobres, completando el proceso de “humanización”.

La “humanidad” que Bolsonaro pretende conferir a los indígenas presupone la corrosión del planeta, al convertir la Amazonia en ganado, soja y minerales. Si el futuro está en manos de este tipo de humanos, la barbarie está garantizada.

Traducción de Meritxell Almarza.

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