¿Árbol o parabrisas? Así son las nuevas fuentes de los hermanos Bouroullec en los Campos Elíseos de París
Su creación ha recibido tantos elogios como críticas. Delicado comienzo para una instalación con 3.060 cristales de Swarovski, que ocupa el lugar de otros surtidores destruidos sucesivamente por el vandalismo
Los hermanos Ronan y Erwan Bouroullec, prodigios del diseño francés de las últimas décadas, se hicieron conocidos por sus muebles y objetos inspirados en las formas orgánicas de la naturaleza. Pero su última creación, un conjunto de seis fuentes móviles y minimalistas que desde esta primavera flanquean los Campos Elíseos de París, recuerda más bien a un parabrisas, como admite el hermano mayor, Ronan Bouroullec. También hay quienes las han comparado con las magueras de un túnel de lavado; y "una señora", cuenta Christophe Girard, concejal de Cultura de la capital francesa, "me dijo que le parecían preciosas. Pero luego me preguntó que cuándo quitábamos los andamios".
A los parisinos no les gustan los cambios, por lo que sus fuentes han recibido tantos elogios como críticas. Y a los Bouroullec no les importa demasiado. Dicen que estaban preparados para encajar la polémica desde que aceptaron el encargo del Ayuntamiento de París. Eran conscientes de la visibilidad extrema que cobraría el proyecto, que ha costado 6,3 millones de euros y ha servido —con la mitad de ese presupuesto— para reconstruir el sistema hidráulico, que había quedado inservible.
La primera sorpresa es que, en esta rotonda histórica que cada día recorren 300.000 personas —en el cruce de la legendaria arteria con la exclusiva avenida Montaigne—, hubiera habido seis fuentes, donde hasta hace pocas semanas había solo un puñado de agujeros llenos de detritos. En realidad, hace 30 años que dejaron de funcionar.
Esos andamios son en realidad estructuras de una sofisticada aleación de bronce y aluminio, sumada a cuatro toneladas de cristales Swarowski, un total de 3.060. Cada fuente cuenta con un mástil central sobre el que se apoyan distintos brazos horizontales, que soportan ramas de cristal luminoso suspendidas a cuatro metros del suelo.
En esta mítica avenida, donde los franceses celebraron la Liberación en el verano de 1944 y las victorias deportivas de su selección nacional en las últimas décadas, los Bouroullec han convertido en realidad su particular utopía: hacer un diseño elitista para las masas. "Queremos dirigirnos al mayor número posible de personas, pero sin perder la exigencia", confirma Ronan, que creció con su hermano en un lugar perdido en medio del campo, cerca de la ciudad bretona de Quimper.
Los creadores reivindican la inspiración orgánica también en esta última creación: "Sigue habiendo un vínculo fuerte con la naturaleza. Estas fuentes son camaleónicas y buscan el mimetismo con su entorno", expresa el diseñador junto a su invento. "El día en que las instalamos, el cielo estaba gris, plúmbeo. Las fuentes desprendían un romanticismo melancólico. Esta mañana, con el sol brillando, los cristales reflejaban pequeños arcoíris sobre el agua", relataba Ronan Bouroullec en la presentación de su proyecto. "Y al atardecer, cuando llegue la puesta de sol, seguramente se teñirán de rosa. La intención es que se fundan en el paisaje".
Tres años, 40 empresas y un grupo de mecenas de la ciudad
Pueden parecer sencillas, pero su producción fue ardua. De 13 metros de altura, el equivalente a un edificio de cuatro plantas, están compuestas por 5.000 piezas y fueron fabricadas por 40 empresas a lo largo de tres años. Por la noche, su cristal, de aspecto delicado pero recio —capaz de resistir la inclemente meteorología de París— se ilumina con LED e instaura un poético diálogo con la Torre Eiffel que parpadea en las horas en punto en la otra orilla del Sena. Solo este sistema de iluminación, pensado para un consumo muy bajo y engarzado en los cristales, requirió una nueva patente.
La operación ha sido financiada por el mecenazgo privado a través del llamado Fondo por París, un patronato integrado por concejales del consistorio municipal y personalidades de la sociedad civil. Su próximo proyecto será la instalación de la polémica nueva estatua de Jeff Koons junto al Petit Palais, que ya ha alcanzado el objetivo de financiación.
"Escogimos a los Bouroullec, conocidos en el mundo entero, porque son capaces de respetar la historia de la ciudad y su patrimonio, pero también de aportar una vibración contemporánea", afirma el presidente de ese fondo, Rémi Gaston-Dreyfus. Él logró convencer para que entraran en el proyecto a la familia Dassault —dinastía industrial que es dueña del palacete Le Hon, joya del neoclásico situada en la rotonda donde se ubican las fuentes— o al clan Houzé, propietario de las Galerías Lafayette, que acaba de abrir una nueva sede en los Campos Elíseos, allá donde en otro tiempo hubo un Virgin Megastore.
La rotonda de la innovación y la destrucción
"El arte más audaz y más libre se parece a lo que es París: una ciudad que nunca ha dejado de reinventarse", defiende Christophe Girard. "Ese arte debe tomar posesión de un lugar que se ha convertido en espacio de un debate democrático desde hace varias semanas", añade, en referencia a las manifestaciones de los chalecos amarillos, que escogieron los Campos Elíseos como lugar de encuentro.
También. Aunque por el espacio que ocupan hoy las seis fuentes de los Bouroullec han pasado en el último siglo varias que al poco fueron destrozadas. En el siglo XIX existió un surtidor central, que fue eliminado para evitar los problemas de circulación. Después se crearon las seis fuentes actuales, sobre las que en los años treinta se colocaron distintas estatuillas de cristal con formas de animales, como palomas y ardillas, que no tardaron en ser destruidas. En los cincuenta, el decorador Max Ingrand propuso discretas rosetas a ras de suelo. La historia de esta rotonda es una mezcla de innovación y demolición, de admiración y vandalismo, a la que los Bouroullec, con toda probabilidad, no lograrán escapar.
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