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Columna
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Alegalismo, pasadismo

Una cosa es mantener el pulso antiseparatista y otra asumir la contaminación de Vox

Antonio Elorza
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.Chema Moya (EFE)

Hay contenidos que están en espera de un término adecuado, con especial intensidad en el campo social y político. De forma clamorosa algunas veces, según ocurre con la traducción del árabe kafir en “infiel”, calificativo insuficiente, pues no trata solo de ausencia de fidelidad, sino de no creer en la verdadera religión, como expresan en francés incroyant o en inglés unbeliever.

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El juego de conceptos axial en el Islam resulta así difuminado. Algo similar sucede con las posiciones políticas o ideológicas inspiradas en formas del pasado, pero que no son necesariamente arcaicas o arcaizantes. Casos del bonapartismo en la Francia del siglo XIX, o del neofranquismo que hoy subyace a la mentalidad de nuestra derecha, y no solo en Vox. En francés existe el término passéisme, que vendría bien traducir como pasadismo. También existe en la historiografía francesa, aunque no en el diccionario, alégalisme, para designar aquellas acciones que no contravienen expresamente la ley, pero se sitúan al margen de ella y de su espíritu.

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En la naciente campaña electoral, el pasadismo es patrimonio de la derecha, y con graves consecuencias para el futuro democrático del país, al juzgar la situación política como escenario de un enfrentamiento irresoluble en torno a la cuestión catalana. Vuelve en su plenitud la concepción de una España unitaria, que aun recuerda más al prólogo del 36 por venir asociada a la idea de “traición”, más la consiguiente solución traumática que lo resuelve todo: el 155. Un perfecto callejón sin salida.

¿Qué tiene que ver esto con el centro-derecha moderno, anterior aspiración de Ciudadanos? Enlaza sin duda con las preferencias de dirigentes y seguidores, obsesionados con Cataluña y deslumbrados ante el fogonazo andaluz. Rompe en cambio con una clave de su precedente ascenso: flexible en Madrid-comunidad o en Andalucía, Cs supo distanciarse del fondo maniqueo del PP, imperante hoy con el casadismo. Una cosa es mantener el pulso-antiseparatista y otra asumir la contaminación de Vox. Todo para secundar ciegamente al PP en el 155. Fácil para Pedro Sánchez y para Casado.

La apuesta del presidente es ganar a cualquier precio. El alegalismo de convertir una cascada de reformas en captación de votos durante la campaña, heredado del PP, prueba que no esperó a septiembre, con sobrado tiempo para hacerlas, por estricto cálculo electoral. Evitando riesgos, tampoco abordará el contenido de sus propuestas sobre Cataluña, utilizada solo para oponerse al muro que anuncia “el trío infernal”. Nuevamente Solo ante el peligro.

La izquierda ofrece otras alternativas, libres de marketing. Guste o no, ahí está la alcaldesa Manuela Carmena, que se presenta con sus realizaciones y su equipo, sin máscaras ni concesiones partidarias. Con la mirada puesta en un futuro definible.

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