Massimo Stecchini, el hombre que llama a Marisol “mi Pepita”
La pareja de la artista retirada lleva 33 años a su lado y la protege de los acosos mediáticos
Aún no saben en la Academia si Pepa Flores aparecerá este sábado a recoger su Goya de honor. Pero quien sí está seguro de que no lo hará es su pareja, Massimo Stecchini: "Esto debería estudiarse en las escuelas de comunicación, tienen aquí a Antonio Banderas, a Almodóvar, a Penélope, pero todo el mundo quiere que vaya Marisol y no va a ir. Estamos muy agradecidos, todo el mundo nos echa flores y no es para devolver calabazas. Pero esto es de lexatín", dice categóricamente Stecchini.
Desde la Academia siguen con esperanzas hasta el último minuto, pero a juzgar por las palabras del compañero de la artista, no cabe duda de que no asistirá. Quienes sí subirán al escenario serán sus hijas, Celia y María, la primera a cantar y la segunda, probablemente, a recoger el premio. Ella lo verá acompañada por Massimo Stecchini desde su casa, el hombre de 60 años que desde hace 33 comparte su vida, la protege de acosos y se pone delante para encarar a quienes han buscado romper su pacto de silencio.
A él no le importa hablar. Es en cierto modo su voz y, concretamente, su portavoz. Atiende encantado a los medios aunque para cansarse de decir no. No a cada petición, no a todo. Lo borda, eso sí. Y de paso, cuenta cómo está, por qué no quiere aparecer, ni romper su voto de silencio. Pero eso no significa que ambos lleven una vida de clausura ni transmitan mala onda. Al contrario.
No extraña verles pasear por La Malagueta. Hacen juntos la compra o alternan por bares de su barrio. Siguen acudiendo a la pizzería Trastevere, que abrió su padre en los años setenta, donde trabajó Massimo atendiendo mesas y como relaciones públicas. Que eligieran el nombre de un barrio romano no vale como maniobra de despiste: ellos son florentinos de pura cepa, toscanos, orgullosos de su legado y, en su caso, sin dejar de presumir de ser paisano de Leonardo da Vinci, a quien venera.
Stecchini ha sido la pareja más longeva de Pepa Flores. El compañero leal después de dos matrimonios con descalabro: el de Carlos Goyanes, que apenas duró cuatro años y el de Antonio Gades, padre de sus tres hijas –María, Celia y Tamara–, con quien convivió entre 1972 y 1985, tres años después de casarse en Cuba, con Fidel Castro y Alicia Alonso de padrinos.
Hoy, Stecchini es su mayor punto de apoyo en épocas de temporal mediático, como estos últimos meses. Desde que se anunció el premio, la figura de Marisol ha despertado entre la imaginería que España guarda en el armario. El personaje va y viene. Pero viste siempre. Aun así, sin renegar de su pasado –“Marisol es la persona a quien más respeta Pepa Flores”, dice su hermana Vicky–, se niega contundentemente a volver.
Pero su pareja es quien con más ahínco se encarga de sostener su retiro. Cualquier cosa antes de verla sufrir: “A mi Pepita es que no hay nadie ni nada, ni cheque en el mundo, que la cambie. Ni siquiera estas semanas que nos han ofrecido un dineral, hasta, mira…, repugnante, pero es que no hay nada, repito, ni para aclarar todas esas tribulaciones y el mal rollo, que pueda hacer regresar en ella esos momentos jodidos”, decía Stecchini a El País Semanal.
Para evitar la invasión del personaje por las calles de Málaga, se han recluido entre las gallinas y su huerto cerca de Moclinejo, a unos 30 kilómetros de la capital, donde tienen una casa en pleno campo. La exposición con fotografías de César Lucas domina el centro de la ciudad con imágenes de dos metros en pleno centro. Lucas ha sido su retratista más cercano. En ocasiones, ella misma ha visitado sus exposiciones. También Stecchini, que una vez se quedó contemplando la fotografía en que apareció desnuda publicada en Interviú. “¿Sabes en lo que se fijó?”, dice Lucas. “En sus manos… Por la forma en que las tenía, me comentó que se notaba lo tranquila que estaba en aquella sesión”.
No ha sido el estado vital de las últimas semanas. Más bien, lo contrario. “Lo está pasando mal”, asegura su pareja. Le cruje dentro mantenerse firme en su promesa, pero, por otra parte, no quiere hacer desprecios a nadie. Una cuestión de principios donde se entromete el agradecimiento sincero que su entorno quiere transmitir no solo por el premio, también por las muestras de cariño. Eso, comentan algunos, le ha hecho dudar si acudir este sábado o no. “El premio se recogerá, como es lógico”, asegura Stecchini. Pero ni los responsables de la Academia de cine descartaban el viernes que apareciera, como dijo su presidente, Mariano Barroso. “En caso de que no acuda lo recogerá alguien de su familia”.
Allí estarán sus hijas Celia y María y puede que también Tamara, aunque nada tiene que ver con el mundo del espectáculo y vuelca su labor en la Fundación Secretariado Gitano. La primera de ellas cantará alguno de los éxitos de su madre. La segunda, actriz, con toda probabilidad, será quien recoja la estatuilla. Probablemente lean unas líneas de su parte y estas tengan que ver con la manera en que transmitió su emoción en un homenaje que le hicieron los músicos malagueños en el teatro Cervantes de su ciudad en 2012: “Eternas y silenciosas gracias”, escribió. Si aparece, ojalá no le resulte todo demasiado ruidoso.
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