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MIRADA EXTERIOR
Columna
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“Nuestra historia lo merece”

A nadie se le escapa que en España carecemos de una Notre Dame, esto es, un símbolo milenario que suscite una adhesión social y política unánime

Olivia Muñoz-Rojas
Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Macron con los bomberos que intentan apagar el incendio en la catedral de Notre Dame.
Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Macron con los bomberos que intentan apagar el incendio en la catedral de Notre Dame. YOAN VALAT (EFE)

Lunes por la tarde. Muchos franceses y residentes como yo esperábamos con gran interés la alocución del presidente Macron anunciando las conclusiones del gran debate nacional que se ha desarrollado en el país en las últimas semanas tras la crisis de los chalecos amarillos. De repente, la noticia de que la catedral de Notre Dame está en llamas acapara portadas digitales y televisiones. Rápidamente, las imágenes del templo gótico ardiendo, sobrecogedoras, irreales, dan la vuelta al mundo. En una situación inédita, Macron decide posponer su esperado discurso. Sobre las once y media de la noche, cuando el incendio parece controlado y el daño, inestimable; se dirige a los medios de comunicación al pie del templo: “Nuestra historia está en llamas… pero esta catedral la reconstruiremos todos juntos, es lo que nuestra historia merece”.

Ante un símbolo milenario amenazado de muerte, la política puede esperar. Lo sucedido muestra la conciencia colectiva instantánea de que un fragmento único del pasado desaparece, frente a lo cual el presente se torna banal. “Es el lugar donde hemos vivido epidemias, guerras, liberaciones”, expresaba Macron. “Ateos o creyentes, Notre Dame es nuestra catedral común”, reaccionaba Mélenchon, líder de la Francia Insumisa. En el relato de la nación francesa, incluyendo la Francia revolucionaria, Notre Dame no deja de ocupar un lugar privilegiado. El inicio de su reconstrucción servirá quizá a Macron para aglutinar de nuevo, y, al menos momentáneamente, a la sociedad francesa. La política no tarda en apropiarse de la historia.

En nuestra campaña electoral, la historia de la nación española toma un lugar sin precedentes. Si el Partido Popular abre su programa electoral apelando “al fortalecimiento de la Nación” a través de 17 medidas, Vox incluye, entre sus primeras diez, “un Plan integral para el conocimiento, difusión y protección de la identidad nacional y de la aportación de España a la civilización y a la historia universal, con especial atención a las gestas y hazañas de nuestros héroes nacionales”. Historia y política se mezclan, asimismo, en las reacciones de los partidos a la carta de AMLO, proponiendo una revisión crítica conjunta de la Conquista, hace unas semanas.

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A nadie se le escapa que en España carecemos de una Notre Dame, esto es, un símbolo milenario que suscite una adhesión social y política unánime. Esta ausencia no viene dada. Es el resultado de la dificultad de la sociedad y sus instituciones políticas para construir un relato de país con el que el conjunto de ciudadanos pueda identificarse. No se trata de edificar un relato sin fisuras —el de la nación francesa las tiene— pero sí uno que parta del reconocimiento de la pluralidad de historias y herencias que hacen España. La derecha no puede monopolizar esta tarea. La izquierda tiene mucho interés en convencer a la derecha de que un país asentado sobre un pasado plural es más fuerte que uno sostenido en un único linaje.

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