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A la búsqueda del pasado tropical de la Antártida bajo el océano

La geóloga Carlota Escutia y su equipo navegan en el 'Hespérides' rescatando sedimentos marinos que ayuden a comprender el pasado del continente de hielo

Carlota Escutia, en la Antártida. Al fondo, el 'Hespérides'.
Carlota Escutia, en la Antártida. Al fondo, el 'Hespérides'.Carlota Escutia

En el techo de cristal que tienen sobre sus cabezas las científicas españolas, hay cada vez más excepciones que no está de más destacar. En el caso de la Antártida, 33 años después de la primera campaña científica con Josefina Castellví como referencia, la presencia de mujeres, sobre todo como directoras de proyectos, sigue la tónica de la ciencia general: mejorando y con mucho por hacer. Y este año la excepción es la geóloga Carlota Escutia, investigadora del Instituto Andaluz de Ciencia de la Tierra (CSIC) y única mujer que esta XXXIII Campaña Polar Antártica  dirige uno de los 13 proyectos que se están desarrollando en las instalaciones polares españolas.

Apenas le quedaban unas horas para iniciar el viaje cuando, mientras preparaba maletas, bolsas estancas y materiales de trabajo, comentaba sus ganas por volver a los mares del gran sur, que es donde ella y su equipo realizan su trabajo, en esta ocasión a bordo del Hespérides. En el buque, que cumple ahora sus bodas de plata tras 25 años de expediciones polares, navegarán durante un largo mes en busca de rastros subterráneos de un pasado del que sabemos muy poco.

“Este año sí soy la única mujer que dirige un proyecto, pero otros años son más. La realidad es que perdemos a las científicas por el camino de la investigación, y es una pena. De las 22 personas del equipo Tasmandrake, que es como nos llamamos mi grupo, solo siete somos mujeres. Pero hacer ciencia antártica es una maravilla. Llevo seis expediciones y cada vez que vuelvo pienso que es mucho más bonito de lo que lo recuerdo. Esa inmensidad llena de formas, colores, de fauna...”, apuntaba Escutia, que a estas alturas ya está inmersa en ese mundo trabajando a destajo.

Cuenta que fue durante una estancia en Estados Unidos cuando descubrió la brújula que le indicaría el rumbo: una biblioteca del Servicio Geológico de EE UU con datos del subsuelo marino que recogía toda la información disponible del entorno antártico. “Me entusiasmó lo que podemos descubrir en los sedimentos del fondo marino antártico porque esconden cómo eran las condiciones en un pasado remoto. Con ellos, descubrimos que ese mundo de hielo hace 35 millones de años era tropical, con palmeras y baobabs, y también hemos sabido lo que ocurría cuando la atmósfera tenía 900 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono. Y es importante. Ahora hemos llegado a registrar 415 ppm, que son las que había en ese continente hace tres millones de años, así que también vemos lo que puede ser el futuro si seguimos sin reaccionar al cambio climático”, señala la investigadora.

En aquellos tiempos antárticos tropicales, recuerda la geóloga, la Antártida estaba unida a Sudamérica y Australia, pues fue después cuando comenzó a abrirse el Mar de Hoces (o Paso del Drake, según la nomenclatura anglosajona) y se unieron el Pacífico y el Atlántico, creándose una corriente circumpolar que, además de fuertes tempestades en la zona, afecta a la circulación oceánica en todo el planeta y cuyas alteraciones por el cambio climático afectarían a toda la Tierra.

El caso es que atraída por ese mundo oculto bajo los icebergs del más misterioso de los continentes, en 1998 Escutia probó suerte y logró plaza para participar con su proyecto en el internacional Integrated Ocean Drilling Program (IODP), una iniciativa destinada a organizar expediciones oceanográficas. Hasta ahora, con el prestigioso IODP ha hecho dos campañas de perforación, algo que no es nada fácil de conseguir debido a la competitividad internacional que existe. Con el Hespérides también ha estado navegando otras campañas.

El equipo de Trasmandrake trabaja en el 'Hespérides'.
El equipo de Trasmandrake trabaja en el 'Hespérides'.Tasmandrake

En el mes que tienen por delante, no llevan equipo para perforar a gran profundidad, pero sí están tomando muestras, datos e imágenes para el proyecto, bautizado como Powell 2020 porque es la cuencia Powell, en el extremo nororiental de la Península Antártica, su meta. “Nuestra idea es recoger imágenes que nos ayuden a comprender cómo han variado las corrientes oceánicas, al menos desde el último interglaciar hace 100.000 años, cuando el nivel del mar era seis metros más elevado que ahora”, señala Escutia.

Esta recogida de datos es un trabajo duro, sin descanso durante las 24 horas del día, por eso su equipo es tan numeroso: tienen que trabajar por turnos. “Esta vez, además, queremos tomar muestras de agua y analizar su fitoplacton, algo que nos servirá para comparar su distribución ahora y en el pasado”, explica. En Powell 2020 participan también investigadores de su mismo organismo, de la Universidad de Granada, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y de otras instituciones extranjeras, como la Stanford University y Colgate University, de Estados Unidos; la Victoria University of Wellington, de Nueva Zelanda, o la Royal Holloway, de Londres.

Como todos los científicos polares, son conscientes de que son unos privilegiados, pero que también será duro. Un mes navegando por mares en los que habitan varias especies de pingüinos y ballenas, que de cuando en cuando les ofrecen un espectáculo, lobos de mar… y de fondo una exposición itinerante de escultóricos icebergs y tierras volcánicas. Eso si, sin días de descanso y a temperaturas bajo cero.  “En total, dedicaremos 14 días a recoger los perfiles sísmicos con los dispositivos que lleva el Hespérides y luego tomaremos muestras de sedimentos y agua, que nos ayudarán a tener más información de cómo fue esa separación de la Antártida con Tasmania (Oceanía) y con Sudamérica". 

Aún no saben qué se encontrarán, pero lo cierto es que trabajos previos con el Hespérides ya han dado lugar a un hallazgo de impacto mundial: gracias a sus datos se determinó que la fecha de apertura de ese Mar de Hoces ocurrió hace 35 millones de años, una información que no se tenía.

Igualmente importante fue determinar que la Antártida en su conjunto está en una situación inestable. Así lo explica Escutia: “Dado que el casquete oriental antártico se asienta en tierra se pensaba que era más estable que el casquete occidental (Mar de Ross), cuya tierra está bajo el nivel del mar. Con nuestras perforaciones de sedimentos, descubrimos que ambas zonas son vulnerables y que hace tres millones de años, cuando en la atmósfera había 400 partes por millón de CO2 (en 2019 se han registrado hasta 415 ppm), el casquete se deshacía y rocas de otras zonas viajaban hasta esa parte oriental. Ahora, los modelos del IPCC sobre la contribución de los casquetes polares a la subida del nivel del mar tienen en cuenta este hallazgo sobre el casquete oriental que antes no se consideraba”.

Para Escutia estar tanto tiempo en el Hespérides es siempre una aventura. El pasado martes día 7 de enero,  los planes se modificaron porque el buque español tuvo que acudir a ayudar en el traslado de un militar ecuatoriano herido en una caída en su base científica, situada en una isla cercana a isla Rey Jorge. El barco se encontraba en esta última esperando a un grupo de científicos que tardaban en llegar desde Chile en avión debido al mal tiempo polar. Y en la Antártida, hay una máxima que se cumple a rajatabla: "Hoy por ti, mañana por mí".

Ahora, tras unos primeros días con la Biodramina a mano ("Sobre todo por si los platos comienzan a volar con el oleaje", explicaba la geóloga polar), los 22 componentes de Tasmandrake ya están desplegando sus equipos en ese escenario laboral pintado en azul, blanco y negro volcánico, bajo cuyas aguas gélidas se esconde un pasado muy ligado a nuestro presente y a un poco deseable futuro en el que el hielo también sea historia.

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