La ciencia confirma que las artes marciales son cosa de listos
¿Cinturón negro? El secreto no está en tus puños, está en tu coco
La sospecha viene de lejos. Una investigación de la Universidad Global y el Imperial College, ambos de Londres, ya dilucidó en 2012 que la potencia del golpe de puño de los expertos en kárate tiene más que ver con el control de los movimientos por parte del cerebro que con la masa muscular en sí.
También se sabe que los niños que practican taekwondo muestran un mejor comportamiento y sobresalen en matemáticas (aunque uno puede ser listo sin ser bueno con los números). La duda, según Ashleigh Johnstone, profesora de Neurociencias Cognitivas en la Universidad de Bangor (Reino Unido), era si es la disciplina la que los vuelve inteligentes o es que son los listos quienes suelen decantarse por estas técnicas de lucha, convertidas en deporte. Y su investigación, publicada en la revista Frontiers in Psychology, marca la primera opción como respuesta correcta.
El estudio de Johnstone consistió en medir, sobre todo, el sistema de alerta, "que es la atención que permite a una persona responder rápidamente a tareas que se le proponen de modo repentino". Para ello, los investigadores hicieron dos grupos: uno de adultos asiduos a las artes marciales (no se distinguió entre las de combate y las más meditativas) y otro totalmente ajeno a ellas; y a ambos se les sometió a una prueba de ordenador que medía su agilidad mental (observaban una serie de flechas y, cuando la máquina lo indicaba, debían precisar cuanto antes hacia dónde apuntaba una de ellas).
Resultado: el grupo de las artes marciales ganó por goleada en rapidez, y brillaron especialmente aquellos sujetos que contaban con más de 9 años de experiencia en el deporte. "Esto, además de indicar que es su práctica la que potencia este modo de atención, y que sucede a largo plazo y no después de una sesión, convierte las artes marciales en un raro híbrido que entrena el cerebro al mismo nivel que el cuerpo", ha explicado la investigadora en el portal de artículos académicos The Conversation.
Claro que, si no estás dispuesto a enfundarte el quimono, hay otros modos (aunque menos duraderos) de valerse del sudor para regar el cerebro. Una investigación publicada en Current Biology concluyó, en 2016, que hacer ejercicio con intensidad media cuatro horas después del estudio favorece la memoria asociativa, que es la que tiene que ver con la segregación de dopamina y noradrenalina, hormonas que contribuyen al proceso de fijación de recuerdos. Y el boxeo también es bueno para cuidar el cerebro.
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