Por una Unión Fiscal Europea
Así como se creó el euro para evitar más crisis, una mayor integración puede evitar la crisis de deudas.
El primer paso hacia la integración europea, después de sufrir los horrores de la Segunda Guerra Mundial, fue la creación del Mercado Común Europeo. Pero como en todo proceso de integración, detrás de cada acercamiento hay una crisis que debe superarse para que las relaciones se consoliden.
La crisis de las monedas
Durante los años ochenta la industria alemana producía una cantidad de máquinas y bienes de equipo mucho mayor de la que su propio mercado era capaz de comprar. La solución fue vender el excedente al resto de Europa prestando el dinero que necesitaba para comprar esos productos. La maquinaria se compraba así “a crédito” y se utilizaba en el resto de países para construir todo tipo de infraestructuras.
Hasta que en 1989 cae el muro de Berlín. Alemania Occidental se ve entonces forzada a utilizar toda su capacidad industrial y financiera para desarrollar Alemania Oriental, que estaba más atrasada. Los socios europeos se quedan entonces sin los préstamos alemanes y sin opción a comprar maquinaria y, lo que es peor, los bancos tienen aún la obligación de devolver a los bancos alemanes toda la deuda acumulada.
Como consecuencia, entre 1990 y 1993 la dirección del flujo de dinero que circulaba desde Alemania hacia Reino Unido, Francia, Italia y España se invierte. Esto, naturalmente, genera un gran estancamiento en la economía de esos países. La situación se agrava aún más con la consiguiente devaluación de sus monedas, resultado de la fuga de capitales que se origina.
Tampoco los inversores alemanes están satisfechos; sus inversiones en el extranjero pasan a valer en tres años un 40% menos debido a la devaluación de las monedas.
Los gobiernos europeos acuerdan, para enfrentar esta situación, que la mejor opción es crear una moneda única para toda Europa.
La crisis de la deuda
Concluida la reconstrucción de Alemania Oriental y con la moneda única en funcionamiento, la industria alemana comienza de nuevo a producir mayor cantidad de maquinaria de la que el mercado alemán es capaz de absorber. Igual que en los años ochenta, comienza a vender al exterior, lo cual genera un excedente financiero que los bancos alemanes están dispuestos a prestar fuera.
De esta manera, en el 2000 inicia una competencia entre los países europeos por atraer la inversión alemana. Los países compiten reduciendo el impuesto de sociedades para hacerse más atractivos al capital. Esto genera una caída dramática de los ingresos fiscales en toda Europa, una inevitable reducción del gasto público y un significativo incremento de la desigualdad, dado que se produce un desequilibrio entre la carga fiscal asumida por el trabajo y la asumida por el capital.
Finalmente, en esa situación de competencia hay unos ganadores. Los principales destinatarios de las inversiones alemanas entre 2000 y 2008 son Irlanda –que redujo su impuesto de sociedades hasta un 12%–, y los países del sur de Europa. Durante esos años los bancos españoles reciben cada año 100.000 millones de euros en forma de préstamos, que son utilizados para comprar los bienes de equipo alemanes necesarios para construir cientos de miles de viviendas.
Pero en 2008 la crisis que se origina en Estados Unidos lleva a los bancos alemanes a interrumpir sus préstamos. El acceso a financiación alemana, que venía alimentando la burbuja inmobiliaria y sosteniendo millones de empleos, se interrumpe abruptamente. En esta ocasión les corresponde a los bancos del sur de Europa devolver la deuda. Surge así en esta región la crisis de la deuda privada.
En contra del principio de libre mercado, que supuestamente rige la economía europea, desde el centro se exige entonces a los estados del sur que garanticen la devolución de la deuda privada que sus bancos tienen contraída con los bancos alemanes. Así, los estados del sur se encuentran con una doble carga: rescatar a los bancos y rescatar a millones ciudadanos, a los que tienen que sufragar prestaciones por desempleo.
Mediante estos dos mecanismos es como la crisis de deuda privada de 2008 se convierte en solo tres años en crisis de deuda pública. En 2011 son los propios estados del sur de Europa los que están hiperendeudados. Comienzan entonces los recortes en el gasto público y la historia que todos conocemos.
Mientras tanto, Alemania ha encontrado nuevos socios comerciales a los que prestar para que compren sus bienes de equipo; primero Brasil, después Turquía, etc. Hasta que, sembrado el mundo entero de socios comerciales hiperendeudados, entra ella misma en crisis por no tener ningún posible socio comercial sano.
Esta crisis tiene solución: es el momento de la Unión Fiscal Europea
La responsabilidad de esta situación descrita no es de la extraordinaria productividad alemana, ni tampoco de los estados del sur de Europa, que salieron al rescate de sus ciudadanos cuando el flujo financiero privado se interrumpió.
Simplemente es necesario dar otro paso en nuestra integración. De la misma forma que se creó una moneda única en Europa para evitar nuevas crisis de monedas, es imprescindible una Unión Fiscal Europea para evitar nuevas crisis de deuda.
Esta es la propuesta del partido Por Un Mundo Más Justo para estas elecciones europeas; una Unión Fiscal Europea que establezca un impuesto de sociedades mínimo del 30% en todos los países de la Unión y que compense fiscalmente los desequilibrios comerciales.
Como dice Jürgen Habermas “las diferencias estructurales entre las regiones económicas nacionales no se pueden compensar si no se avanza hacia la unión política… faltan competencias europeas para una política fiscal común”. En definitiva, de la misma manera que nunca leemos una noticia preocupante acerca de la deuda que tiene Burgos con La Rioja, tampoco volverá a ser preocupante la deuda entre diferentes regiones de Europa, ya que el flujo fiscal equilibra el desequilibrio comercial evitando un exceso de endeudamiento.
Y esto no solo debe guiar la política europea, también debemos dar pasos hacia una mayor integración fiscal a nivel global, ya que, estos desequilibrios y esta competencia entre países, que afectan gravemente a la vida de las personas, no solo se dan entre países de la Unión.
*Alejandro Plans Beriso es portavoz general del partido Por Un Mundo Más Justo
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