El fotógrafo José Antonio Martínez propone prestar atención a los líquenes. A él le ha valido para descubrir un universo de belleza sutil, de formas y colores que le recuerdan al mejor expresionismo abstracto. En distintos rincones de España los ha encontrado entregados a su lenta e inmemorial tarea colonizar la materia, sea una piedra, un tronco o una bota de cuero.
Sobre un suelo de yeso en Navarra.José Antonio MartínezSobre una bota de cuero en La Serena, Badajoz.José Antonio MartínezEn el parque natural del Moncayo, Zaragoza.José Antonio MartínezLíquenes sobre rocas de granito en los Pirineos.José Antonio MartínezPolilla mimetizada entre líquenes en los Pirineos.José Antonio MartínezLíquenes sobre rocas de cuarcita.José Antonio MartínezLíquenes sobre una rama de roble en los Pirineos.José Antonio MartínezColonizando pizarras en la comarca de Aliste, Zamora.José Antonio MartínezColonizando pizarra en Zamora.José Antonio MartínezSobre el tronco muerto de un pino en los Pirineos.José Antonio MartínezLíquenes sobre un tronco muerto de haya en la Selva de Irati, Navarra Elogio del liquen Deténganse y miren los líquenes. Apenas lo hacemos. Son uno de los seres que más inadvertidos pasan y, sin embargo, están muy presentes, en los sitios más insospechados, asentados sobre múltiples sustratos y con unas formas y colores que, observados al detalle, ofrecen un maravilloso universo estético que a veces impacta como una gran obra del expresionismo abstracto, como un cuadro de Jackson Pollock o de Willem de Kooning, solo que uno no tiene que pagar ninguna entrada para ver líquenes, ni se sabe de liquen alguno que haya sido subastado por varios millones de dólares. Son estos organismos prodigiosos uno de esos regalos que brinda la naturaleza a cualquier mirada atenta y curiosa. Los líquenes son habitantes muy antiguos de este planeta. Sus primeros registros fósiles se remontan al Precámbrico, a unos 500 millones de años atrás. Están entre los seres más longevos. Pueden crecer durante cientos o miles de años sobre rocas, descomponiéndolas y convirtiéndolas en sustrato para las plantas. Soportan condiciones durísimas de sequedad y de temperatura e incluso resisten radiaciones extremas, pero son muy sensibles a la alteración del entorno y a la contaminación atmosférica. Por eso, además de un placer para la vista, son óptimos bioindicadores de la salud de nuestro medio ambiente.José Antonio Martínez