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Una mirada al valle del Tessaout

Para contar esta historia hay que remontarse a marzo de 2018, en una sala donde se presentaba una nueva ONG. Ahora se ha convertido en un proyecto en el que participa casi todo un colegio mayor universitario

Los miembros de la ONG juegan con los niños del valle del Tessaout.
Los miembros de la ONG juegan con los niños del valle del Tessaout.Acción Geoda
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Para poderos contar nuestra pequeña historia tenemos que remontarnos a marzo de 2018, en una de las salas de un colegio mayor adscrito a la Complutense (Madrid), en el que vivimos desde hace algunos años, donde nos presentaban una casi nueva ONG llamada Acción Geoda que trabaja en una de las zonas más olvidadas de Marruecos, por no decir del mundo, el Valle del Tessaout.

Se trata de un conjunto de unas 80 aldeas a las que el Gobierno ha restado importancia, y ha dejado prácticamente incomunicadas. El agua potable llegó hace apenas diez años a alguna de ellas de la mano de esta ONG con la que colaboramos. La luz, hace cinco. No obstante, aún hoy, lamentablemente, existe un número considerable de familias que no tienen acceso a estos dos servicios primarios.

Esta es la realidad: la pobreza se manifiesta omnipresente a cada paso y las necesidades básicas de los habitantes de la zona están muy lejos de estar cubiertas, tanto a nivel sanitario, como social y educativo.

Es aquí donde aparecemos cinco universitarias de entre 18 y 22 años, compañeras de colegio mayor, que inician el que será el proyecto más grande en el que nos hemos embarcado: la construcción y el mantenimiento de una escuela infantil y el empoderamiento de la mujer como objetivo en una de estas pequeñas aldeas, Tasslent. Y nos consideramos unas privilegiadas por la visita que pudimos hacer en marzo de este año.

Lo primero que necesitábamos para poder contribuir de cierta manera y estructurar el proyecto era financiación, por lo que, usando nuestra creatividad y la ayuda de todos los miembros del colegio mayor, en especial de unos 20 compañeros, llevamos a cabo la que sería la Primera Jornada Solidaria del Valle de Tessaout, en la que organizamos y dirigimos diferentes actividades tanto deportivas como lúdicas. La recaudación fue todo un éxito gracias a la cooperación y la participación de jóvenes universitarios que en muchos casos no habían adquirido un compromiso de esta índole hasta el momento.

No olvidaremos algunos momentos cómplices que vivimos las dos, como cuando nos encontrábamos en el único mercado de la zona y mediante el lenguaje que todos los niños entienden, el del juego, bailamos y cantamos juntos

De la misma manera, y contando con que en un principio éramos solo cinco chicas, quisimos plasmar uno de los conflictos culturales más relevantes del siglo XXI, la discriminación de la mujer. Para ello creamos la Primera Semana de la Mujer de nuestro colegio mayor en la cual se vendieron diferentes artículos diseñados por colegiales reivindicando la igualdad de género.

Así, fue como a lo largo de este año, fuimos generando entre nuestros compañeros el mismo entusiasmo y ganas que nosotras tenemos por fomentar la educación en esta zona de Marruecos, por lo que el resto de las actividades tuvieron una gran acogida y conseguimos alcanzar los objetivos económicos que nos habíamos planteado en septiembre de 2018.

Quisimos ver con nuestros propios ojos la realidad de la que tanto hablábamos a los demás, pero que no era más que aquella que nos habían transmitido a nosotras meses antes, dándole fuerza y consistencia a todo el propósito, y atrayendo a jóvenes para que se unieran y participasen junto a nosotras en nuestra aventura a Marruecos.

Así el 9 de marzo de este mismo año iniciamos el viaje. No pudo ser muy largo, solo cinco días, pero los suficientes para palpar de primera mano las necesidades del valle, conocer su cultura y a sus gentes. Tuvimos la oportunidad única de compartir sus preocupaciones, que esperamos menguar de cierta manera o al menos ofrecerles nuestra pequeña ayuda para que sean capaces de llevar a cabo en la medida de lo posible todo aquello que nos describían.

No olvidaremos algunos momentos cómplices que vivimos las dos, como cuando nos encontrábamos en el único mercado de la zona (donde cabe destacar que las mujeres y las niñas tienen prohibido el acceso) y mediante el lenguaje que todos los niños entienden, el del juego, creamos una atmósfera en la que bailamos y cantamos juntos. Lo curioso de esta anécdota es que una niña que pasaba caminando de la mano de su padre, al vernos a nosotras, se soltó de su mano y se unió, un reflejo crudo de realidad.

Cuatro meses después seguimos con las mismas ganas, ahora ya no somos cinco chicas, se ha convertido en un proyecto en el que participa casi la totalidad del colegio mayor y, sobre todo, que cuenta con el apoyo incondicional de los 20 que fuimos a Tessaout. Al llegar a Marruecos nos advirtieron del que llaman el virus del valle, ahora sabemos que estamos contagiados, preparando las actividades para recaudar todo lo que podamos y aportar nuestro granito de arena para mejorar o, sería más exacto decir, iniciar la educación infantil y la alfabetización de la mujer en esa pequeña aldea olvidada del Norte de África.

El final de esta aventura, esperamos, está aún muy lejano. Confiamos en pasarles el testigo a los nuevos cursos que van entrando en el colegio cada año, para mantenerla e incrementarla. La clave del éxito es el compromiso, y comprender, que toda ayuda es bien recibida, que día a día y con mucho esfuerzo se pueden alcanzar objetivos muy grandes. Por eso, animamos a todo el que nos lea a interesarse por esta zona del mundo, tan cercana y lejana de nosotros a la vez.

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