“Vestirte es disfrazarte para el papel que quieres interpretar en tu vida”
De la cabeza de Diana de Gales a las de Madonna o Lady Gaga. Los diseños de Stephen Jones llevan cuatro décadas manteniéndose en la cima de la moda.
SI ERES DISEÑADOR de moda, ¿por qué detenerte en el cuello? La cabeza es la parte más excitante del cuerpo”. Stephen Jones lo repite como un mantra. El sombrerero inglés, de 62 años, lleva cuatro décadas decorando cabezas de toda clase y condición. Desde sus emocionantes tocados para la realeza —en su día vistió a Diana de Gales y más recientemente a Meghan Markle—, pasando por los sombreros que ha ideado para cantantes como Boy George, Madonna o Lady Gaga, hasta sus extravagantes creaciones para todo tipo de marcas de moda, de Dior a Comme des Garçons. Su currículum, tan relevante como extenso, es un viaje por lo mejor de la historia de la moda y la cultura pop. Una andadura que empezó sin grandes sueños ni aspiraciones. “Siempre había ese tío o tía que preguntaba: ‘Steven, ¿qué harás cuando seas mayor?’. Y la verdad es que yo no tenía ni idea”. Pero reconoce que su interés por el arte del vestir despertó muy temprano: “Desde muy, muy pequeño entendí qué significa estar arreglado o no estarlo, y qué mensaje quieres enviar con ello. Comprendí que todo tiene un significado cultural y que vestirte es disfrazarte para el papel que quieres interpretar en tu vida. Recuerdo a mis padres preparándose para ir a una fiesta y lo bien que les hacía sentirse ir correctamente vestidos”, explica. “También tenía muy claro que el uniforme de la escuela tenía que ver con el control”.
En este ambiente de fiestas de postín y uniformes escolares, Jones llegó a la moda a través de la música. La portada del primer álbum de Roxy Music abrió al Stephen de 15 años una puerta a una nueva dimensión: “Era 1972. En mi escuela todos estaban interesados en otro tipo de música. Cuando yo vi aquella portada pensé: ‘¡Oh! Tienen un aspecto fantástico”.
Así empezó a hacer sombreros. Al principio, solo para sus amigos. “Pensábamos que eso era algo para una generación anterior. ¡Y que era aburrido!”. Jones diseñaba nuevas piezas para que sus colegas las lucieran en los clubes, el epicentro del Youthquake, la movida juvenil de la época. “Por este motivo, mis sombreros son siempre más pequeños y fáciles de poner. Porque tienes que poder bailar con ellos”, explica. “O tienen que ver con la realidad, o son la fantasía real”, añade.
Las piruetas creativas entre esas dos ideas contrapuestas son la especialidad de Jones, que como diseñador vive una doble vida. “Es curioso, porque mi relación con la pasarela y con los sombreros que diseño para la vida real es muy diferente. Las creaciones de mi colección están hechas para poder tener una conversación, no para una pasarela en la que hay 12 metros por delante”.
“Desde muy pequeño comprendí que vestirte es disfrazarte para el papel que quieres interpretar en tu vida”
Jones no tiene reparos en compartir anécdotas de su relación con célebres diseñadores, pero se muestra mucho más discreto cuando suena el nombre de Meghan Markle, que escogió un modelo suyo en su primer acto oficial y que ha vuelto a recurrir a él en varias ocasiones después. “La verdad es que no quisimos ni enviar un comunicado”.
El diseñador se muestra mucho más locuaz al hablar sobre el poder transformador del sombrero: “Es un pasaporte a otro lugar. Se podría escribir un artículo entero sobre la percepción de estos objetos”. En su opinión, para que uno sea relevante, “solo tiene que hacer feliz a alguien”. Confiesa que siempre está pensando en ellos. “Todos los días y todo el rato. Me pregunto de forma constante: ¿qué será lo próximo? Cualquier cosa puede ser un punto de partida”. En su libreta anota palabras o hace pequeños bocetos. “El dibujo es la forma más sencilla que tengo de comunicar y plasmar mis ideas. Hace años los enviaba por fax. Ahora los mando por e-mail. Y con Marc Jacobs hago las pruebas de vestuario por FaceTime”. Para él, el diseño tiene mucho que ver con una comunicación fluida. Y cualquier lugar es bueno para idear. Como se desplaza por trabajo continuamente, ha transformado su bolsa de viaje en un pequeño taller: le basta con un móvil, un lápiz, una libreta y una cabeza en miniatura. “Es una de las grandes ventajas de ser sombrerero, que todo se puede reducir de tamaño”.
Con más de 70.000 referencias, el archivo de Jones funciona casi como un acta notarial de los profundos cambios que han transformado la industria de la moda en las últimas décadas. El inglés, que lleva colaborando desde 1992 con Dior, ha sobrevivido a tres directores creativos: “Empecé con John Galliano, que fue quien me presentó. Luego llegó Raf Simons, y ya habíamos trabajado juntos en Jil Sander. Y a Maria Grazia la conocí un poco antes de su nombramiento”. Pero sus colaboraciones intermitentes con Rei Kawakubo, la diseñadora de Comme des Garçons, en un registro muy lejano al lujo tradicional que representa Dior, muestran su versatilidad. “Con Rei, si hago algo que creo que le gustará, lo odia. Pero cuando hago algo que pienso que no le interesará, entonces es cuando le encanta. Porque lo que ella busca es la sal para sus colecciones. Es consciente de que los sombreros son importantes y venden”. “En una ocasión, estábamos haciendo unos muy sencillos y le pregunté ‘¿Por qué quieres que elabore estos sombreros yo? Los podrías hacer mucho más baratos’. Ella le dijo a Adrian Joffe, su socio y marido, que, aunque fueran más caros, quería que los sombreros estuvieran hechos por un gentleman inglés, no en una fábrica en China. Porque al final no solo compras la prenda, sino una filosofía cultural y una experiencia”, resume Jones.
¿Ha cambiado mucho el mundo de la moda? “Antes estaba más enfocado que ahora. Creo que es bueno que haya más diversidad, más voces, más opciones… Pero también pienso que de alguna forma es un mundo más confuso. Aun así, cuando hago un sombrero para Comme des Garçons no es diferente a hace 30 años. Eres tú y tu escritura ante una página en blanco”. Jones ha superado con creces las 10.000 horas que exige la maestría, pero sorprende con su humildad cuando un mensaje en el móvil interrumpe la conversación y le cambia el semblante: “A un cliente no le gustó un modelo. Casi lo teníamos terminado. Tenemos que volver a empezar y no hay tiempo… Puedes aprender, pero al final siempre te verás en situaciones como estas”.
Para Jones, el mejor antídoto a los vicios de la experiencia es rodearse de gente joven. Por eso colabora de forma habitual con marcas que empiezan su andadura: “Para mí es muy importante seguir trabajando con diseñadores emergentes. Resulta fascinante encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. Si piensas que lo sabes todo y solo trabajas para los creadores de siempre, de alguna manera estás diciendo que no estás preparado para seguir aprendiendo”.
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