Sudán del Sur intenta salvar la teca como alternativa al petróleo (pero no puede)
La guerra, la desregulación en la tala y la explotación laboral de las compañías madereras impide el desarrollo de este 'flotador' económico
Los bosques de teca que fueron plantados hace casi un siglo en Sudán del Sur para proveer de materia prima e ingresos al Gobierno están desapareciendo a medida que las empresas madereras aprovechan la guerra en la que el país está sumido desde 2013 para extraer grandes cantidades de material, dicen los ambientalistas.
Esta rápida tala amenaza con empeorar la erosión y el daño ambiental en el país, y ha provocado levantamientos por parte de las comunidades locales, pues no han recibido las carreteras y otras ayudas prometidas como parte de los acuerdos de extracción de teca, aseguran. "Hay una preocupación por la forma en que se corta la teca en Sudán del Sur y esto tendrá graves impactos negativos en las personas y el medioambiente", advierte Bio Kuer, director ejecutivo de la Iniciativa del Nilo para la Salud y el Medio Ambiente, con sede en Juba. La extracción de madera "tiene que ser legalmente administrada por una autoridad competente, que es el Gobierno de Sudán del Sur, y no por empresas, como estamos viendo ahora", afirma el científico.
La teca no aporta ni siquiera una décima parte de los 50 millones de dólares anuales (según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) que podría proporcionar a la economía sursudanesa debido al caos generado por el conflicto. Las exportaciones actualmente traen a la asediada nación solo entre uno y dos millones de dólares al año, según el Ministerio de Medio Ambiente y Bosques. Además de facilitar la explotación extranjera, se propicia la marginación de las comunidades locales. En particular está ocurriendo en la región de Katire, donde los lugareños están perdiendo el acceso a un producto donde cada metro cúbico se paga a más de 1.000 euros en mercados internacionales.
Según los acuerdos de concesión de madera firmados entre el Gobierno y las empresas madereras, se supone que los habitantes de las áreas donde se talan árboles con fines comerciales reciben oportunidades de empleo y proyectos de desarrollo social. Pero en Katire, una aldea en la región oriental de Sudán del Sur, los miembros de la comunidad dicen que se han visto muy poco beneficiados con esta práctica, a pesar de las reuniones repetidas con funcionarios de la empresa maderera. "Les dijimos que comenzaran con las carreteras para poder transportar la madera, pero simplemente se están moviendo por las que ya hay, con muchos baches", dice Lodofiko Khamis, de 74 años, una residente de Katire. "Si estos árboles de teca se extinguen, Katire seguirá siendo una jungla sin desarrollar", añade.
El Gobierno que lidera Salva Kiir, más ocupado en derrotar a las fuerzas rebeldes del exvicepresidente, Riek Machar, ha terminado dejando en manos de estas compañías madereras la industria forestal del país, ocasionales responsables de prácticas de explotación laboral.
Y es importante porque la madera podría ser una industria que reduciría en gran parte la dependencia del petróleo. En 2013, el entonces ministro de Desarrollo del país, Simon Ndigi, recordaba en comentarios recogidos por el diario The National que la teca "es un producto raro cuya demanda mundial es excepcionalmente alta", y su correcta explotación podría suponer una alternativa económica al crudo, uno de los factores fundamentales de los conflictos armados que todavía lastran al país como una de las economías más subdesarrolladas del continente.
Teca antigua
Los bosques de teca de Sudán del Sur fueron plantados por los británicos durante la época colonial, que terminó en 1956. En regiones como Equatoria Central hay hasta 50.000 hectáreas de bosques concedidas a la Central Equatoria Teak Company (CETC) bajo un acuerdo muy polémico por el que la compañía solo se limitaba a aportar un pago de 200.000 dólares anuales de ayuda a las comunidades más 155 dólares por metro cúbico exportado.
El Gobierno ha criticado estas aportaciones, que considera nimias en relación con el alto precio que se paga por la teca. Sin embargo, la solución no está en sus manos, porque los accionistas mayoritarios en la CETC fueron en su momento los respectivos fondos de desarrollo internacional de Reino Unido y Finlandia, quienes a su vez acabaron vendiendo sus intereses a inversores en su momento desconocidos, aunque ahora se sabe que entre las firmas se encuentra Maris Capital, un consorcio financiero panafricano de inversión con sede en Islas Mauricio.
Cada metro cúbico de teca se paga a más de 1.000 euros en mercados internacionales
A esta situación indefinida se añade que las compañías madereras están incumpliendo sus compromisos para incorporar al trabajo a las comunidades locales. Se ve, por ejemplo, en regiones como Katire.
En 2016, una compañía ugandesa fue expulsada de allí por una retahíla de despropósitos. Nunca construyó las carreteras que prometió, a pesar de que se tarda cuatro horas en coche desde Katire a Juba cuando la distancia que les separa es de solo 120 kilómetros, y cualquier riada deja a poblaciones enteras incomunicadas durante semanas; ni los centros sanitarios acordados, a pesar de que ahora mismo solo hay uno para una región con cientos de miles de habitantes.
Asimismo, las comunidades locales han acusado a la compañía de explotar a sus empleados y pagarles por debajo del salario mínimo, generando un resentimiento que llevó a algunos residentes a prender fuego a las instalaciones de la compañía para exigir al Gobierno la rescisión del contrato. La compañía, en un comunicado, defiende ante la Fundación Thomson Reuters que su labor se vio en gran parte afectada por el conflicto armado en el país.
Tala indiscriminada
"Lo que está ocurriendo ahora mismo no es cosa del Gobierno", explica el director general de Servicios Forestales del Ministerio de Medio Ambiente sursudanés, Timothy Thuol Onak, que denuncia que muchas compañías están talando los bosques con tal frenesí que "los árboles no pueden crecer de nuevo". Eso está poniendo en peligro la existencia de un recurso que además es renovable.
"Los beneficios locales incluidos en los acuerdos de concesión se han quedado en papel mojado", lamenta el responsable ministerial, antes de denunciar también que las compañías no están pagando impuestos ni aranceles de exportación, dinero que se ahorran sobornando a autoridades corruptas al más alto nivel estatal.
Autoridades como el mismo gobernador del estado del Río Yei, uno de los epicentros de producción de teca del país, Frank Matata, fue suspendido de sus funciones en noviembre de 2018 tras aparecer en una grabación secreta donde se le veía aceptar 30.000 dólares de manos de agentes de seguridad ugandeses. Las imágenes fueron divulgadas en el documental El hacha olvida, el árbol recuerda, dirigido por el periodista keniano John Allan Namu.
Hartos de esperar, los residentes necesitan inmediatamente dinero y su solución es la de quemar estos árboles para obtener carbón. "Cuando alguien necesita algo, no hay quien le detenga", explicó en 2012 el entonces director forestal de Equatoria Central, Guideon Samuel, al Catholic Online. "Y la capacidad de nuestros guardias forestales para impedirlo está limitada porque no tenemos gente suficiente", añadió.
Residentes locales corroboran esta práctica. "Tengo seis hijos. Quiero sobrevivir y alimentarlos aquí. Mis empleados talan cien árboles a la semana que se convierten en al menos 50 sacos de carbón. No hay una energía alternativa. ¿Qué se supone que debo hacer?", lamenta un granjero bajo el anonimato.
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