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Columna
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Avante toda rumbo Este

El mundo en 2019 ya tiene un nuevo centro de gravedad: China y su proyección en Eurasia

Francisco G. Basterra
El vicepresidente chino, Wang Qishan, en Davos.
El vicepresidente chino, Wang Qishan, en Davos. F. C. (AFP)

Sorprende ver en las marquesinas de autobuses de Madrid el anuncio del Año Nuevo chino, que este año es el del cerdo. La marca china se presenta en un país tan lejano como España adonde ya llega un tren de mercancías desde Yiwu, 13.000 kilómetros, 16 días de viaje, con productos para colmar los todo a cien. Los viajeros llegados de Oriente, comentan que Nueva York, incluso con la dorada Trump Tower en Manhattan, parece la copia pobre de Shanghái. El mundo en 2019 ya tiene un nuevo centro de gravedad: China y su proyección en Eurasia. El mapa geopolítico se ha quedado viejo; su último retoque se produjo con la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS.

Gran Bretaña ya no gobierna los océanos: de poder imperial ha pasado a nación media a la deriva en el Atlántico. Europa atraviesa tiempos borrascosos de amenazas existenciales; no es el relevo de EE UU en el crecimiento económico global ni en la revolución tecnológica. Boxea por debajo de su peso en la liga mundial. EE UU ya no es el poder hegemónico absoluto ni el faro del mundo; sin embargo, su primacía aguanta aún por el dólar, primera divisa de reserva y dominante en los intercambios comerciales. ¿Gobernará China el siglo XXI?

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Trump se juega en la economía sus posibilidades de reelección en 2020; necesita llegar antes a una acomodación comercial con China que, al menos en forma de tregua en la guerra arancelaria, cree poder alcanzar. Un fracaso provocaría una conmoción en la economía mundial. Trump pretende forzar a Xi Jinping a realizar reformas estructurales: que Pekín acabe con el dopaje de subvenciones estatales a las empresas chinas punteras para suplantar el liderazgo de EE UU en las críticas tecnologías de futuro. China no tolerará que nadie le dicte su camino. La guerra comercial, que está dañando mucho a China, pero también a EE UU, esconde una lucha por la hegemonía global y la tecnológica, que EE UU no quiere perder.

Ahora es China quien da lecciones a la democracia. Volvió a ser la estrella en Davos donde el vicepresidente del regulador bursátil chino, Fang Xinghai, advirtió a Occidente. “Tienen que darse cuenta de que las democracias no están funcionando muy bien. Necesitan reformas políticas en sus países”. Nos hemos equivocado al creer que el nuevo mundo que se está dibujando desde China se haría a imagen y semejanza de Occidente. Que con la apertura económica, China se abriría a la democracia. No es el caso.

China opera sobre la enorme masa de tierra de Eurasia mediante el proyecto de ingeniería geoestratégica llamado Belt and Road Initiative (Iniciativa Cinturón y Carretera). Con un trillón, americano, de dólares en inversiones en infraestructuras: puertos, ferrocarriles, carreteras, gasoductos, centrales eléctricas. Una suerte de plan Marshall, descalificado por Washington como la trampa de la diplomacia de la deuda. Para levantar una nueva economía global con China a la cabeza. Una red que provoca gratitud y también dependencia. Avante toda rumbo Este, desde donde se construye el Nuevo Mundo.

fgbasterra@gmail.com

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