Lorena Durán, belleza sin etiquetas
LA CARRERA DE Lorena Durán se ha ido cocinando con los ingredientes de un clásico cuento de hadas: una vocación temprana, un impedimento inesperado, un giro que transforma ese destino que parecía truncado… Y un final feliz. Su historia es la de una chica con todas sus curvas abriéndose hueco en una industria, la de la moda, tradicionalmente vetada para cuerpos como el suyo. Pero a sus 25 años, esta sevillana de labios carnosos y ojos rasgados puede presumir de haberse erigido en pionera: después de haber trabajado para firmas como El Corte Inglés, Violeta by Mango o L’Oréal, se ha convertido en la nueva modelo curvy de Victoria’s Secret, la famosa firma de lencería, que recientemente anunció el fin de sus desfiles con ángeles.
Para esta sesión de fotos, Durán aparece en el estudio vestida con pantalones anchos, top y unas zapatillas de colores. También lleva puesta una sonrisa de oreja a oreja. Cuenta que, por las mañanas, el baile le aporta una “energía espectacular” que la recarga para abordar sus jornadas maratonianas. Antes de maquillarse, reserva unos minutos para charlar frente a un café con leche. No le faltan simpatía ni desparpajo. “Lo mío con la moda viene desde que tengo uso de razón”, recuerda. “Desde que era chiquita le decía a mi mamá: ‘Ponme los tacones’. O: ‘Quiero ver modelos en la tele’. Es algo que traía ya conmigo”.
Llegada la adolescencia, empezó a presentarse a todos los certámenes de belleza que se celebraban cerca de su casa, en Los Palacios y Villafranca. Pero al cumplir los 15 años, un desajuste hormonal provocó una transformación en su figura. De una talla 36 pasó a una 44. “El cambio fue brutal. Yo misma pensé: ‘Adiós al sueño de ser modelo”. La decepción, eso sí, no le duró demasiado. Mientras enlazaba sus estudios de técnico de laboratorio con un empleo en una confitería, dio con el que terminaría siendo su agente: “Me dijo: ‘Lorena, el movimiento curvy ha llegado a España. Vente a Barcelona que vamos a comenzar tu carrera”.
A la capital catalana llegó para medir la temperatura del agua con un dedo y acabó dándose el chapuzón completo. Los encargos en España y en Europa se fueron solapando hasta que, hace un año y medio, dio el salto a Nueva York. Ahora, una parte de su vida transcurre en un avión y, la otra, entre focos y pasarelas. El poco tiempo libre que le queda lo llena con bailes, boxeo y “algo de vida social”. Pero no se queja: “Es el momento de aprovechar todas las oportunidades que se me presenten”, zanja la modelo, que subraya que, si bien lo curvy se define como “una talla en un término medio”, a ella le sobran las etiquetas. “Por suerte, cada vez se apuesta más por la diversidad. Y ya era hora”, defiende. “Ser buena modelo no consiste solo en ser guapa y tener buen cuerpo. Es muy importante lo que tú transmites. Por eso, uno de mis planes es apuntarme a una academia de interpretación, para abrirme posibilidades como actriz y poder ampliar mi carrera”.
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