‘Istoria’
Si creen que nuestra democracia no se respetará a sí misma mientras no respete la dignidad de quienes lucharon por ella, tienen que ir a votar el 10 de noviembre
Que mi nombre no se borre en la istoria. Con esa falta de ortografía termina la carta de despedida de Julia Conesa, 19 años, modista, vecina de Madrid, fusilada el 5 de agosto de 1939 en una tapia del cementerio de la Almudena. Julia, militante de la Juventud Socialista Unificada, fue detenida cuando su organización se preparaba para trabajar en la clandestinidad. Una de sus camaradas la denunció junto con otras 12 mujeres —Trece Rosas— y 43 hombres, todos muy jóvenes, algunos menores de edad. Los vendió por unos zapatos nuevos. Quien se los compró fue otro militante de la JSU que había cambiado de bando, Roberto Conesa, con el tiempo célebre comisario de la Brigada Político-Social, maestro de torturadores como Billy el Niño. Fue su primer gran éxito. He contado esta historia muchas veces. La cuento una vez más, la contaré todas las veces que haga falta, porque esa hache ausente me obliga de por vida. Ortega Smith me ha dado un motivo para sobreponerme a mi hastío, para ir a votar, para pedirles a ustedes que vayan a votar el 10 de noviembre. Ya sé que da pereza, pero no se puede consentir que el nombre de Julia Conesa, víctima del fascismo, verdugo de nadie, culpable sólo de luchar contra una dictadura por los derechos y las libertades de sus compatriotas, se borre en la Historia, con hache y con mayúscula. Merece la pena votar a favor de un Gobierno capaz de reformar el Código Penal, para que la manipulación de los datos históricos, la difamación y la calumnia sean delitos severamente castigados. Ya sé que no les apetece, pero si creen que nuestra democracia no se respetará a sí misma mientras no respete la dignidad de quienes lucharon por ella, no les queda más remedio que votar el 10 de noviembre.
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