La tensión sexual no resuelta (o sí) en las ‘películas de colegas’
Así ha evolucionado la masculinidad en Hollywood a través de las ‘buddy movies’
Dos personas incompatibles que, por circunstancias de la vida, se ven obligadas a pasar tiempo juntas acabarán aprendiendo a tolerarse, a apreciarse y a hacerse mejores personas la una a la otra. Cuando son un hombre y una mujer se le llama comedia romántica. Cuando son dos hombres, buddy movie (película de colegas). Y todos son hijos de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
La primera mitad del siglo XX, la de Laurel y Hardy o Dean Martin y Jerry Lewis, presentó las parejas masculinas como escapismo (ante la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial), pero los setenta les dieron por fin un propósito: dinamitar el sistema con una detonación controlada que saciase el ansia del público por ver el orden caer. La excusa para juntarlos era el movimiento social (Cowboy de medianoche), literal (Easy rider) o en huida hacia adelante (Dos hombres y un destino). Y entre el público masculino está mucho mejor visto emocionarse con una amistad entre dos tíos que con un romance entre un hombre y una mujer.
Con la buddy movie interracial, los ochenta reintegraron el subgénero en el sistema: trabajar juntos para mejorarlo, tal y como pedía amablemente el presidente Reagan, era una misión más importante que sus diferencias de clase (Entre pillos anda el juego), de metodología (Límite: 48 horas), de capacidades (No me chilles que no te veo) o de valores (Arma letal). Thelma y Louise consolidó una diversidad que ha acabado retrasando tres décadas la existencia de una buddy movie con Leonardo DiCaprio y Brad Pitt (en la reciente Érase una vez en... Hollywod, de Quentin Tarantino).
Porque ellos llegaron a un Hollywood donde si dos protagonistas blancos, de sexo masculino y de la misma edad compartían póster, el público asumiría que eran idiotas (Dos tontos muy tontos, Wayne’s world, Beavis & Butthead), dibujos animados (Toy story, Shrek, Monstruos S.A.) o enamorados sin saberlo (Le llaman Bodhi, Entrevista con el vampiro, Matt Damon y Ben Affleck recogiendo su Oscar). Porque la buddy movie de los noventa requería sensibilidad (Cadena perpetua), diferencias reconciliables (Hombres de negro), mentoría (Seven), choque cultural (Hora punta) y diversidad racial (todas las anteriores).
Y justo cuando la comedia romántica tradicional pasó de moda con el cambio de siglo, surgieron las comedias brománticas (bromance: dícese del amor no romántico entre dos hombres). En Te quiero, tío, Paul Rudd está a punto de casarse, pero de quien se queda prendado, con quien construye un espacio donde pasar tiempo juntos y discute, se separa y finalmente se reconcilia es con Jason Segel, su mejor amigo.
La comedia bromántica derriba tabúes sociales sobre la intimidad entre hombres y sus protagonistas tienen menos reparos a pedir perdón, aprender lecciones, madurar y poner su felicidad en manos de otro si ese otro es su colega, porque no sentirán que su vulnerabilidad les está castrando. Si Superfumados estuviese protagonizada por un chico y una chica, el 100% de sus espectadores asumiría desde la primera escena que acabarían juntos.
Porque los buddies están hechos el uno para el otro. La tensión sexual no resuelta, que Santiago Segura resumió mejor que nadie en Torrente, el brazo tonto de la ley en esa escena con Javier Cámara (“¿Nos hacemos unas pajillas?”, “sin mariconadas ¿eh?”), ha cancaneado en la buddy movie desde que Laurel y Hardy hacían la cucharita para dormir. Y eso lo sabe Quentin Tarantino, uno de los primeros en proponer que Top gun es, en realidad, una historia de amor no asimilado entre Tom Cruise y Val Kilmer.
Érase una vez en... Hollywood es también la primera buddy movie de Tarantino con dos blancos (tras Pulp Fiction y Django desencadenado) y ha tenido que ambientarla en la última década donde esa combinación no levantó cejas, los setenta, con un tipo que literalmente se juega la vida por su mejor amigo. La estrella de cine de tercera Rock Dalton (DiCaprio) y su doble en las escenas de acción, Cliff Booth (Pitt), escribirán una nueva página, atestada de diálogos chispeantes, en un subgénero que no pasará de moda mientras siga existiendo una crispación social que conciliar.
La última ganadora del Oscar, Green book, conectaba a los dos polos más opuestos posibles: un artista negro homosexual y un obrero blanco heterosexual. Quizá la única forma de revitalizar el género sea poner a dos tíos que están tan de acuerdo en todo que no se soportan. Claro que para eso ya está la vida real.
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