Una lectura inquietante
Por primera vez un partido separatista, ERC, ha ganado las elecciones generales en Cataluña, con un millón de papeletas
El sociólogo José Luis Álvarez plantó hace un año la tesis del “tictac demográfico”, según la cual solo es cuestión de tiempo que el secesionismo logre la mayoría social de la que ha carecido durante el procés. Las políticas de construcción nacional que el pujolismo puso en marcha en la administración, los medios de comunicación y el mundo educativo continuarán incidiendo los próximos años, sobre todo entre los jóvenes. Y una vez fallezcan la mayoría de los llegados desde otras partes de España en los años cincuenta y sesenta, los independentistas podrán superar el apoyo del 50% e intentar de nuevo alcanzar la secesión. A la vista de los resultados del 28 de abril hay razones para creer que ese análisis no anda desencaminado.
Si bien una lectura comparativa con las autonómicas de 2017 invita a no preocuparse, ya que esta vez el secesionismo se ha situado por debajo del 40%, ese optimismo tropieza con algunos hechos nuevos. Por primera vez un partido separatista, ERC, ha ganado las elecciones generales en Cataluña, con un millón de papeletas y 15 diputados. Es una victoria que no se hace a costa de JXCat, que conserva 7 de sus 8 diputados y no pierde votos, sino de pescar en otros caladeros.
Finalmente, el conjunto del separatismo logra enviar al Congreso más diputados que el constitucionalismo, 22 frente a 18 (12 PSC, 5 Cs y 1 PP), dejando aparte los 7 de En Comú Podem y 1 de Vox. En el otro lado, el constitucionalismo solo puede celebrar el considerable aumento del PSC. El PP se ha hundido y Cs solo mantiene la posición con un pequeño crecimiento. Hechas las sumas y las restas, el conjunto de las derechas (incluyendo ahora a Vox) sufre una merma de casi 20.000 votos con relación a 2016. Por su parte, los 400.000 nuevos votantes socialistas han sido insuficientes para una victoria con la que poder argumentar que la situación en esta comunidad empezaba a normalizarse. La fuerte polarización política en España invitaba a creer en un aumento mayor del PSC. Así pues, las preguntas clave son: ¿dónde han ido a parar los electores que han abandonado a los comunes, formación que en 2016 ganó las elecciones en Cataluña y que ahora ha perdido 10 puntos?, y, sobre todo, ¿cómo se ha distribuido el espectacular aumento de la participación?
En cada cita con las urnas, el independentismo ha seguido ganando apoyos absolutos. Incorpora a votantes nuevos, y son mayoritariamente jóvenes
Sigmas Dos y Gesop han concluido que el apoyo perdido por En Comú Podem se ha repartido entre PSC y ERC, aunque una pequeña parte ha podido también recalar en el ultrarradical Front Republicà (FR). En definitiva, la caída de los comunes no ha beneficiado principalmente a los socialistas, a diferencia de lo que sí ha ocurrido en el resto de España con el retroceso de Unidas Podemos. Solo la mitad de sus 239.000 votos perdidos los ha recuperado el PSC. En cuanto al incremento de la participación, alrededor del 60% de los 663.000 nuevos votantes se ha ido al bloque separatista, que ha logrado aumentar sus apoyos en 514.000 frente a solo 380.000 para el conjunto del antiindependentismo. Se trata de un desequilibrio importante que no puede justificarse argumentando que en 2016 los independentistas fueron menos a votar. El retraimiento afectó al conjunto de la izquierda. Esa diferencia debe explicarse por otros factores.
En las “plebiscitarias” de 2015 pareció que el separatismo había agotado sus caladeros electorales tras una movilización continuada desde 2012. Pero en cada nueva cita ha seguido ganando apoyos absolutos. Ocurrió en 2017, cuando para sorpresa de muchos incorporó a 113.000 votantes nuevos, mayoritariamente jóvenes. Y ahora ha crecido más y en mayor proporción que el antiindependentista en comparación con 2016. Es un escenario que refuerza la tesis sobre el “tictac demográfico”, y que se completa con algunas hipótesis sobre preferencias ideológicas por grupos de edad que cifran en 18.500 el incremento potencial de votantes cada año a favor del separatismo como consecuencia de las políticas nacionalistas de largo alcance y de una tasa de defunción por razones de edad que es mayor en el constitucionalismo.
ERC se dispone a copiar el pragmatismo de Convergència con el objetivo de “ensanchar la base”, pero sin moderar su radicalismo. En el otro lado, los constitucionalistas no comparten diagnóstico ni respuesta y están más divididos que nunca. En el orden de prioridades, el problema sociopolítico principal no es la inmersión lingüística, cuestionable por otras razones e incongruente con la defensa del bilingüismo y la identidad dual de los catalanes. Mucho más nociva a corto plazo es la falta de neutralidad de la Generalitat y los Ayuntamientos, el control del tejido asociativo o el militantismo de los medios públicos y de algunos subvencionados. En cualquier caso, ante la ofensiva independentista para ganar las zonas metropolitanas que se le resisten, con Barcelona ahora como objetivo, al constitucionalismo le urge una estrategia de Estado que saque de una vez Cataluña de la lucha partidista. Esta legislatura será de impasse político, pero si no se empieza a actuar socialmente en una década el secesionismo puede ser mayoritario en las urnas.
Joaquim Coll es historiador.
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