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La asignatura que empieza en la Complutense y acaba en Kenia

La ONG Cirugía en Turkana cuenta con alumnos de Medicina para su trabajo en el país africano. Tres de sus doctores consiguieron crear una optativa sobre cooperación en la carrera y desde el principio se agotan las plazas

Un niño mordido por una serpiente siendo atendido por el equipo de Turkana.
Un niño mordido por una serpiente siendo atendido por el equipo de Turkana.Miguel Ángel Fernández
Patricia Peiró
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Cuando los estudiantes de medicina empiezan sus prácticas en hospitales, no son muchos los que se imaginan un centro en el que atender picaduras de serpiente, heridas de bala y mordiscos de cocodrilos. Los que cursan la asignatura Cirugía en Cooperación Internacional en la Universidad Complutense de Madrid, se encuentran con este tipo de casos en el aula. Y algunos de ellos no se conforman con escucharlo en clases magistrales, quieren vivirlo.

La doctora Carmen Hernández puso en marcha esta optativa cuatrimestral hace cinco años junto a sus colegas Carmelo Loinaz y Fernando Turégano. "Todos teníamos bagaje en cooperación internacional, cuando nos lanzamos a crear esta optativa tuvimos un gran apoyo del director del departamento Jaime Arias. El programa de estudios lo fuimos tejiendo poco a poco en las cafeterías de Madrid", relata Hernández. Desde el principio, la asignatura llena todas sus plazas y ha ampliado número de alumnos. Ahora se imparte a 70 estudiantes y puede que aumenten.

Los traumatólogos pasan consulta en el hospital.
Los traumatólogos pasan consulta en el hospital.Gisela Fernández Pretel

¿Cuál es el germen de una de las asignaturas favoritas para los alumnos de Medicina? Hay que viajar a 9.000 kilómetros, en la región keniana de Turkana. Allí nació en 2004 una ONG del mismo nombre cuando cuatro cirujanos del Ramón y Cajal realizaron una expedición para practicar operaciones a los locales. Turkana es una tierra inhóspita, afectada tremendamente por el cambio climático, que se ubica en la frontera con Etiopía, Sur Sudán y Uganda. Cuenta con un hospital en Lodwar, la capital de la región, su esperanza de vida no supera los 55 años y hay un 22% de mortalidad infantil.

Cada año, se incorporaban más médicos y voluntarios, hasta ahora que suman 24 de cinco hospitales como el Clínico San Carlos. "En todo este tiempo hemos aprendido cómo trabajar. Hacemos una batida de pacientes meses antes para planificar las intervenciones que realizaremos, vamos a recogerlos y los devolvemos a casa. Es más caro pero mucho más efectivo. Si te quedas esperando en el hospital a que aparezcan, esto no va a suceder; no pueden andar 30 kilómetros para acudir a ti", resume Hernández, la profesora de la Complutense y directora médica de cirugía de Turkana. Los doctores españoles cuentan con la vital colaboración del equipo local. La entidad se financia gracias a donaciones; cuentan con el apoyo de un bar en la calle Segovia, de eventos solidarios y de premios como el que le acaba de conceder la Fundación Mapfre valorado en 30.000 euros.

Cuando conocía el proyecto volví a casa diciendo a mis padres que me iba a Kenia y es de estas veces en las que los padres no tienen mucho que replicar porque ven la seguridad con la que lo dices, cuenta una alumna

En 2018 atendieron a 836 personas y realizaron 260 intervenciones quirúrgicas. Fue hace tres años, cuando se incorporaron los alumnos de Medicina de la Complutense. "Tenía recelos, no sabía muy bien qué papel podían jugar, pero una vez nos lanzamos, me di cuenta de que mis temores eran infundados", reconoce Hernández. Dos de esas estudiantes son Natalia Casanueva (19 años) y Julia Marín (23 años). "Mi año fue el segundo en el que se impartía la asignatura y pedimos a los profesores que nos hablaran más acerca de los proyectos en los que ellos estaban involucrados, así es como conocí Turkana y me acerqué a Carmen para saber más. Volví a casa diciendo a mis padres que me iba a Kenia y es de estas veces en las que los padres no tienen mucho que replicar porque ven la seguridad con la que lo dices", relata Marín.

Julia Marín sostiene a un niño en uno de sus viajes.
Julia Marín sostiene a un niño en uno de sus viajes.Gisela Fernández Pretel

"Creo que la asignatura tiene éxito porque es totalmente diferente, te ayuda a contextualizar y ver que no solo hay que analizar la enfermedad en sí, sino también cómo y donde transcurre la misma", continúa la estudiante de quinto curso. "Cuando fuimos, estabamos asustadas, no sabíamos si íbamos a estar la altura, te cuentan lo duro que es... Pero cuando me bajé del avion sentí que era mi sitio y que tenía muchas ganas de conocer y ayudar", asegura Casanueva.

El papel de los estudiantes es básicamente de apoyo en consultas y de toma de datos para cuatro investigaciones que la organización ha puesto en marcha sobre nutrición, enfermedades de transmisión sexual, telemedicina y la enfermedad olvidada Madura Foot. "También ayudamos en todo lo que tiene que ver con el papeleo porque tiene que quedar todo perfectamente registrado", puntualiza Casanueva.

En las aulas tienen la oportunidad de conocer proyectos de organizaciones grandes y pequeñas, de aprender sobre intervenciones en África, en Latinoamérica, en campos de refugiados... En terreno, comprenden esta realidad cotidiana en muchos países. Marín resume así sus emociones de la primera vez: "Una de las cosas que tengo grabadas fue el hospital (de Lodwar). Yo ese año ya había empezado mi rotacion en España, así que el contraste entre una realidad y otra fue muy grande. Nunca olvidaré los casos de desnutrición, el olor, la limpieza, los grandes quemados... Aquí es todo muy esteril y allí lo que ves es lo que hay y no puedes aspirar a más porque no hay otro medios".

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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