_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No disparen al denunciante

Empresas con más de 50 empleados e instituciones públicas de lugares con más de 10.000 habitantes tendrán que establecer canales confidenciales para denunciar abusos en la protección de datos

Ana Fuentes
Centro de datos de Facebook,en Lulea, en la Laponia sueca.
Centro de datos de Facebook,en Lulea, en la Laponia sueca. Getty Images

Lux Leaks, los papeles de Panamá, el Dieselgate, la lista Falciani, Cambridge Analytica… son escándalos muy distintos, pero con un denominador común: un informador tiró de la manta. Siete de cada diez casos de corrupción los destapan particulares, según datos de la plataforma activista XNet.

Los denunciantes siempre han arriesgado. Antes de perseguir las noticias falsas, algunos Gobiernos y empresas ya intentaban silenciar las ciertas. El mundo anglosajón tiene leyes que los protegen desde hace tres siglos, aunque pueden terminar en la cárcel, arruinados, amenazados y aislados por la Ley de Espionaje. Hasta la semana pasada, la Unión Europea ni siquiera tenía un marco legislativo común al respecto. Solo en 10 de los 28 Estados gozan de cierto refugio legal. Ahora la Comisión acaba de aprobar una directiva para ampliar su protección en todos los Estados. Todas las empresas con más de 50 empleados o 10 millones de euros de ingresos, y las instituciones públicas de lugares con más de 10.000 habitantes, tendrán la obligación de establecer canales confidenciales para denunciar abusos en la protección de datos, servicios financieros, transporte o salud pública, entre otros.

Esta nueva legislación europea estuvo a punto de ser un cepo para los alertadores. Francia y Alemania, presionadas por sus patronales, querían obligarles a acudir primero a sus empresas, y que solo cumplido un plazo pudieran acudir a la policía, los medios u otras instancias. El lobby corporativo en Bruselas insistía en que las compañías ya tienen canales internos de denuncia y que una filtración sensible puede hacerles perder miles de millones. Aunque eso es cierto, el control y las auditorías han mejorado, no son infalibles ni bastan para garantizar el interés general o el de los accionistas. Basta con repasar la hemeroteca: pocos sectores o Gobiernos se salvan.

En Alemania y en Estados Unidos el Gobierno puede incluso pagar a los alertadores. Otros países, como Francia, teóricamente prohíben la recompensa, salvo para los chivatazos de fraude fiscal. La UE no ha querido entrar en regular el intercambio de dinero por información. “Es una lógica que nos preocupa porque puede generar un panorama muy tóxico”, cuentan varios europarlamentarios que llevan años trabajando por esta ley. Se avanza lentamente. Empresas e instituciones empiezan a colocar buzones de denuncia. El problema es que pocos son seguros. Se necesitan herramientas tecnológicas que garanticen de verdad el anonimato. De lo contrario, los periodistas, intermediarios y denunciantes no estarán cubiertos del todo.

En los próximos dos años nos jugamos que esa protección se amplíe o se restrinja. Son los dos años que le da Bruselas a los Estados miembros para adaptar la legislación. Sobre una base común pueden mejorar o diluir la protección de los alertadores. Y, con ello, la calidad de la democracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_