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¿Está hoy el océano Índico equipado para alertar a su población de un tsunami?

En Matara, al sur de Sri Lanka, las olas de 2004 arrasaron hasta la cárcel de alta seguridad, de donde huyeron 300 reos. 15 años después de la tragedia, un centro de prevención vigila otra nueva amenaza

La costa de Matara, al sur de Sri Lanka, que fue arrasada por un tsunami en 2004.
La costa de Matara, al sur de Sri Lanka, que fue arrasada por un tsunami en 2004.Lola García-Ajofrín
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Eran alrededor de las 9.15 de la mañana del 26 de diciembre de 2004, cuando Sajith, hoy un funcionario jubilado, notó que en el suelo de su casa de Matara, en el sur de Sri Lanka, había agua del mar. Recuerda que ese día iba a ser luna llena, festivo para los budistas, y algunas personas habían ido al templo. Otras estaban en casa, con la familia. “Entonces, vimos a un pescador corriendo en dirección contraria al mar y nos dijo que nos fuéramos de allí rápido, yo corrí para allá,” rememora, señalando a la carretera. “Lo peor es que aquí nadie, entonces, sabía lo que era un tsunami, así que algunos, al notar que entraba agua en la casa, lo que hicieron fue cerrar la puerta con ellos dentro", asegura. La ola lo arrasó todo en esta zona. “Murió su esposa”, dice, presentándonos a su hermano. “En casa de mi hermana murieron todos, entre ellos un niño de 7 años y otro de 8 meses.”

Han pasado 15 años desde aquella trágica Navidad, cuando un seísmo de magnitud 9.1 sacudió el océano Índico cerca de Indonesia, provocando el tsunami más mortífero del que se tiene constancia, con al menos 228,000 fallecidos en 14 países y un millón de desplazados en Indonesia y Sri Lanka, según ACNUR. Una década y media después, surgen dos preguntas: ¿por qué murió tanta gente en el tsunami de 2004? Y ¿está preparada la región del océano Índico hoy para alertar y actuar ante una catástrofe de esa magnitud?

En 2004 no había ningún sistema de alertas de tsunami en el océano Índico para detectarlos y avisar a la población, como había en el Pacífico

Los ingredientes del cóctel mortífero fueron la sorpresa del fenómeno y la falta de preparación. "En ese momento no había ningún sistema de alertas de tsunami en el océano Índico para detectarlos y avisar a la población, como había en el Pacífico”, explica Ardito M. Kodijat, coordinador del Centro de Información de Tsunamis del Océano Índico (IOTIC). “Además, como este tipo de fenómenos son mucho menos frecuentes en el Índico; en ese momento, no se trataba al tsunami como una amenaza seria en esta zona,” agrega Srinivasa Kumar Tummala, encargado del Sistema de Mitigación y Alerta de Tsunamis del Océano Índico (IOTWMS), en una entrevista simultánea.

“Fue todo muy rápido”, dice un hombre de sarong de rayas y camisa, junto a un monumento a los fallecidos en el tsunami en un barrio de pescadores de Matara. “Nunca habíamos visto algo así”, continúa. Dice que en su casa murieron cinco personas, entre ellas su madre. “Fallecieron muchos niños, mujeres y ancianos que no sabían nadar", agrega un vecino, que detiene su bicicleta junto al monumento. Está anocheciendo y, a su lado, un grupo de pescadores vende, en una mesa iluminada por una bombilla, rodajas de los atunes pescados durante la jornada. Ese día, las olas arrasaron las barquitas de pesca, el principal medio de subsistencia para miles de familias. En Hambantota, a 80 kilómetros de aquí, el 95% de los barcos quedaron inservibles. En Matara, las olas destruyeron hasta la cárcel de alta seguridad de la ciudad, de donde huyeron unos 300 reos. A 60 kilómetros al norte, en Hikkadua, la ola hizo descarrilar un tren, provocando el mayor accidente ferroviario de la historia, con más de 1.700 muertos. Varias personas aseguran que los ancianos budistas ya lo decían, que en 2005 pasaría algo malo, algo malo con agua.

Un seísmo en Indonesia puede impactar en África 

El demoledor tsunami provocó olas de más de 30 metros de altura, el equivalente a un edificio de 10 plantas. Sri Lanka, donde hubo más de 35.000 muertos, fue el segundo país más afectado por la tragedia de 2004, después de Indonesia (130.000 fallecidos), seguido por India (más de 12.000 muertos) y Tailandia (más de 5.000 muertos). También hubo fallecidos en Birmania, Maldivas, Seychelles, Malasia y Bangladés e incluso, en la costa este de África, con al menos 78 muertos en Somalia, diez en Tanzania, dos en Sudáfrica y uno en Kenia.

Si un seísmo tiene lugar en Indonesia, puede tardar entre 2 o 3 horas en alcanzar la costa de Sri Lanka. La oficina nacional recibe la alerta en diez minutos y con esa información hay un registro de magnitud y de situación 

Una de las lecciones de la catástrofe es que se trata de una amenaza transnacional: “Un tsunami no es una cosa que pueda abordar un país solo”, advierte Srinivasa Tummala, que explica que un seísmo puede producirse en Indonesia y el tsunami impactar en la costa oriental de África. Después de 2004 todos los países de la región se reunieron y decidieron actuar juntos.

Tras la tragedia, las naciones del Índico recurrieron al Comité Oceanográfico Intergubernamental (COI) de la UNESCO para establecer y coordinar el IOTWMS, un sistema similar al que ha estado operando en el Pacífico desde 1965. Se establecieron otros dos sistemas de alerta, en el Atlántico nororiental y el Mediterráneo, así como en el Caribe, “asegurándose de que todas las áreas marinas del mundo estén cubiertas”, explica la UNESCO en su web.

En 2005 se lanzó oficialmente el IOTWMS, en pleno funcionamiento desde 2011. Contó con representantes de 28 países. En 2009, 2011, 2014, 2016 y 2018 se realizaron pruebas de simulación y las siguientes están previstas para octubre de 2020.

Así se detecta, alerta y actúa en la actualidad ante un tsunami

En el Índico se han puesto en marcha tres sistemas regionales, en Indonesia, India y Australia, explica Srinivasa Tummala. Esos sistemas regionales evalúan las posibles amenazas de tsunami y el impacto esperado. La información se envía a los llamados Tsunami Warning Focal Point o TWFP (punto focal de advertencia de tsunamis en inglés), oficinas de contacto que se han establecido en varios países y que están operativas las 24 horas para recibir, evaluar y transmitir información sobre maremotos. Tummala explica que esa es una diferencia fundamental respecto a 2004, porque “los sistemas regionales ahora saben dónde enviar la información.” “En 2004 no existían estas oficinas de 24 horas, por lo que incluso aunque hubiese habido un sistema de detección, no había donde comunicar los datos”, aclara. Además, dice, se ha mejorado la capacidad de los países sobre cómo recibir esa información y hay previstas más acciones de formación.

El tiempo es otro de los elementos claves para mitigar las consecuencias de un tsunami. Tummala aclara que los centros regionales deben transmitir la información en los siguientes 10 minutos después de que se produzca. Si un seísmo tiene lugar en Indonesia, puede tardar entre 2 o 3 horas en alcanzar la costa de Sri Lanka. La oficina nacional recibe la alerta en los siguientes diez minutos y con esa información hay un registro de magnitud y de situación y una evaluación cualitativa, que mide su magnitud y posible amenaza.

En los siguientes diez minutos, es decir, 20 minutos después del seísmo, debe haber una evaluación específica sobre las zonas costeras de cada país, que se realiza mediante modelos de simulación de tsunami. El centro regional dispone de una gran base de datos de modelos de simulación. “Y aquí surge la primera dificultad”, agrega Tummala, que es la precisión de las alertas, “porque esta segunda información se basa en modelos de simulación, no existe aún una confirmación de que la ola gigante se haya generado,” explica.

La información llega como un boletín de amenazas de maremotos que se emite cuando los centros regionales observan que puede haber una ola gigante gracias a sensores instalados en el fondo marino, también llamados boyas de tsunami. "La elaboración de los boletines también es un reto, que depende de los datos de los que se va disponiendo y la evaluación que los centros regionales hacen,” aclara Kodijat.

Tummala cree que en la actualidad el número de fallecidos en la tragedia no hubiera sido tan alto como en 2004, “primero, porque hoy disponemos de un sistema regional para detectarlo, analizarlo e informar y segundo, porque existe una concienciación en las comunidades sobre lo que es un tsunami que en 2004 no existía”, sin embargo, “debido a la naturaleza de la amenaza, hay que estar siempre preparados,” añade. La escasa frecuencia de esta catástrofe natural puede perjudicar a la hora de tomar medidas, “porque mientras un ciclón ocurre cada año o cada dos y existe siempre la amenaza, con los tsunamis, menos frecuentes, es más fácil olvidar”.

Kodijat reconoce que aún deben trabajar para mejorar el sistema de alerta, en dos aspectos: tiempo y precisión. El actual contiene sismógrafos, para detectar temblores sísmicos; cuenta con estaciones para medir el nivel del mar en las áreas costeras, que pueden dar la confirmación de un tsunami; las boyas que pueden detectar diferencias en el nivel del agua en el océano abierto y modelos de simuladores. Tummala reconoce que existen otras técnicas que se deben probar científicamente en el futuro para mejorar la precisión. Además, explica, es necesario trabajar con las comunidades, con iniciativas regionales para formarlas sobre los riesgos.

En cuanto a la forma de actuar cuando se produce el desastre, Ardito Kodijat reconoce que también hay cosas que mejorar. Admite que un error común cuando ocurre un maremoto es que se realoja a la gente lejos pero no existe una auténtica preparación de los edificios “y es algo sobre la que hay que reflexionar”. “Porque son personas que están acostumbradas a vivir al lado del mar y vivían del mar, así que con el tiempo, regresarán junto al mar.” “Es muy importante la preparación de los edificios, asegurarnos de que hay lugares para evacuaciones, formas de reducir el impacto de un tsunami, porque puede que, en algunos casos, el realojo sea la solución, pero no debería ser la única opción”, concluye.

Sajith explica que después del desastre estuvieron dos años viviendo en un colegio “y muchas ONG Internacionales nos ayudaron.” Su casa, dice, la construyó una ONG italiana. Ahora tiene tres plantas. “Nos dijeron que todas las viviendas debían tener esta altura y ahora sabemos que si hay un tsunami hay que ir a una zona elevada”. Se han levantado muchos edificios altos, sin embargo, sigue habiendo cientos de casas bajas en la costa. “El Gobierno nos recomendó construir viviendas de al menos tres pisos”, conviene la dueña de un hotel de Weligama, pero, ¿quién tiene dinero para eso?,” añade.

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El matemático que quiere dar marcha atrás a los tsunamis

Usama Kadri, un matemático de la Universidad de Cardiff, en Gales y su equipo trabaja en una idea que podría revolucionar la manera de enfrentarse a los tsunamis: jackearlos con ondas acústicas de gravedad. Es decir, dar al tsunami su propia medicina.

Kadri explica que las ondas acústicas de gravedad son ondas de sonido de baja frecuencia que puede viajar miles de kilómetros. Se generan naturalmente en el océano, con maremotos, deslizamientos de tierra, temblores de hielo. Como estas ondas pueden viajar largas distancias transportando información, podrían emplearse para la detección temprana de un tsunami. Pero van más allá. Propone mitigar la ola gigante usando las propias ondas acústicas: “En un principio, es posible reducir la amplitud de un supuesto tsunami y redistribuir su energía, de este modo, su amplitud se reduce,” explica por correo electrónico.

Kadri admite que de la teoría hasta la práctica hay muchos aspectos a tener en cuenta. "Uno de ellos, el impacto ambiental de amplificar estas ondas. Reconoce que la salida de energía sería enorme. Como estas ondas residen en las profundidades marinas, a más de 4 km, su efecto se distribuiría en un área muy grande y “esto seguramente causaría el movimiento de parcelas de agua, sales y nutrientes, que pueden ser útiles para algunos organismos marinos”. “Por lo que este aspecto debe estudiarse cuidadosamente.”

Antes de implantar a la solución de mitigación, sugiere usar las señales de estas ondas para mejorar los sistemas de detección temprana. Dice que la tecnología ya existe: “El océano ya está lleno de hidrófonos”.

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