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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si no le importa, dígamelo en tartésico

Los idiomas que se hablan en España deberían servir para unir y no para lanzarse pedradas

Jorge Marirrodriga
Vista del yacimiento íbero de La Bastida de Les Alcusses en Moixent (Valencia).
Vista del yacimiento íbero de La Bastida de Les Alcusses en Moixent (Valencia).Mónica Torres.

Informaba este diario en su sección de Cultura del trabajo realizado por especialistas de cuatro universidades españolas y que ha cristalizado en una base de datos que permite interpretar más de 3.000 textos íberos, celtíberos, tartésicos y protovascos. Veinte años de investigaciones iniciados a partir de seis trozos de cerámica encontrados durante el dragado de un puerto. Tal vez llegaron allí por el hundimiento de un barco, o por el cambio de la línea de costa a lo largo del tiempo. O porque alguien simplemente quiso deshacerse de unos trastos viejos. Incluso cabe la posibilidad de que quien arrojara al mar esas cerámicas pensara que desaparecían para siempre, pero el mar siempre devuelve lo que no es suyo, aunque tarde unos siglos.

De modo que —aunque la base de datos no sea estrictamente un traductor y que el conocimiento de esas lenguas sea limitado— podemos decir que hemos recuperado, parcialmente, para el gran público al íbero, al celtíbero, al tartésico y al protovasco. Los cuatro se pueden unir así, entre otros, al euskera, gallego, catalán, aranés, la fabla aragonesa, el bable, el rifeño, el eonaviego, el dariya, el silbo gomero y el viejo, querido, maltratado y poderoso idioma en el que está escrito este texto. El títular de la noticia podría haber sido perfectamente: Éramos pocos...

¿Y por qué éramos pocos y no bienvenidos (o bientornados, perdón por el italianismo) a casa? Pues porque en esta casa hemos convertido las palabras que pronunciamos no en un instrumento de entendimiento sino en un carnet de exclusividad cuando no en una piedra que arrojar al otro. En la boca, a ser posible. Hablar diferente es ser diferente y como de lo que se trata es de eso no digamos ni mu en la lengua de quien tenemos al lado. Unos no emplean jamás la lengua común de todos no vaya a ser que precisamente les confundan con todos. Pero otros tampoco se esfuerzan lo más mínimo en aprender cuatro palabras en otras lenguas nuestras. Porque también son de todos. Con “por favor” y “gracias” bastaría para empezar. Eso sí, aprendamos chino e inglés de negocios, que cualquier día llegamos a director de multinacional.

Hablar otra lengua es un modo maravilloso de conocer y conocerse. Y de entender y de entenderse. En la Península (e islas) tenemos un abanico impresionante para elegir. Aunque sea el tartésico.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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