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Cinco lugares donde morir es una fiesta

No todas las culturas acostumbran a velar la muerte con tristeza y colores oscuros, algunas celebran el momento haciendo énfasis en la alegría de vivir

William Shakespeare dijo que "llorar es hacer menos profundo el duelo". Al dramaturgo inglés no le faltaba razón, si has tenido la desgracia de acudir a un funeral en los últimos años sabrás que se trata de un evento en el que abundan los sollozos, los colores oscuros y la música de acompañamiento. Pero nuestra manera de vivir el luto, desde la seriedad y el recogimiento, resulta impensable (y hasta insultante) en otras culturas.

"El luto constituye la expresión simbólica del sentimiento de pérdida experimentado como respuesta universal a la muerte, una expresión social en sí misma y, por lo tanto, externa y sujeta a una gran variabilidad cultural", explica el antropólogo Juan Ignacio Cayola. Cada comunidad proporciona las normas de comportamiento social, entre las cuales se incluyen las conductas apropiadas para cada momento del duelo.

Varían aspectos como "los colores que representan un funeral, los tiempos de duración del mismo, sus formas... lo que implica una gran variabilidad entre regiones. No es lo mismo morir en oriente que en occidente, en África que en Europa, en países industrializados que otros que no lo son", continúa Cayola. Hemos indagado en la diversidad cultural mortuoria y hemos descubierto que, para muchas sociedades, estas celebraciones de despedida son auténticas fiestas.

Ghana: la reina de todas las fiestas

En este pequeño país de la costa oeste africana los habitantes se toman los funerales como una fiesta de importancia capital. Hasta el punto de gastarse más dinero que en una boda.

Son eventos sociales que se anuncian en las vallas publicitarias de las carreteras y a los que asisten cientos de invitados (cuantos más, mejor, ya que quiere decir que la persona fallecida fue apreciada). Comida, bebida, música y baile, toda una celebración para acompañar a la familia y honrar al difunto. "La ritualización del duelo tiende a ayudar a la reconstrucción psicológica del que lo sufre", comenta Cayola. Y en el caso de los ghaneses, está claro que han captado a la perfección este arte.

Quizás la parte más extravagante de tan jubilosa celebración sea el ataúd. Muchos ghaneses se enorgullecen de enterrar a sus muertos en ataúdes personalizados con la forma de un objeto que represente al fallecido. Una avioneta si era piloto, un pez si se dedicaba pesca o una botella de soda si ese era su brebaje favorito.

México: que no falte la música

En México, El Día de Muertos (el 1 de noviembre) es una celebración en la que los cementerios "se llenan de gente que lleva comida, bebida y música para pasar el día", relata a BUENAVIDA Paloma Estrada, locutora de la sección 'México y España, un océano nos une', del programa de radio Mexicanos por España.

Los hogares se llenan de fotografías de sus difuntos "y de aquello que les gustaba comer y beber. Así estarán bien recibidos", cuenta la locutora. Para maridar esta fiesta familiar no puede faltar el pan de muerto, especialmente elaborado con forma de cráneo y cuatro huesos.

Además, "se componen calaveritas literarias, que son versos relacionados con la muerte y dedicados al difunto", acaba Estrada. Las celebraciones pueden durar desde un día hasta toda una semana, dependiendo de la región.

Indonesia, donde la momia te recibe en el salón

La región de Tana Toraja en Indonesia es conocida por sus excéntricos rituales funerarios. Los toraja no ven la muerte como un evento abrupto y desgraciado, al contrario, se preparan para ello. Es un viaje en que los difuntos se dirigen al Puya (la tierra de las almas) y como tal hay que salir de casa preparado. Por ello están dispuestos a hacer grandes dispendios de dinero, que en su contexto cobran mucho sentido.

En esta región, se momifica a los muertos y se convive con ellos meses (incluso años) en el hogar ya que solo se les considera medio muertos o muy enfermos. La momia goza de una atención espléndida: se le ofrece whisky, cigarrillos y los mejores manjares durante el tiempo necesario para que la familia ahorre para pagar la gran celebración fúnebre.

Miles de personas acuden a las exequias en las que se canta, baila, se sacrifican animales, se da de comer... Nunca, y en ningún caso, es un evento triste. En el último día de celebración los hombres llevan un catafalco con los restos del difunto en una extraña procesión fúnebre empujándose adelante y atrás (con un serio peligro de hacerlo caer) hasta el cementerio.

"En las pequeñas sociedades se aceptan numerosos estadios de transición durante los cuales el fallecido aún está presente. Existen muchas gradaciones de la muerte, la transición pasa del pivotar de la persona que queda viva a la que muere", aclara Cayol.

Nueva Orleans: a ritmo de jazz

Igual que forma parte de la vida, el jazz también forma parte de la muerte en Nueva Orleans (EE UU). Los llamados Jazz Funerals son la manera que tienen los habitantes de este estado sureño de despedir a sus seres más queridos.

Son una celebración ritual que se nutre de influencias tribales africanas, marchas militares francesas y melodías mortuorias tradicionales. "Son pura emoción. Permiten a las personas llorar, estar tristes y luego hacer la transición a un estado en el que se regocijan y se sienten felices por la vida que se vivió", cuenta a BUENAVIDA Caleb Dufresne, natural de Nueva Orleans.

"La celebración consiste en una marcha con una banda de música que todo el mundo sigue mientras recorre las calles. Es un momento en el que empiezas llorando, pero te sientes muy acompañado. Para cuando terminas, la gente está sonriendo, disfrutando los momentos felices de la vida con esa persona. Es algo diferente de cualquier otro lugar", concluye el joven americano.

Madagascar: con los muertos a la mesa

Conocer a los suegros por primera vez no es tarea fácil. Imaginemos que, además, se suman a todos los difuntos de tu pareja. Así es como viven la muerte los malagasi de Madagascar. Este grupo celebra la Famadihana, una tradición funeraria en la que las personas desentierran a sus muertos, les sacan de las criptas, les envuelven con nuevas ropas, se los llevan de procesión y los sientan a la mesa a comer con toda la familia.

Este evento ayuda a que los nuevos miembros de la familia puedan conocer a sus antepasados y los recuerdos se puedan compartir y nunca olvidar. Se trata de "una expresión abierta del dolor", aclara Cayola. Así, la muerte se trata como un tema familiar en vez de "un problema sanitario del que se encarga la funeraria", asevera el antropólogo.

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