Cómo los polacos desafiaron el régimen comunista levantando casi 4.000 iglesias de vanguardia (y al final lo vencieron)
De formas fantásticas y ensoñadoras, estos templos se construyeron apenas sin materiales y como forma alternativa de disidencia, contraviniendo en todo el orden establecido. Ahora, un trabajo de investigación recupera su historia
Entre 1967 y 1977, los vecinos del distrito de Nowa Huta, en Cracovia, diseñado como una ciudad estalinista ideal, desafiaron la prohibición de la República Popular de Polonia para levantar —literalmente, piedra a piedra— El Arca del Señor, como se conoce a la Iglesia de Nuestra Señora Reina de Polonia. Una corona dorada, financiada gracias a las joyas donadas por los parroquianos, decora la torre; y las paredes se construyeron con las piedras que los fieles traían de sus vacaciones. No tenían el permiso del gobierno, pero sí el apoyo del Vaticano y, de hecho, la parroquia fue consagrada por el entonces obispo local, Karol Wojtyla, elegido un año más tarde Papa (Juan Pablo II).
El Arca del Señor no es la única ni la primera. Entre 1945 y 1989, en la Polonia comunista —un país con un gobierno que rechazaba la religión, pero con una larga tradición católica— se construyeron hasta 3.780 iglesias. Fueron no solo un acto de reivindicación de un pueblo frente al telón de acero, sino también una reacción rupturista y creativa de los artesanos locales frente a la rigidez del sistema soviético que bloqueaba cualquier exceso o expresión de la individualidad, limitando la arquitectura a la prefabricación o lo seriado, en definitiva a aquellos bloques de viviendas tan característicos del socialismo.
Los procesos de construcción representaron también una transgresión a las organizadas estructuras de trabajo de la Polonia de posguerra: las obras eran emprendidas y desarrolladas por la propia comunidad y cuadrillas de vecinos, a partir de fondos provenientes de aportaciones locales, un modo de hacer que ahora nos resulta familiar y podemos conocer bajo nombres como crowdfunding, pero que por aquel entonces suponía una disrupción.
El vacío espiritual que dejaba el plan comunista, el hecho de que el gobierno decidiera mirar hacia otro lado permitiendo estas constucciones para canalizar así el descontento y reducir las protestas en las calles, y el alejamiento del didactismo en la arquitectura de las iglesias que se produjo a raíz del Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1965, fueron los tres revulsivos que terminan de explicar este fenómeno tan peculiar.
Muchas de estas iglesias comenzaron a construirse en la década de los cincuenta, cuando el fin de la era estalinista de Khruschev dio paso a un periodo más liberal para el comunismo en Europa. Sin embargo, la mayoría fueron levantadas en los ochenta —más de 1.000—, cuando su construcción no estaba prohibida ni autorizada, y su creación iba más allá de las razones de la fe para convertirse en un instrumento de protesta contra el comunismo.
El mapa de su distribución da información también de la historia del momento. Mientras en los ochenta, un mayor número de templos católicos se localizó en las zonas rurales, en los noventa predominaron los suburbanos, que se desarrollaron en paralelo al crecimiento de las grandes ciudades industriales, que se alimentaron de la fuerte migración desde el campo y los núcleos urbanos más pequeños, y fueron concebidas según el modelo funcional soviético. Estas iglesias representan la spocas edificaciones que lograron mantenerse al margen y subvertir su estricta regulación formal.
Talentos individuales, artesanos o arquitectos más jóvenes trabajaban junto con las parroquias, que eran las responsables de seleccionar los diseños de sus iglesias. Admiraban los estilos y materiales de vanguardia, pero el gobierno polaco restringía el acceso a elementos y maquinaria de construcción. De modo que este ejercicio de voluntad ensoñadora dio lugar a un fenómeno único en la arquitectura del siglo XX, en el que las particulares diseños y de formas fantásticas se unen a la historia y el proceso de construcción de cada uno de ellos.
Gracias a la investigación Arquitectura del VII día —puede verse en forma de exposición en la Casa de la Imagen de Logroño hasta el día 8 de mayo, con motivo del festival de arquitectura Concéntrico—, llevada a cabo por dos diseñadoras y arquitectas y un arquitecto polacos —Iza Cichońska, Karolina Popera y Kuba Snopek—, es la primera vez que se pueden contemplar juntas estas fascinantes edificaciones.
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