Empate judicial
En una república nadie gana, siempre se empata
Muchos pronosticaron que el juicio del 1-O reivindicaría a los independentistas, proyectados en el mundo entero como demócratas juzgados por poner unas urnas. Otros creían que, por el contrario, el gran beneficiario sería Vox, que sacaría petróleo electoral de ser acusación particular. Pero tanto el desarrollo del juicio como la sentencia indican que los ganadores políticos no serán los extremistas, sino los moderados.
Ayer, casi nadie estaba contento. Y eso es buena señal. La justicia debe ser ecuánime, no tomar partido. A ambos lados de la trinchera había decepción y eso es sano para una democracia. Tanto quienes pedían el delito de rebelión como quienes demandaban la absolución (o, como mucho, la malversación) estaban irritados.
Ambos tienen argumentos sólidos, no solo emocionales, para sostener sus críticas a la sentencia. Los halcones subrayan la relativa incoherencia de una sentencia que, por un lado, considera probada la existencia de violencia, y, por otro, no califica los delitos como rebelión. Pero una sentencia no puede ser completamente coherente. Si no, las haría un algoritmo. Un fallo judicial debe ponderar bienes intangibles y no cuantificables, operación harto compleja. En este caso, el Supremo tuvo en cuenta que, por parte de los procesados, no hubo voluntad real de llevar a cabo de forma definitiva la desconexión de Cataluña del resto de España.
Y las palomas critican, también con sensatez, la dureza de unas penas por unas acciones llevadas a cabo por representantes políticos en obediencia a un mandato electoral. Y, sin embargo, deberían entender que, como ha quedado constatado en este proceso, aunque pacífico, en 2017 hubo un intento de golpe de Estado, entendido como la voluntad de arrogarse el poder fuera de las vías constitucionales. Se declaró la república catalana y se la trató de desgajar jurídicamente de España.
Lo que ha sucedido desde entonces ha acreditado que la república es España. Salvo el elemento anecdótico y circunstancial de que la Jefatura del Estado es una monarquía, somos, como EE UU o Alemania, una república: un entramado de poderes diseñado con el objetivo primordial no de transformar la voluntad popular en poder, sino de controlar la voluntad de quienes ejercen el poder, nacional o autonómico. En una república nadie gana, siempre se empata. @VictorLapuente
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