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Cómo pasar de la queja al éxito

Todos tenemos una mentalidad fija que nos impide avanzar y una mentalidad de crecimiento que nos impulsa en la vida y nos aporta felicidad

RUBÉN MONTENEGRO
RUBÉN MONTENEGRO

Todos nos equivocamos, pero no todo el mundo vive el error de la misma forma. Es posible que hayas visto en tu trabajo, o en tu familia, personas que, ante un fracaso, caen en brazos de justificaciones o culpan al mundo de lo sucedido. Otras, en cambio, afrontan la situación como un camino para aprender y superarse. Carol Dweck, profesora de la Universidad de Stanford, observó la reacción de niños y adultos ante las equivocaciones. Comprobó algo interesantísimo: la manera en que vivimos el error define nuestro mundo interior de creencias, nuestra manera de vernos a nosotros mismos y, por ende, nuestra capacidad para ser feliz. Según esta reconocida investigadora existen dos mentalidades: la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento, que no depende ni de la inteligencia ni de variables sociales.

La mentalidad fija considera que el talento y las habilidades son innatas y que existe poco margen de maniobra para cambiar. Son las personas que se quejan, que evitan proyectos de transformación y que justifican su error con cualquier cosa que pase por allí. “No me ha salido bien este informe porque mi compañero no ha parado de incordiarme”, por ejemplo. Paradójicamente, estos individuos pueden ser terriblemente exigentes consigo mismos. Para evitar su propio “machaque interior” sortean los desafíos. ¡Hay que impedir parecer que no se es tan listo ante una dificultad! ¿Conoces a alguien así? Pueden ser personas muy inteligentes, pero tienen estas creencias que les paralizan.

Las personas con mentalidad de crecimiento, en cambio, consideran que el éxito depende fundamentalmente del esfuerzo. No ponen el foco solo en el resultado final, también les importa el proceso de aprendizaje. Para estas personas los errores no suponen una “catástrofe interior”, ya que forman parte de la evolución. Buscan los comentarios de los demás para seguir avanzando.

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Una vez que hemos descrito las dos mentalidades, hagamos un ejercicio. Si piensas en los problemas que te agobian, ¿qué tipo de reacción tienes? La respuesta la ofrece la profesora Dweck. Todos tenemos mentalidad fija y mentalidad de crecimiento. Dependiendo de nuestra forma de ser, habrá aspectos de nuestra vida o ciertos problemas que caigan en el terreno de las justificaciones. Otros, en cambio, nos llevarán a remangarnos para continuar hacia delante. Por eso, si queremos afrontar una dificultad con éxito, la solución está en nosotros mismos. Esta pasa por un proceso compuesto por cuatro fases que se está desarrollando con éxito en la educación de niños y en la formación de adultos.

En la primera fase hemos de ser honestos e identificar aquellas situaciones que nos activa la mentalidad fija. Todos, absolutamente todos, caemos alguna vez en brazos de las excusas, de la culpa o de la negación de nosotros mismos. “Evito la presentación en inglés porque se me da mal”; “alguien ha conseguido ese resultado porque tiene enchufe” o “no soy capaz de igualar lo que mi compañero hace”. El mundo de las justificaciones es muy creativo.

En segundo lugar, necesitamos tomar conciencia de cómo actúa nuestra mentalidad fija. Para ello, si nos atascamos ante un problema, es recomendable escribir a nuestra mentalidad fija para poner distancia (“cuando entras en acción, haces que me diga…”). También podemos tener frases internas que contrarresten esa sensación: “hoy no, Pilar”, por ejemplo. Otra técnica es la que Dweck y su marido ponen en práctica ante un problema o discusión. Cuando aparece entre ellos el mundo de las justificaciones, para evitar dañarse, echan la culpa a una tercera persona imaginaria. Ambos saben que no existe, pero así consiguen descargar la energía de la frustración para construir después.

Tercero: cuando un problema nos atasca debemos aplicar la mentalidad de crecimiento que hayamos tenido en otro momento de nuestra vida o en otra área. Necesitamos recordar qué nos decimos a nosotros mismos cuando estamos en dicha mentalidad, cómo aprendemos y cómo podríamos trasladarlo a la situación que nos preocupa. Para ello se sugiere crear una frase que sirva de eslogan y tenerla presente: “cuando te esfuerzas, lo consigues”, por ejemplo. Debe ser una fórmula capaz de hacernos reaccionar, por lo que nos debe sonar en lo personal.

Por último, como aconseja Dweck en su conferencia TED, tenemos que incluir el poder del todavía. En vez de decir “no sé hablar chino”, hay que sustituirlo por “no sé hablar chino todavía”. Este concepto abre las puertas a la posibilidad. En definitiva, si pudiéramos tomar conciencia de nuestras dos mentalidades, del daño que nos produce mentalidad fija y de la capacidad que tenemos para transformarla con la de crecimiento, viviríamos los problemas con más recursos y nos sentiríamos mejor con nosotros mismos.

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