Señora ministra
Con un Gobierno que hace gala de feminismo, es la gran oportunidad para ejercer una auténtica política exterior feminista
Para la mayor parte de la ciudadanía española, Arancha González Laya, la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, era una auténtica desconocida hasta hace unos días, pese a su impresionante trayectoria internacional. Tiene mucho que ver con la capacidad de nuestro país de “ignorar” a los suyos que hacen carrera fuera y con la incapacidad, o falta de voluntad, de tener una clara estrategia de colocar a nacionales en puestos de relevancia exterior. Pero ese es otro tema.
Se ha destacado de la ministra su carácter técnico y el giro hacia una diplomacia más económica. Su gran conocimiento del funcionamiento del comercio internacional será más que bienvenido en el horizonte ya muy cercano de la negociación post-Brexit. Pero de González también destaca, y mucho, su compromiso feminista. Un solo ejemplo: desde del Centro Internacional de Comercio, la agencia de Naciones Unidas y la Organización Mundial de Comercio que dirigía hasta hace unos días, ha impulsado SheTrades, una iniciativa que promueve el emprendimiento y el acceso al mercado de un millón de mujeres de países menos desarrollados para 2020.
Con un Gobierno que hace gala de feminismo, es la gran oportunidad para ejercer una auténtica política exterior feminista. Según María Solanas, del Real Instituto Elcano, “se trata de liderar con el ejemplo, nombrando a más mujeres embajadoras en posiciones relevantes; de dar a la igualdad de género centralidad y recursos en la política de cooperación; redefinir la propia política exterior y de seguridad para aplicar perspectivas de género, situando la igualdad como un verdadero objetivo estratégico en el plano internacional”.
Hillary Clinton, a su paso por la Secretaría de Estado estadounidense, dio grandes pasos en la aplicación de una política exterior feminista, aunque su esfuerzo se diluyera con la llegada de Donald Trump. Hoy Suecia es el gran referente en este campo al que podría sumarse España con fuerza. Es, además, un momento simbólico, cuando el mundo se prepara para “celebrar” —con sus muchos avances, pero también frenos— el 25 aniversario de la Conferencia de Pekín de la ONU, que marcó un punto de inflexión en la lucha por los derechos y el empoderamiento de las mujeres.
El feminismo de Arancha González habrá levantado, seguro, alguna suspicacia en un cuerpo diplomático que sigue necesitando un empujón modernizador. Es una de las tareas pendientes que esperan a la nueva ministra. Como también lo será la coordinación entre las diferentes instancias que intervienen en la acción exterior, incluida la propia Presidencia del Gobierno. Como ya ha demostrado, a Pedro Sánchez le gusta el protagonismo internacional. Un buen reparto de papeles con la jefa de la diplomacia sería una herramienta muy potente para consolidar nuestro peso en el mundo.
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