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Nace el primer manual para tratar heridas por armas explosivas en niños

La guía, en la que participa Save the Children, está pensada para ayudar en zonas donde faltan especialistas y medios, se usa ya en Siria

Un niño yemení desplazado desde Hodeida por la guerra gatea en la puerta de la choza de Sanaa, la capital del país, donde se ha refugiado su familia, en Sanaa, Yemen.
Un niño yemení desplazado desde Hodeida por la guerra gatea en la puerta de la choza de Sanaa, la capital del país, donde se ha refugiado su familia, en Sanaa, Yemen.Khaled Abdullah (REUTERS)
Isabel Ferrer
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En las zonas de guerra y conflicto armado no suele haber pediatras o psicólogos infantiles a mano. Sin embargo, unos 420 millones de niños, uno de cada cinco, vivía en 2017 en los peores focos mundiales: Afganistán, Yemen, Siria, Sudán del Sur, Irak, Malí, Nigeria, República Centroafricana, Somalia y República Democrática de Congo. Su sufrimiento es doble, porque son las principales víctimas de bombardeos o ataques suicidas, y padecen secuelas psicológicas que pueden entorpecer sus vidas. Save the Children, la ONG humanitaria que ha recopilado estas cifras, recuerda que los menores no son adultos en miniatura y precisan cuidados médicos especializados, y ha colaborado en la elaboración del primer manual del mundo diseñado para tratar las lesiones causadas por armas explosivas. Usado ya por médicos en Siria, es una guía para el tratamiento y la posterior rehabilitación del menor.

Titulado Manual de campo sobre lesiones pediátricas por onda expansiva, y puesto a punto junto con el Imperial College, de Londres, y su Centro para el Estudio de Heridas por Explosivos, revela el efecto devastador de estas armas incluso cuando no estallan, porque pueden ser encontradas luego por los niños. Sus cuerpos están en periodo de crecimiento y pesan menos que los mayores, de modo que son lanzados más lejos por la fuerza de una detonación (explosión brusca), o deflagración (una sustancia arde con llama y sin explosión). Sus huesos sufren mayores deformidades de difícil enmienda, tienen menos sangre para perder, y lo más probable es que no reciban ayuda médica especializada porque la guerra ha destruido su entorno y las redes de apoyo. Además, el hueso del cráneo no es tan grueso como el de un adulto, y ello aumenta el riesgo de lesión cerebral.

Escrito de momento en inglés, pero con planes para traducirlo al árabe y llevarlo también a Yemen y Afganistán, el texto detalla las cinco fases esenciales a tener en cuenta ante un menor con heridas de esta índole. Son la pre hospitalaria; control de daños, reanimación y cirugía con cuidados intensivos; cirugía; cuidados en planta; rehabilitación y apoyo psicosocial. Cada una de sus 176 páginas está diseñada para que se pueda fotografiar con la cámara de un teléfono móvil facilitando su distribución, y el volumen es resistente al agua. Los capítulos dedicados al tratamiento de heridas y rehabilitación son muy gráficos, con ilustraciones y advertencias sobre cómo evitar riesgos mayores, la administración de analgesia y medicamentos. Hay detalles acerca de fármacos y sus dosis, y un formulario para apuntar los datos y tratamiento aplicado al paciente. Se dan consejos para proteger al médico cuando trabaja, y ese aspecto, el cuidado de niños y mayores, se hace extensivo al daño psíquico

Ilustración de la guía pediátrica que explica cómo introducir un tubo endotraqueal en un niño.
Ilustración de la guía pediátrica que explica cómo introducir un tubo endotraqueal en un niño.Paediatric Blast Injury Partnership

“Los médicos sirios que nos llamaron necesitan apoyo para tratar niños, pero heridas de esta índole, tan específicas y terribles, produce también secuelas emocionales”, dice Kelly McBride, especialista en salud mental y ayuda psicosocial de la ONG. “Hay niños que han visto morir a su familia y amigos, y su recuperación depende también del apoyo que reciban por parte de los adultos. Cada edad es distinta. Un pequeño puede pensar que todo es culpa suya y preocuparse por la reacción de los mayores. Por el contrario, el adolescente con mutilaciones o lesiones que le desfiguran es más consciente de su aspecto. Ahí, la respuesta de sus amigos es importante”, explica, en conversación telefónica.

Destacada en Jordania, McBride recuerda que “hay niños que se lo guardan todo, y les cuesta hablar, pero no existen en el vacío”. “Sus padres o cuidadores también necesitan asistencia, y el manual intenta ser práctico y cuidadoso. Los menores centran nuestra labor, pero si no se ampara al que ayuda no podemos seguir adelante”. Escrito de manera que pueda ser útil en distintas culturas, según los estudios de la organización, “el 84% de los adultos que ha padecido bombardeos o explosiones, y casi todos los niños, tienen estrés en su vida diaria”.

Además de participar en el manual, Save the Children ha elaborado un nuevo estudio sobre este tipo de daños analizando datos de Naciones Unidas. Revela ahí que el 72% de las muertes infantiles registradas en Nigeria, Afganistán, Irak, Siria y Yemen, son por culpa de explosiones de todo tipo. Como le pasó a Hussein, de 14 años, que en 2016 perdió una pierna en Mosul (Irak) por la onda expansiva de una bomba. Antes jugaba e iba al colegio. Ahora está inmovilizado y recibe asistencia psicológica por parte del equipo de Protección infantil de la propia organización. Mahmoud, de 12 años, es otra víctima: se quedó sin un ojo por culpa de una explosión en Gaza. Y Hassouni, de nueve años, con esquirlas en el cráneo y una mano paralizada por un coche bomba en la propia Mosul.

Página del manual pediátrico que ilustra y explicacómo realizar una fasciotomía a un niño.
Página del manual pediátrico que ilustra y explicacómo realizar una fasciotomía a un niño.Paediatric Blast Injury Partnership

En 2017, añade la ONG, las armas explosivas causaron en Afganistán el 84% de las muertes de niños. En Nigeria, los ataques suicidas ocasionaron la mitad de las víctimas infantiles. “Pero las bajas no se producen solo durante la lucha. Al este de Ucrania, unos 220.000 niños corrían el riesgo de pisar una mina hace dos años. Y en 2014, todas las muertes de menores registradas en Gaza lo fueron en estallidos”. Lulu, una niña de 13 años, jugaba allí en 2014, en la calle, cuando cayó un misil. Mató a diez de sus amigos, y aún arrastra las secuelas psicológicas del ataque.

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