Azufre, agua y fuego. Belleza natural, embrujo poético y toxicidad letal. De esa mezcla está hecho el volcán Kawah Ijen, en la isla de Java. La equiparable dosis de atracción y peligro supone un binomio irrenunciable para los fotógrafos, que se asoman al cráter junto a turistas embelesados y trabajadores que arriesgan sus vidas. Nadie dijo que sería fácil. Nadie dijo que el averno no podía ser fascinante.