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Columna
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El correo del zar

Venezuela no es una democracia, ni Maduro cree en ella, pero su liberación por demócratas como Abrams da mucho miedo aun asumiendo que Dios escribe recto con renglones torcidos

Juan Jesús Aznárez
Pompeo y Elliott Abrams durante una conferencia de prensa el pasado enero.
Pompeo y Elliott Abrams durante una conferencia de prensa el pasado enero. MANUEL BALCE CENETA (AP)

Elliott Abrams es el enviado especial de la Casa Blanca para Venezuela, es decir, el lugarteniente de Trump para los asuntos venezolanos. No es la primera vez que se encarga de llevar la libertad y la democracia a Latinoamérica. Veamos uno de sus antecedentes. Entre el 10 y el 12 de diciembre de 1981, miles de soldados del Ejército salvadoreño, entrenado por Estados Unidos, lanzaron la llamada Operación Rescate en el este de El Salvador contra la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

Durante la ofensiva del Batallón Atlacatl se produjo la matanza de El Mozote, en la cual 986 civiles, la mitad niños y niñas menores de diez años, fueron asesinados. Fue la más relevante de las carnicerías centroamericanas, pero no la única. Era la política de tierra arrasada y escuadrones de la muerte de los regímenes militares. Aquel horror fue recordado el pasado 13 de febrero en una audiencia del Congreso norteamericano para interpelar a Abrams tras su designación, el 25 de enero, como enviado especial del presidente a Venezuela.

En 1982 había testificado ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado sobre la política de EE UU en El Salvador. Lo hizo como subsecretario de Estado de Derechos Humanos del republicano Ronald Reagan. Entonces rechazó como propaganda comunista un informe sobre las salvajadas de El Mozote. Algunos soldados se jactaron de haber violado a niñas de 12 años antes de asesinarlas en un cerro.

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“Usted dijo que la política de EE UU en El Salvador fue un logro fabuloso. ¿Todavía cree que fue así?”, le interrogó en febrero Ilhan Omar, congresista demócrata por Minnesota, de origen somalí y primera musulmana que logra un escaño en la Cámara de Representantes. Hace 37 años, respondió que desde el día en que el presidente José Napoleón Duarte fue elegido en una elección libre (1984), hasta hoy, El Salvador ha sido una democracia. “Ese es un logro fabuloso”. El fantástico resultado incluyó una matanza de la que EE UU fue corresponsable, acusó la parlamentaria. Una imputación antipatriótica que Abrams optó por no responder. A continuación, Venezuela. “¿Apoyaría a una facción armada dentro de Venezuela que se involucre en crímenes de guerra, de lesa humanidad o genocidio si cree que estaban sirviendo a intereses de EE UU, como lo hizo en Guatemala, El Salvador y Nicaragua?”. Nueva impertinencia antiamericana.

Informes desclasificados demostraron que el subsecretario estaba al tanto de lo sucedido en El Mozote y lo ocultó deliberadamente al Senado. Solo en 2012, el presidente de El Salvador Mauricio Funes pidió perdón en nombre del Estado tras una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Venezuela no es una democracia, ni Maduro cree en ella, pero su liberación por demócratas como Abrams da mucho miedo aun asumiendo que Dios escribe recto con renglones torcidos.

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