El centroderecha auténtico
Casado ha preferido asumir su debilidad y actuar bajo el mandato moderantista de sus barones apenas acabar el recuento electoral
En el PP ya se ha cursado la primera orden para la nueva estrategia: guardar a José María Aznar bajo llave, y desempolvar a Mariano Rajoy. De hecho, Aznar debe quedar bajo siete cerrojos, al modo en que el regeneracionismo noventayochista pedía “siete llaves al sepulcro del Cid”, como símbolo del tradicionalismo conservador ahora representado por Vox con sus performances en Covadonga bajo la inspiración de Don Pelayo, al que se había acercado peligrosamente el PP.
El plan pasa por recuperar el relativismo marianista y regresar al centro, ese largo viaje en el que el PP va y viene, porque en realidad sólo se desplaza allí por temporaditas, cuando conviene, del mismo modo que alguien va a un balneario a tomar las aguas. En tiempos de política líquida, o casi gaseosa, dictada por el marketing sin narrativas sólidas, pasar de la derecha al centro solo necesita una orden más o menos desesperada desde el puente de mando: ¡viramos 90 grados al centro, avante toda! El temor es que allí haya un Schettino.
El signo de la falsa segunda vuelta —en las elecciones locales, los candidatos tienen mucho peso, no sólo las siglas, y esto matiza las inercias— va a estar determinado por la sombra del fracaso sobre el PP. Es la clave. Para Casado sería difícil superar un segundo naufragio en apenas un mes. Claro que hay mucho más en clave nacional: la consolidación de la hegemonía de un PSOE centrado; la pelea de Podemos por entrar en las aritméticas del poder local para mejorar su músculo negociador al formarse Gobierno; la amenaza de los primeros sorpassos territoriales de Cs que darían empaque a su reivindicación del liderazgo de la derecha; pero sobre todo, descartada la irrupción de Vox, tendrá efectos sistémicos la suerte del PP.
Casado en realidad no se juega el poder, sino la supervivencia. Por eso ha colectivizado la estrategia del 26-M con los barones. Ciertamente, la suerte en Madrid de Ayuso o Almeida irá a su debe particular, y el impacto sentimental de perder la Corte no resultaría menor; pero Casado ha preferido asumir su debilidad y actuar bajo el mandato moderantista de sus barones apenas acabar el recuento electoral: Feijóo, Juanma, Herrera, Ceniceros pidiendo “menos Faes”… De ahí que el PP entrase aznarista en Génova y saliera marianista. La bandera del reformismo centrista es su tabla en el naufragio.
El problema para Casado es que Ciudadanos se ha instalado ahí, con un desplazamiento del centro al centroderecha, para hacerse con el liderazgo en toda la franja. De ahí que el líder del PP se centre en denunciar que Cs es una farsa y ellos representan el centroderecha auténtico. Se trata de un fetiche político recurrente, desde la Falange Auténtica, el IRA Auténtico, el Peronismo Auténtico, el viejo Partido Revolucionario Cubano Auténtico, incluso los Finlandeses Auténticos … y Casado apela a que ellos son el Centrismo Auténtico, y Ciudadanos sólo un partido socialdemócrata, viejo aliado del PSOE, emboscado por oportunismo. Y van a percutir ahí. Pero no será fácil vender autenticidad en pleno proceso de travestismo.
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