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Cómo corregir a los niños que insultan

Tras las faltas de respeto puede haber ausencia de límites, inmadurez para gestionar las emociones y excesiva permisividad que puede complicar la convivencia en casa

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Los niños de entre tres a seis años con su lengua de trapo pueden resultar graciosos cuando sueltan algún insultillo a los adultos, como eres tonto, pero si esa actitud no se corrige a tiempo, la situación puede crear problemas de convivencia con el niño y tensión en el hogar. “En muchas ocasiones, los niños pequeños insultan porque se frustran y no saben gestionar la situación de otra manera que no sea a través de una falta de respeto. Se trata de su forma de canalizar el enfado y proteger su espacio personal. Es como decir, no me gusta lo que ocurre y no sé expresarlo de otra manera, porque su vocabulario no es tan amplio como el de un adulto”, explica Carmen Marco Llana, psicóloga clínica infantil del centro Aprendert.

Los niños mayores de seis años racionalizan sus insultos y los utilizan como represalia cuando se producen situaciones que les incomodan o rechazan, como en el caso de que estén jugando y reciban la orden de recoger su habitación. Para prevenir las faltas de respeto a los progenitores, hay que tener en cuenta que “los adultos son los modelos más potentes para los niños, por lo que conviene ofrecerles modelos de comunicación constructiva positiva, donde se exprese el enfado, si es necesario, pero sin herir los sentimientos. Otro consejo es obviar el insulto del niño y no replicarle para evitar que el pequeño crea que tiene el control de la situación porque capta la atención de los adultos y tienda a repetir la misma conducta. Una vez que ha pasado la situación conflictiva es el momento de hacer recapacitar al niño con argumentos como ¿Te das cuenta de que me has dicho algo que no está bien? Entiendo que te enfades, pero no agredas a los demás”, comenta la psicóloga, Carmen Marco.

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Educar para que los niños no utilicen el insulto como forma de resolver sus cuitas es la mejor forma de evitar las faltas de respeto hacia terceras personas. Para ello conviene “argumentar por qué el insulto provoca que el hermano o el amigo al que se lo decimos se sienta triste, no querido o se enfade, así como explicar la necesidad del respeto para uno mismo y los demás”, comenta Carmen Marco.

Hijos que faltan al respeto e insultan como reflejo de sus padres

Los insultos que salen de la boca de los niños son mucho más que palabras. Representan el reflejo de la manera de proceder de sus progenitores. Por ello conviene que los adultos “analicemos nuestra forma de reacción ante determinadas situaciones y nos preguntemos, mi hijo ¿lo aprende de nosotros? ¿Utilizamos el insulto o las malas palabras para dirigirnos a otras personas? ¿Cómo actuamos ante la frustración? ¿El ambiente que rodea a mi hijo, como las actividades extraescolares o el ocio, le ayuda a expresarse de manera adecuada?”, explica Gema José Moreno, psicóloga infantil. Los antídotos contra insultos y faltas de respeto en los niños son “las normas en casa y el colegio para evitar una educación demasiado permisiva, que convierta a los niños en pequeños tiranos, aplicar límites de manera adecuada y a tiempo, sin esperar a que el niño sea más mayor y tener en el hogar una comunicación adecuada, que no incluya gritos en lugar de hablar o de explicar las situaciones o los estados emocionales”, concluye la psicóloga, Gema José Moreno.

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