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Iñaki Urdangarin busca trabajo

El marido de Cristina de Borbón pretende conseguir el tercer grado que le permitiría estar fuera de la cárcel durante unas horas al día y los fines de semana

Iñaki Urdangarín en el aeropuerto de Madrid el 17 de junio de 2018, día que ingresó en prisión.
Iñaki Urdangarín en el aeropuerto de Madrid el 17 de junio de 2018, día que ingresó en prisión. GtresOnline
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El 23 de agosto de 2018, Iñaki Urdangarin obtenía el segundo grado penitenciario después de dos meses y cinco días ingresado en la prisión de Brieva, en Ávila. Condenado por el Tribunal Supremo a cinco años y diez meses de cárcel por el caso Nóos, la medida —que es igual para cualquier otro preso cumplidos los dos meses de cárcel— no implicaba prácticamente ningún cambio en su rutina carcelaria. Obtener este grado no supone mucho más que el preso pueda salir y participar en mayor número de actividades. Pero Urdangarin se encuentra solo en un pequeño módulo para hombres en una cárcel de mujeres.

Cada seis meses la junta de tratamiento de cada centro revisa la situación de los internos. El marido de la infanta Cristina tiene en el horizonte la posibilidad de acceder al tercer grado penitenciario, lo que ya sí supone un gran cambio respecto a su situación actual porque le permitiría residir en un centro de inserción social (CIS), salir de lunes a viernes hasta la hora marcada para regresar a pernoctar, y pasar fuera el fin de semana. No supone ningún privilegio ni trato especial, pero tampoco un trámite automático.

El tercer grado se puede obtener, si no concurren circunstancias anómalas que lo impidan, cuando se ha cumplido una cuarta parte de la condena, lo que en el caso de Urdangarin ocurrirá transcurridos 15 meses en prisión, es decir, el próximo mes de diciembre. Su situación como penado será revisada de nuevo el próximo verano pero, como ocurre con cualquier otro preso es común intentar adelantar la salida de prisión en régimen de tercer grado y conseguirlo exige aportar motivos que demuestren que la petición está justificada. Uno de los principales motivos para poder lograrlo es tener un trabajo y por eso Urdangarin está moviendo sus contactos para tener uno que pueda presentar ante la Junta de Tratamiento.

Además del trabajo –requisito prácticamente imprescindible– otro parámetro que se tiene muy en cuenta es tener en el exterior una vinculación familiar, un apoyo social, un hogar al que acudir y un familiar cercano que se haga cargo de él. Y dado que la infanta Cristina y sus hijos residen habitualmente en Ginebra, este es otro de los aspectos que la familia está valorando para organizar su futura residencia, ya que su actual situación no es nada proclive a que se le concede ese tercer grado precisamente por no tener domicilio en España, ni trabajo. Atendiendo a su vida anterior, se manejan tres posibles ciudades a las que ha estado vinculado por residencia y lazos familiares: Madrid, Barcelona y Vitoria. En Madrid ni ha vivido ni la familia a la que podía estar vinculado, su familia política, parece ser por razones obvias la mejor opción a valorar. Pero algunas fuentes señalan que la infanta Cristina puede estar planeando trasladarse a la capital de España el próximo verano. En Vitoria, vive su madre y algunos de sus hermanos. Y en Barcelona es donde ha tenido su domicilio anteriormente, donde se encuentra su círculo de amigos y donde vive su hermana Ana, que es quien ha ido más veces a visitarle a la cárcel. También es la ciudad en la que Claire Liebaert –la madre de Urdangarín y uno de sus grandes apoyos durante los años que ha durado su juicio público y legal– pasa temporadas precisamente junto a su hija debido a su avanzada edad, 83 años. Pero el clima generado por el procés tampoco parece indicar que vaya a ser esta la opción elegida. 

Cristina de Borbon durante una visita a Madrid el pasado mes de octubre donde acudió con su hija a ver un musical.
Cristina de Borbon durante una visita a Madrid el pasado mes de octubre donde acudió con su hija a ver un musical.GtresOnline

Sea cual sea la decisión final, exige un proceso. Iñaki Urdangarin tendrá que presentar su petición a través de su abogado; la Junta de Tratamiento de la Cárcel de Brieva deberá aprobarlo y después tendrá que presentar su decisión a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias que es quien decide. En función del análisis de muchos otros elementos –entre los que siempre se contempla que la excarcelación del preso no cree alarma social– es esta Junta la que determinará si procede o no el tercer grado. Decisión contra la que caben recursos por ambas partes y que puede prolongar el proceso varios meses.

De la vida de Iñaki Urdangarín en la cárcel de Brieva no se conoce mucho más de que vive aislado en un pequeño módulo destinado a hombres donde no hay ningún otro interno. Un hecho que pesa en su ánimo y que preocupa a su familia, que discretamente le visita de manera regular. Por el centro penitenciario de Brieva han pasado sus hijos mayores, sus hermanos y sobrinos. También su esposa, la hermana del rey Felipe VI quien, eso sí, accede a las instalaciones de manera que evita poder ser fotografiada.  

También transcendió el pasado mes de diciembre que Urdangarin solicitó poder llevar a prisión una bicicleta estática de su propiedad porque las que tiene el centro penitenciario para las reclusas no son adecuadas para su estatura. El centro admitió que era cierto pero rechazó la petición, motivo que provocó una queja del marido de Cristina de Borbón ante el juez. Precisamente fue la respuesta del juez de vigilancia penitenciaria 1 de Valladolid, Florencio de Marcos, la que dio algunos detalles más de las condiciones de vida del preso en Brieva. El magistrado autorizó la entrada de la bicicleta porque consideró que era “un útil instrumento para ocupar las largas horas de soledad y ayudar con ello al mantenimiento de la salud mental del penado”. Y en su auto recalcó que, “frente a cierta creencia popular” de que esta forma de cumplir una pena “es un privilegio”, hay que tener en cuenta “el efecto desestructurador que produce la soledad sobre la persona”. Con la que intentó alertar sobre el peligro para “la salud física y mental” que esta forma de cumplimiento de la pena puede tener para un recluso.

 

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