Una explosión de emociones: risa, locura e ironía, así se ve a sí mismo Pablo Carbonell
EL ROTULADOR se vuelve pícaro en las manos de Pablo Carbonell. Su divertido dibujo provoca una
explosión de emociones. Algarabía, risa, libertad, felicidad, locura, ironía, humor. Siguen los trazos. Y
siguen brotando ideas: vida, ilusión, resaca, desorden, pasión…, ¡hasta bululú! Así se ha definido él mismo en alguna ocasión. Persona y personaje confluyen en dos imágenes que hipnotizan al mirarlas fijamente.
Como un niño travieso, el cantante despeina su autorretrato por toda la hoja de papel, que se le queda
pequeña. Pinta dos graciosas orejas, una nariz de muñeco de trapo, una inmensa y perturbadora sonrisa y unos ojos que se salen de las órbitas. La cosa se lía tanto que hasta el jaspeado del jersey se vuelve loco. Como cantaría Raphael, “¡es-cán-da-lo, es un escandaló!”.
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