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Fútbol contra el VIH donde el sida mata más

Unos 10.000 jóvenes se entrenan para prevenir el virus en Malawi, uno de los países con mayor prevalencia de la enfermedad

Peter Dias, a la derecha de la imagen, director de Programas de Juventud de la Fundación Umunthu, charla con uno de los entrenadores.
Peter Dias, a la derecha de la imagen, director de Programas de Juventud de la Fundación Umunthu, charla con uno de los entrenadores.J. I. M.
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Dos decenas de chavales juegan al fútbol en una de las barriadas periféricas de Blantyre, la segunda ciudad de Malawi en tamaño, población y actividad económica tras Lilongwe, la capital. Los campos, dos en total, son de tierra y no se ven líneas de cal que delimiten el terreno. La noche está a punto de caer. Las casas colindantes son por sí solas una buena descripción del panorama malauí: la mayoría son de barro y paja, muy humildes; y las de cemento, las menos, lucen desconchadas y algunas en estado de semirruina, como abandonadas o por terminar. En la tierra, con la pelota en circulación, solo se escuchan las risas y los gritos de quienes disfrutan con ella.

Los 20 jugadores usan cuatro conos que hacen las veces de porterías, unidos en equipos de tres. “Aquí lo hemos intentado todo. Teatro, música… Ahora, desde un par de años, utilizamos el fútbol, y la verdad es que nos va bastante bien”, explica Peter Dias, director de Programas de Juventud de la Fundación Umunthu. Su nuevo plan para luchar contra la propagación del VIH entre los jóvenes malauís, que echó a rodar en 2016, ha resultado un éxito: han pasado por él unos 10.000, han realizado pruebas de VIH a unos 3.000 y han detectado 70 nuevas infecciones, que se tratan ahora en la gratuita salud pública. “Es que nos dimos cuenta de que, cuando salen del colegio, van en tromba a jugar al fútbol. Y para combatir el VIH necesitamos estar donde estén ellos”, explica Peter.

En Malawi, una de cada 10 personas está contagiada de VIH, una de las prevalencias más altas del mundo. 400.000 menores de 15 años son huérfanos a causa del sida y se encuentran al cuidado de otros parientes cercanos, a menudo asfixiados todos por la pobreza extrema. Según la ONU, este país subsahariano es el sexto más pobre del mundo, con más del 50% de sus 16 millones de habitantes obligados a vivir con menos de un dólar y medio al día. Y, además, más del 30% de la población es analfabeta. Todo esto provoca una desinformación notable, que la población no encuentre una alimentación adecuada, que sea más probable por ello contraer el VIH y que, pese a los grandes avances en materia de salud, se produzca un círculo vicioso en el que contagiarse de la enfermedad resulta una amenaza constante. En 2016 se produjeron 36.000 nuevas infecciones y la enfermedad mató a más de 20.000 personas. Los jóvenes, más propensos a las relaciones sexuales, también son los más expuestos a esta enfermedad. El 16,4% de los malauís entre 15 y 49 años tiene VIH.

En Malawi, una de cada 10 personas está contagiada de VIH, una de las prevalencias más altas del mundo. 400.000 menores de 15 años son huérfanos a causa del SIDA

El programa Football Against HIV resulta relativamente sencillo de entender. Su objetivo es el de concienciar a la juventud de los peligros del VIH a través de la práctica de este deporte y, para ello, se sirve de lo habitual: una pelota y unos conos, y de un puñado de voluntariosos profesores. Peter lo explica así: “Primero, el entrenador hace los equipos, un tres contra tres, explica los ejercicios y coloca las porterías, pero las de un lado las pone más estrechas que las del otro. Marcar goles significa vivir sano, y es más fácil marcarlos en la portería más ancha. Los que intentan meterlos en la otra se agobian más y les resulta más difícil. Es una manera de asociar el fútbol a la vida con VIH; todo es más difícil cuando no estás contagiado, que es como marcar goles en las porterías grandes. Después mete a un jugador más en el equipo que ataca hacia las pequeñas para que los chavales sepan que, aun con VIH, se puede vivir bien si te ayudan otros; los médicos, los amigos o tu familia”, dice.

Moses Kapyupyu, uno de los jugadores, le da la razón. “Pienso que lo más importante es el conocimiento. Yo creo sinceramente que, cuando una persona tiene VIH, él tiene un problema, pero también lo tiene el país. Si los ciudadanos nos morimos, ¿quién va a ser productivo? Aunque también he aprendido aquí que con VIH se puede vivir, que no es una condena a muerte”, afirma. Por ello, vuelve a intervenir Peter, resulta crucial que, en un país con una prevalencia tan alta, los jóvenes sepan que se puede llevar una vida igual de digna y de buena si se siguen los tratamientos adecuados. “Además aquí damos siempre preservativos gratis. Quien venga a jugar puede pedirlos. Es también una forma de prevenir la enfermedad”.

Progreso notable pero insuficiente

“En las ciudades hay hospitales y son gratis, pero en los pueblos eso cambia. Es difícil, por ejemplo, que una mujer que viva en el campo acuda a un hospital a parir, así que imagínate a hacerse pruebas de VIH… A eso no va nadie”, se lamenta Peter. Los datos le dan la razón. En 2015, un año antes de que el programa comenzara, Malawi sólo disponía de un médico por cada 65.000 habitantes. En la mayoría de establecimientos de salud existía un déficit grave de personal, medicamentos y equipo básico "y el acceso a los centros sanitarios para la población rural, la que vive alejada de las principales ciudades es muy difícil si no imposible”, reflejaba la doctora Cristina Galván y recogía el portal de noticias EuroXpress en un artículo del 2015 donde también avisaba de que tan solo las capitales política y financiera (Lilongwe y Blantyre) disponían de algún médico especialista.

"Es que nos dimos cuenta de que los chavales, cuando salen del colegio, van en tromba a jugar al fútbol. Y para combatir el VIH necesitamos estar donde estén ellos”

Lo cierto es que, pese a las dificultades de lidiar con una pobreza tan absoluta, Malawi ha plantado cara al VIH en los últimos 20 años y ha conseguido ganar mucho terreno al virus. Según el Banco Mundial de Datos, en 1999 se alcanzó la mayor tasa de contagios en el país entre la juventud, con casi un 15% de la población de entre 15 y 24 años infectada. Seis años más tarde, en 2004, el Gobierno realizó un ambicioso plan que permitió aumentar notablemente el gasto en sanidad: del 3,7% del PIB a más del 9%. Y ahora, en 2018, la cifra de infectados roza el 10%. Pero la atención en hospitales todavía es rudimentaria, las necesidades sanitarias más básicas no se encuentran cubiertas y el VIH sigue matando de manera voraz. De hecho, el sida es actualmente la causa del 70% de muertes en los hospitales de Malawi.

“Ahora intentaremos conseguir más fondos para continuar con este programa y para poder realizar nuevos, sobre todo relacionado con mujeres. No es solo que las personas no tengan acceso al tratamiento adecuado, es que además muchas veces mueren sin saber que padecen la enfermedad”, finaliza Peter. En el campo, con la pelota, los 20 chavales siguen jugando y se detienen cada poco tiempo para atender las explicaciones de su entrenador. “¡Es más fácil si os apoyáis en los compañeros!”, se le oye gritar. Y parece sólo fútbol, pero es bastante más.

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