¿Hablar cara a cara es ya algo viejuno?
Charlar es necesario para nuestra salud emocional. Es el tipo de intercambio comunicativo esencialmente humano, sostiene la experta en Lengua Española Estrella Montolío en su último libro
En los últimos años hemos asistido a una explosión tecnológica de la comunicación. Interactuamos a través de multitud de dispositivos; producimos ingentes cantidades de comunicaciones electrónicas en forma de mensajes de voz o de texto; participamos en videoconferencias y videollamadas; publicamos mensajes e imágenes en todo tipo de redes sociales. Estamos experimentando una pantallización abrumadora de la comunicación humana. Esto ha hecho que la comunicación a distancia —sin la copresencia de los participantes— y mediada por algún tipo de dispositivo sea cada vez más frecuente en nuestras vidas. Hasta tal punto que la conversación presencial, oral y corporal, espontánea y próxima parece estar convirtiéndose en un acto comunicativo vintage.
¿Este cambio es negativo? No. Siempre que no perdamos de vista que estas formas comunicativas tecnológicas amplían las ventajas de la conversación cara a cara, pero nunca podrán sustituirla. Charlar con nuestros semejantes es absolutamente necesario para la salud de nuestro sistema emocional, porque es el tipo de intercambio comunicativo esencialmente humano. En ese espacio de intercambio cara a cara aprendemos a fluir con los ritmos y tempos de los demás, a colaborar para construir conjuntamente un tema, una narración, un cotilleo o un chiste. Y, sobre todo, en el contexto de la conversación presencial, intercambiamos emoción y conciencia con nuestros interlocutores.
Las investigaciones aportan datos incontestables: los niños y jóvenes que no han recibido en sus familias y entornos el suficiente grado de conversación muestran menos capacidad de empatía, menos habilidad para convencer y persuadir, para ponerse en el lugar del otro, trabajar en equipo, concentrarse durante un cierto lapso de tiempo. O, formulado en términos positivos: existe una correlación probada entre el número de horas de conversación que los niños comparten con sus familias y su éxito posterior en la vida.
De igual modo que la familia en la que nacemos determina el capital económico con el que salimos a la vida, la sociolingüística ha demostrado que nuestro contexto socioeconómico familiar determina igualmente el capital lingüístico y comunicativo con el que partimos en nuestra andadura vital. Cuando la familia provee a los niños de riqueza léxica, modelos de estructuras lingüísticas corteses, patrones verbales de expresión precisa, contexto plurilingüístico y, sobre todo, de modelos y criterios sobre cómo conversar de manera adecuada en cada contexto, esos niños tienen más posibilidades de tener éxito en el futuro. Como padres y educadores tenemos la responsabilidad de proponer a nuestros jóvenes espacios reservados para la conversación auténtica, para la escucha deferente. Hemos de ser capaces de enseñarles cómo gestionar mejor sus intercambios conversacionales para que rehúyan los modelos tóxicos de comunicación y sepan cómo construir relaciones personales nutritivas y profesionalmente eficaces.
Estamos experimentando una pantallización abrumadora de la comunicación humana
Los grandes líderes y visionarios de la tecnología de la comunicación, tal y como hacía el mismo Steve Jobs, vetan el uso de dispositivos electrónicos durante las cenas y encuentros familiares para asegurarse de que sus retoños aprenden a manejar el móvil y otras herramientas tecnológicas de forma consciente, sin permitir que la tecnología mal usada les impida desarrollar una conexión humana auténtica en la conversación cara a cara. Y también los prohíben en las reuniones críticas de los contextos profesionales. Se cercioran así de que existan en su entorno espacios libres de tecnología para poder conversar personalmente, sin dispersión. Qué listos ellos. Tan listos como los propietarios de las grandes empresas de comida basura, que muy improbablemente den de comer a sus familias lo que fabrican para los demás.
Está demostrado que las personas que no dedican atención a sus palabras, a su estilo comunicativo, a su manera de conversar tienen más dificultades a la hora de relacionarse con los demás, de manejar situaciones delicadas y de conseguir objetivos que implican la colaboración de otros. Nuestro modo de conversar es, probablemente, la tarjeta de presentación más inmediata y potente que tenemos. Resulta absurdo no dedicarle una mínima reflexión.
En suma, conocer más sobre algo tan íntimamente humano como la conversación, que tiene tanta importancia para nuestras relaciones personales y profesionales, reviste un potencial enorme que a buen seguro veremos desarrollarse en los próximos años. Del mismo modo en que hemos aprendido a rehuir los productos dañinos que no nos alimentan, sino que nos hacen enfermar; de la misma manera que hemos aprendido a seleccionar alimentos vitamínicos y a cocinar preservando las propiedades de los ingredientes, tenemos que aprender a identificar comportamientos conversacionales tóxicos para deshacernos de ellos o plantarles cara; es preciso que conozcamos y sepamos usar mecanismos verbales que favorecen el desarrollo de la conversación y la convierten en un intercambio sereno y alimenticio. La calidad de nuestra vida depende de la calidad de nuestros diálogos y conversaciones. Cuanto más sepamos sobre la conversación, más eficaces y felices serán nuestras relaciones.
Un eminente psiquiatra afirma que hablar es la actividad humana más efectiva para proteger la autoestima saludable, gestionar las dificultades con las que nos enfrentamos a lo largo de la vida, disfrutar la convivencia y las relaciones afectivas y fortalecer el sistema inmunológico, encargado de defendernos frente a las enfermedades. Múltiples estudios recientes nos recomiendan hablar más a fin de mantener un mayor grado de socialización, más lazos y conexión con nuestros congéneres, para evitar la soledad y el aislamiento que causan mucha de la angustia y ansiedad actuales.
Existe una relación probada entre el número de horas de conversación que los niños comparten con sus familias y su éxito posterior en la vida
De hecho, en una intervención que ha tenido amplia difusión por internet, el profesor de la Universidad de Harvard Tal Ben-Shahar comparte con la audiencia internacional seis consejos básicos para ser más feliz. De manera nada sorprendente, en cinco de esas seis recomendaciones aparece la conversación. Veamos cuáles son: 1) Mantener relaciones reales, cara a cara, que sean íntimas y profundas (esto es, conversación natural y de calidad); 2) respetar lo que este especialista llama islas de cordura, espacios en los que nos dediquemos a una sola tarea —no a la dispersión de hacer varias cosas a la vez mediante nuestros cacharros tecnológicos—, entre las que cabe desde la jardinería hasta, principalmente, pasar tiempo con un amigo (o sea, conversación); 3) darnos permiso para ser humanos dejando que las emociones negativas salgan de nosotros hablando con algún amigo o llevando un diario (es decir, diálogo con otros o con nosotros mismos); 4) expresar gratitud (de nuevo interviene la conversación); 5) dedicar tiempo a actividades que nos aporten significado y placer, como pasar tiempo con alguien a quien apreciamos (el ejemplo es del mismo especialista y, como se ve, implica, igualmente, la conversación).
Por si tiene curiosidad, ahí va la única recomendación que no necesariamente implica la charla personal: hacer ejercicio físico.
Como padres y educadores tenemos la responsabilidad de proponer a nuestros jóvenes espacios reservados para la conversación auténtica
Hablar con nuestros congéneres es, como se ve, no solo una actividad auténticamente humana, sino que, además, nos proporciona salud y felicidad. Ahora bien, y retomando la comparación alimentaria, al igual que comer sano no es comer sin ton ni son (ni siquiera comer de todo), no solo importa hablar sin más, sino que se trata de construir un habla de calidad, una conversación reflexiva, con conocimiento sobre maneras verbales de relacionarnos con los demás que hagan nuestros diálogos más cálidos, agradables y efectivos.
¡Caray! Pues si además de ser gratis, reviste todas estas virtudes, dedicar atención a la conversación parece una decisión sensata y muy enriquecedora, ¿verdad?
Estrella Montolío es catedrática de Lengua Española en la Universidad de Barcelona y asesora en comunicación. Es responsable de la sección "Todo es lenguaje" del programa 'No es un día cualquiera', de Radio Nacional. Este texto es un avance de su libro 'Cosas que pasan cuando conversamos', de Ed. Ariel, que se publica mañana, 23 de enero.
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