Los seis errores que cometemos los españoles en nuestra casa, según el interiorista de Ikea
Lorenzo Meazza se ha metido hasta el fondo de nuestros hogares y los ha podido comparar con los de otros países europeos donde ha trabajado con anterioridad. Lo que hacemos aquí no tiene parangón en el norte
Todos llevamos dentro un seleccionador nacional y un crítico musical, pero también, por lo que vemos a menudo cuando vamos de visita a casas ajenas, un interiorista. No hay un solo español que conceda que su casa es un adefesio, y sin embargo los adefesios existen. Hay quien disfraza la dejadez de minimalismo, y el desorden, de cámara de los recuerdos; y quien se transforma en Kandinsky cuando cae en sus manos la carta de colores para pintar la pared. "No existe una regla de oro para decorar bien una casa", dice Lorenzo Meazza, responsable de interiorismo de Ikea España. Pero la mayoría de los españoles, según ha podido observar el experto, hemos heredado seis manías decorativas que nuestros vecinos del norte no entenderían. Empezando por ese mueble para el televisor, bar y estantería que preside tantos salones.
En Las casas de nuestra vida (La Esfera de los Libros, 2019), Meazza recopila parte de los trabajos que ha realizado por el mundo, entre otros sitios desde la sede de Ikea en Bélgica e Italia. "Cada persona es un universo, pero una norma fundamental es escucharte a ti mismo. Pensar en lo que gusta y en cuál es el espacio ideal para ello. Puede ser un concepto: un color, el confort… O se puede empezar por una pieza. Hay que pensar en qué te gusta hacer en ese espacio y qué necesidades implica: por ejemplo, si lo que buscas es deconectar y te gusta tumbarte a leer, vamos a construir a partir de esa idea".
La fealdad hogareña es, en muchos casos, imprevisible, porque en este mundo de apariencias se prioriza la imagen social; en cambio, en nuestro nido, sobre todo si no es muy frecuentado por agentes externos, vale casi cualquier cosa. "Hay personas que te parecen superestilosas, que tienen un look increíble —dice Meazza—, y cuando vas a su casa ves que hay algo que no concuerda. Yo soy como me visto, pero soy también como decoro. Pero nuestra casa se ve menos y no tenemos esa presión de tenerlo que comunicar. Nos relajamos un poco más".
Los hogares que muestra Meazza en su libro tienen en común que son cálidos e invitan a ser habitados. En cierto modo, representan la antítesis de la típica casa de futbolista, toda blanca y sin alma. "Independientemente del presupuesto que tengas y por pequeño que sea el espacio, puedes convertir tu casa en algo cálido. Y si estás bien en casa, se refleja fuera, en tu día a día", opina. "Lo que más ilusión me hace [al término de un trabajo] es que el cliente me diga: 'Qué a gusto se está aquí'. De verdad que no quieren irse".
Los proyectos que aparecen en el libro se ubican en París, Bruselas, Estocolmo, Bolonia, Milán, la Toscana o Madrid, y si hay algo que Meazza ha aprendido en su viajera trayectoria —y de vivir en nuestro país— es que los españoles tenemos unos gustos propios en lo que a decoración se refiere. Gustos que a veces pueden ser manías y otras, directamente errores, y que, en cualquier caso (y por suerte), no afectan al conjunto de la población:
1. Nos gustan los muebles de la abuela. "En España, como en Italia, tenemos una tradición muy fuerte de la artesanía", dice Meazza. "Hay un nivel muy alto, y nos condiciona mucho. Asociamos muchas veces la calidad o las cosas buenas a determinada forma de hacerlas. Los muebles tienen que pesar, deben ser grandes, oscuros, de madera buena. Y no necesariamente tiene que ser así. El diseño escandinavo nos ha demostrado que no es necesario que sea extraordinariamente caro para que un mueble sea de diseño de alto nivel".
2. Somos adictos al plafón. "Como en todos los países del sur de Europa, no dais importancia a la iluminación de la casa. Como siempre tenemos mucha luz… Pero lo que he aprendido en el norte es que es posible crear con la luz ambientes acogedores, cálidos, pero también funcionales; trabajar los espacios con la luz, no solo con los objetos. La mayoría de la gente ilumina un espacio con un plafón y ya está. Es lo peor que se puede hacer, porque eso es poner una luz general fría, que te permite una cosa pero no te permite el desarrollo de otras, tanto a nivel práctico como emocional y sensorial".
3. Convertimos el salón en un museo. "Es la famosa casa de la rappresentanza, donde el salón de estar se convierte en una representación del estatus, una sala buena, donde recibir a la gente, enseñar nuestra posición social, con todas nuestras posesiones… Pienso que es mejor una casa para vivir, más que para enseñar. Mucha gente tiene un sofá bueno, donde al final no se puede hacer nada para que no se estropee. Ha de ser una casa mucho más flexible, abierta a los niños…".
4. Nuestra casa es igual en mayo que en diciembre. "Debemos tender a un concepto de casa que sea más cambiante. Lo natural es que cambie con nosotros. En el norte de Europa, los cambios del clima influyen mucho en la decoración de la casa. Se transforma en Navidad y en primavera… Se pueden cambiar manteles, cortinas, complementos… Nosotros aquí lo hacemos mucho menos. Compramos el mantel para 15 años. Pero podemos tener un mantel más para primavera… Darle ese cariño".
5. No hemos visto suficientes episodios de Bricomanía. "En los países nórdicos son mucho más manitas, más do it yourself, también porque los servicios son muy caros, mientras en el sur de Europa estamos acostumbrados a tener a alguien que nos lo hace todo. Si queremos pintar, llamamos a un pintor, si queremos modificar un mueble, al carpintero… Esta capacidad de hacer las cosas manualmente te conecta con tu hogar de una forma distinta. Te sientes mucho más orgulloso al saber que lo has hecho tú".
6. Así montamos la casa, así la dejamos… para los restos. "Sobre todo la gente mayor: cuando compraban la casa de su vida, se adquiría el set, el famoso completo, que en su día era lo más cool y ahora a todo el mundo horroriza. El combi del dormitorio, el combi de la habitación de los niños… ¡Uy, por Dios! De vez en cuando hay que hacer un cambio de look, como cuando te cortas el pelo. Es posible refrescar el ambiente sin hacer grandes cosas", afirma el interiorista.
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