La eterna amistad de Newman y Redford
EL PAÍS presenta mañana, sábado, por 8,95 euros, 'Dos hombres y un destino', un renovador 'western' de George Roy Hill
Hay historias reales más grandes que la vida, y el guionista William Goldman ha encontrado un par a lo largo de su carrera. Una de ellas fue la semilla de Dos hombres y un destino, un western renovador, distinto, protagonizado por dos estrellas en estado de gracia: Paul Newman y Robert Redford. En 1967 Goldman era un profesor de Literatura que había rematado un guión sobre la fascinante historia de Butch Cassidy y Sundance Kid, dos bandoleros que no sólo habían forjado su leyenda en Estados Unidos a finales del siglo XIX, sino que, tras huir a América del Sur, se convirtieron de nuevo en mitos en aquellas tierras. En manos del director George Roy Hill, Paul Newman y Robert Redford interpretaron en la pantalla a los dos forajidos más atractivos del cine; fuera de ella, nació entre ambos una profunda amistad. Dos hombres y un destino obtuvo en 1969 un éxito clamoroso en la taquilla y logró cuatro oscars. El trío reprodujo el triunfo cuatro años después en El golpe, y Newman y Redford se quedaron con ganas de tripitir. Tanto, que esta semana Newman ha anunciado que sólo va a rodar una película más en su carrera y que será, por supuesto, junto a Redford.
Revisada hoy en día, Dos hombres y un destino sigue manteniendo un hipnótico tono crepuscular, una añoranza surgida de felices paseos en bicicleta que caen en la melancolía gracias a la canción Raindrops keep fallin' on my head, de la impresionante belleza de Katharine Ross y de la química que surge entre Newman y Redford. Sus personajes, Cassidy y Sundance, serán leyendas, pero saben que no morirán de viejos, que su vida es una constante huida, incapaces de abandonar el bandolerismo. Dicen que son dueños de su propio destino, intuyen que no. Cuando, rodeados por una cuadrilla de superpolicías -pagados por el dueño de los ferrocarriles que saqueaban los bandoleros-, deciden saltar por un barranco, ambos perciben que aún no ha llegado su final. Ese momento les alcanzará años después, cercados por policías bolivianos, tras una buena temporada dedicada a saquear bancos en Suramérica.
Se sabe mucho de la existencia del auténtico Butch y muy poco de Sundance. Cassidy lideraba en 1890 la cuadrilla que más crímenes y asesinatos cometió en el salvaje Oeste. Aunque encabezara a estos ladrones, Cassidy no era un pistolero. No mató a nadie hasta poco antes de morir, cuando trabajaba como guardia en América del Sur. Ni siquiera planeaba los golpes. William Goldman explica este liderazgo con una clarificadora anécdota. "Cassidy le caía bien a la gente. A todo el mundo. Cuando le seguía la policía, llegaba a un rancho y más o menos decía: 'Mire usted, soy Butch Cassidy y me vienen persiguiendo; les estaría muy agradecido si me escondieran una temporadita'. Y lo hacían". Sundance Kid era el rápido pistolero de la banda. Butch, Sundance y la novia de éste, Etta Place, huyeron en 1902 a Suramérica con la ley pegada a sus talones. En los siguientes siete años -hasta que les mataron-, asaltaron bancos, robaron ganado, cuidaron un rancho, cambiaron de nombre y de nuevo resurgió su leyenda. Con un currículo así, Goldman tenía razón: a veces la vida es mucho mejor que la ficción.
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