El oficio de construir
Con los Premios de las Artes de la Construcción, el filántropo norteamericano Richard Driehaus vela por los oficios artísticos, una profesión en peligro de extinción que en España alcanza la excelencia


Lluc Mir ha dedicado su vida a construir muros de piedra en seco; Anna Santolaria es una maestra vidriera especializada en el mantenimiento y la restauración de piezas antiguas; Miguel Ángel Balmaseda es el depositario de una tradición de ebanistas dedicados a hacer puertas con orejeras; Luis Prieto ha firmado los trabajos de estuco de algunos de los museos más singulares de España. Los cuatro salieron de sus talleres para recibir el reconocimiento de los Premios de las Artes de la Construcción que concede, anualmente, el filántropo norteamericano Richard H. Driehaus.
La afición por la conservación del patrimonio la vivió Driehaus en su propia piel. Quiso comprar una lámpara Tiffany y terminó comprando la residencia en la que el banquero Samuel M. Nickerson la había ubicado. Nickerson se hizo construir en el Chicago de la Edad Dorada (Gilded age, entre 1870 y 1900) una vivienda sin parangón en la ciudad. Fascinado por esa otra historia de su ciudad, Driehaus recuperó, conservó e hizo restaurar minuciosa y concienzudamente el palacete. Hoy aquella mansión es el museo que lleva el nombre del financiero y recuerda la importancia de conocer la historia y conservar el patrimonio.
Eso hacen los cuatro artesanos premiados con un galardón dotado con 10.000 euros. Lluc Mir lleva media vida levantando muros de piedra seca, un elemento clave en la delimitación del paisaje mallorquín. Tanto es así que la Unesco reconoció esas construcciones como Patrimonio Cultural Inmaterial. Mir preside el gremio de margers que los construye a los lados de los caminos, vela así por la protección y transmisión del conocimiento que permite levantarlos y que contribuye a preservar la identidad de la isla.

Anna Santolaria tiene, en Girona, un taller de vidrieras donde ha recuperado las de la Casa Batlló que Gaudí levantó en el Paseo de Gracia barcelonés. También ha restaurado, las del Monasterio de Santes Creus, en Tarragona, o las de las Catedrales de Naumburg, en Alemania, Lichfield y York, en Reino Unido, o Upsala, en Suecia.
Las puertas con orejeras son una tradición ecijana que el ebanista Miguel Ángel Balmaseda aprendió de su familia, encargada, durante siglos de restaurar los palacios de la ciudad. Balmaseda ha ganado el premio en la categoría de madera.
El museo Romántico de Madrid, el Lázaro Galdiano, el Cerralbo, el Congreso de los diputados o el Monasterio de Yuste, en Cáceres, tienen todos algo en común. El estucador de León Luis Prieto —que aprendió el oficio en Bélgica, Francia y Alemania— firma los revestimientos artesanales de las paredes. Prieto realiza además, él mismo, sus pigmentos naturales. Es su manera de plantar cara a la progresiva estandarización cromática y defender la esencia singular del trabajo artesano.
La Fundación Richard H. Driehaus también ha creado y desarrollado una Red Nacional de Maestros de la Construcción Tradicional, un directorio online que reúne a más de 400 artesanos y los da a conocer. Este proyecto ha recibido el aplauso del Premio Hispania Nostra a las Buenas Prácticas, un galardón que reconoce las iniciativas que “promueven las intervenciones o los modelos de gestión de un bien cultural que, preservando todos sus valores patrimoniales, haya promovido beneficios para los habitantes del entorno de la actuación y representado un impacto económico y social positivo y duradero”. Duradero es un adjetivo que buena parte de la promoción arquitectónica actual cuestiona. Estos artesanos la asocian a la destreza conquistada día a día con un oficio.
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