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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Dos gráficos para cambiar nuestra política migratoria

El nuevo Gobierno tiene la oportunidad de enmendar los errores de la última década

Gonzalo Fanjul
Todo lo que el Brexit se podría llevar.
Todo lo que el Brexit se podría llevar.Junaid Masood.

Durante más de una década, España se ha sentado en el bordillo a ver cómo otros iban reduciendo la política migratoria europea a una herramienta de aislamiento y castigo. El gobierno que se constituya en las próximas semanas (San Cucufato mediante) tiene la obligación de corregir esta omisión intolerable. La encrucijada es simple: consolidar un modelo concebido para detener los flujos a cualquier precio, antes que para gobernarlos; o aceptar los riesgos diferentes de una movilidad menos microgestionada pero mucho mejor alineada con los intereses y valores de Europa (incluyendo los de su política de desarrollo).

Esta semana me he topado con dos gráficos que ilustran las virtudes de la segunda opción. El primero de ellos fue publicado en El Confidencial (Carlos Sánchez), dentro de un artículo que analiza el incremento del número de extranjeros en el mercado laboral español. Un tercio de los 431.254 empleos creados en el último año han sido ocupados por inmigrantes. La tendencia queda reflejada en el gráfico adjunto (una versión propia sobre los mismos datos), que describe el impacto de la crisis en la contratación de extranjeros y la recuperación posterior hasta las cifras récord que estamos viviendo ahora.

Elaboración propia sobre datos de la Seguridad Social
Elaboración propia sobre datos de la Seguridad Social

La evolución de estos números es el resultado de otras dos tendencias al alza: el deterioro demográfico de nuestra economía y la dificultad para cubrir los puestos de trabajo disponibles con mano de obra nacional. Una sociedad más envejecida, en la que trabajadores nacionales cualificados salen en busca de mercados más lucrativos y en donde los inmigrantes hacen mucho más que servir una mesa o limpiar una casa. Nada muy original, por otro lado. Alemania acaba de anunciar un pacto social para la contratación de 1,4 millones de trabajadores extranjeros que cubran en los próximos años las necesidades de su mercado laboral. Canadá y Nueva Zelanda llevan haciéndolo mucho tiempo, inmunes a los ataques de histeria que proliferan en Europa.

El segundo gráfico no es nuevo, pero ha sido rescatado para ilustrar una recomendable pieza de Melissa Siegel (MIGNEX) sobre los efectos (imaginarios) de la ayuda al desarrollo en la contención de los flujos migratorios. El gráfico (tomado de Haas) explica de forma simple que no emigra el que quiere sino el que puede. La movilidad humana es un proceso racional derivado de la acumulación de capital económico y educativo, lo que significa que la emigración –sobre todo la emigración a las regiones más ricas– se intensifica a medida que los países de origen consolidan sus clases medias. Y que cuanto más lucrativo es el destino, más atractivo resulta para los migrantes. Es decir, justo lo contrario de lo que pretende la UE destinando a diversas regiones africanas un Fondo Fiduciario de Emergencia para el desarrollo anti-migraciones que ya se ha gastado la friolera de 4.600 millones de euros desde 2015. La única "emergencia" que resuelve este fondo son los apuros electorales de sus promotores.

Hein de Haas.

Conclusión: (1) la inmigración es necesaria hoy y lo será más en el futuro, por lo que empeñarse en evitarla no es una buena idea aunque la rebuzne Vox y la cacareen sus primos; (2) la ayuda al desarrollo sirve para muchas cosas, pero no para frenar las migraciones; y (3) si lo que se quiere es vincular movilidad humana y desarrollo, ¿por qué no dedicar parte de esos recursos a gestionar flujos de inmigración más abundantes, mejor preparados y más ordenados desde las regiones que concentran la pobreza? No se me ocurre una aspiración más noble y más inteligente para quienes gestionen en los próximos años las políticas de inmigración y de desarrollo del nuevo Gobierno.

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