Rivalidades, mensajes secretos y el precio del éxito: la otra historia de Mecano
Hace más de 30 años lanzaron su disco más popular, hace unos 20 se separaron para siempre y este 2019 un proyecto de homenaje hará que volvamos a hablar de ellos. Esta es (parte) de su biografía más desconocida
Me-ca-no. Incluso la cadencia del nombre del grupo (nasal, oclusiva, nasal) tiene cierta melodía. Si le preguntas a cualquier adulto de más de treinta años cuál es el gran grupo del pop español, dará esta única respuesta. Si se lo preguntas a cualquiera de menos de treinta, se parará a elegir entre diez o doce opciones. Mecano, el grupo formado por los hermanos Nacho (Madrid, 1963) y José María Cano (Madrid, 1959) y la vocalista Ana Torroja (Madrid, 1959), eran así de expansivos y populares. Un fenómeno que vendía discos a montones: se calcula que unos 25 millones en todo el mundo, impensable para un grupo que cantaba en español en los ochenta y que pulveriza marcas como las de Loquillo (cuyas ventas se estiman en tres millones) o los diversos grupos encabezados por Alaska (que se calcula que han vendido unos seis).
“José María y Nacho han llegado a darse de hostias, aunque luego se quisieran muchísimo”, declaró el productor (y descubridor de Mecano) Miguel Ángel Arenas, 'Capi'
Su influencia llegó más allá: Mecano sonaban en la Casa Real (el príncipe Felipe y las infantas hicieron público su apoyo al grupo ya bien en entrevistas o acudiendo a sus conciertos) y tuvieron un coche con su nombre.
Todo ello gracias a unas melodías perfectas y milimétricas, tan buenas que a menudo hacían que todos los españoles cantasen a pulmón lleno letras que rozaban el dadaísmo ("este cementerio/ no es cualquiera cosa/ pues las lápidas del fondo/ son de mármol rosa") o letras que directamente nunca entendimos ("y ese algo que soy yo mismo/ es un cuadro de bifrontismo que/ solo da una faz"). Y gracias a la voz de Ana Torroja, que sin ser un torrente a la altura de otras glorias del gorgorito patrio creó una marca inimitable llena de texturas que podían sonar tiernas o cortar como una navaja, a veces en la misma canción.
Su historia oficial es de sobra conocida: no solo revive cada fin de semana en karaokes de toda España y Latinoamérica, sino que la han repasado varios libros y programas de televisión (aunque en la era dorada del biopic musical esperamos con impaciencia a que alguien se anime a hacer la película). Se está gestando, además, un homenaje al grupo que verá la luz dentro de unos meses.
Pero la historia no oficial, la que hay detrás, es casi más interesante. Hemos intentado contarla en unos cuantos datos.
¿Esto es la Movida? La rivalidad con los Pegamoides y Dinarama
El conflicto entre el círculo de Ana, José y Nacho con el de Alaska, Nacho Canut y el fallecido Carlos Berlanga (amigos y componentes de Kaka de Luxe, Pegamoides y al final Dinarama) era natural: un grupo había salido de los colegios bien de Chamberí (Madrid) y el otro de una pandilla de amigos que vendían fanzines en el Rastro capitalino. Y aunque al final no hubiese muchas diferencias –todos provenían de familias acomodadas–, es cierto que Alaska y los suyos se recorrieron los locales del underground y aprendieron a sonar a lata a través de muchas maquetas, mientras Torroja y los Cano empezaron directamente en una multinacional.
A Ana Torroja se le atribuyen unas declaraciones en las que llamó al grupo “los Alaskitos” (según el ensayo Mecano 82. La construcción del mayor fenómeno del pop español, de Grace Morales): "Nacho Canut es hijo del dentista del rey, la Alaska es hija del embajador de no sé dónde, el Carlos Berlanga es hijo de Berlanga... o sea, que a mí no me cuenten historias raras".
Pero esas diferencias, que eran en realidad meras diferencias estéticas e ideales que nunca llegaron a una rivalidad seria entre los grupos, comenzaron mucho antes de la música. “En el colegio ya había pique entre mi hermano Nacho y los Cano”, cuenta Mauro Canut, compositor habitual de Dinarama y Fangoria y director de la agencia TheGoodClick. “Los Cano iban de músicos y les gustaba el rock sinfónico progresivo, y a Nacho el glam rock, la música disco y el tecno pop. Por eso, cuando de repente salieron haciendo pop vestidos de new romantics imagínate la reacción de Nacho y Carlos”.
José María Cano compuso 'Hijo de la luna' para Isabel Pantoja. Según algunos medios José María llegó a estar en Cantora, la famosa finca gaditana de Pantoja, durante las labores de composición
“La Movida tenía una cosa mala: era madrileña”, contó Nacho Cano a EL PAÍS. “Nosotros no tuvimos un sentido localista nunca. Desde que empezamos, todo fue tan rodado que no paramos mucho en los bares, no teníamos tiempo. Y en la Movida había que estar, chupar barra, ir a La Vía Láctea. Yo iba mucho, pero cuando llegaba estaba tan pedo que no me enteraba”.
“En todo caso”, continúa Mauro Canut, “rivalidad no había porque no iban al mismo público: los Pegamoides eran para cuatro modernas y los Mecano llenaban estadios. Pero pasa una cosa en el pop español: a los músicos underground les jode no llenar estadios y a los que llenan estadios les jode no ser respetados por la crítica”.
Años después, una figura iba a actuar como pegamento, al menos, entre las cantantes de ambos grupos: Mario Vaquerizo, el admirador número uno de Mecano, acabó casándose con la vocalista de Dinarama. “Ana Torroja y Alaska se llevan muy bien”, remata Canut. “En un vuelo a México acabaron abrazadas y muertas de miedo porque se movía el avión”.
La otra rivalidad: la interna
Si la rivalidad con otros grupos se vio alimentada por el gusto de cierta prensa de fomentar un buen melodrama (y por algunas entrevistas con titulares jugosos con las que todos los grupos se quedaban bien a gusto), la que existía entre los hermanos Cano (con una Ana Torroja siempre en medio) fue dolorosamente real. Así lo contó Miguel Ángel Arenas, alias Capi, oficialmente el descubridor del grupo. “José María y Nacho han llegado a darse de hostias, aunque luego se quisieran muchísimo”. La historia era demasiado buena para desaprovecharla (pero no nueva en el pop, la hemos visto desde los Kinks a los Oasis): dos hermanos enfrentados por su ego y por su talento, que querían componer las mejores canciones del disco. Hay algo inaudito en el proceso compositivo de los Cano: solo hay una canción, Quiero vivir en la ciudad (cara B de Hoy no me puedo levantar) que hayan compuesto a cuatro manos.
Lo lógico en cualquier dúo de compositores es que unan fuerzas para mezclar buenas ideas y limar juntos las melodías del otro. Pero en el caso de los Cano, a partir de su primer éxito, compusieron siempre por separado. En los primeros discos Nacho ganaba en presencia: siempre había más temas suyos –de corte pop y luminoso, como Me colé en una fiesta– que de José María –siempre más líricos e intimistas, como Hijo de la luna–. Los sencillos elegidos por la discográfica en los primeros álbumes eran siempre de Nacho y él se llevaba la mayor parte del presupuesto para grabar: podía permitirse hacerlo en Londres, mientras que José María debía hacerlo en Madrid. Para evitar egos inflados, la discográfica decidió que a partir de Descanso dominical (1988) ambos tendrían el mismo número de composiciones en cada álbum.
Las inspiraciones de los superventas
“No me invitó/ pero yo fui/ tras la esquina espero el momento/ en que no me mire y meterme dentro”. Estas líneas están entre los más celebres comienzos de canciones del pop en español y dan lugar a uno de los sencillos más energéticos y famosos de Mecano, Me colé en una fiesta. Lo que poca gente sabe es que la letra habla de cómo Nacho Cano fue a una fiesta en casa de las Costus, los dos pintores en cuyo estudio se fraguaba la Movida y se organizaban las fiestas más divertidas de la época (hablamos de 1982), a la que no había sido invitado.
Es curioso que, pese a la manifiesta rivalidad entre Mecano y la Movida, ciertos personajes de este movimiento hayan inspirado tantas canciones del grupo. El periodista y biógrafo Javier Adrados, autor de varios libros sobre el grupo como Los tesoros de Mecano (Cúpula), recuerda otra. "Barco a Venus es una canción de amor y desamor a las drogas que tiene nombre y apellidos: Eduardo Benavente (Pegamoides y Parálisis Permanente) y Toti Árboles (Pegamoides y La Frontera). Ambos murieron muy jóvenes, afectados por las drogas, y ambos eran amigos de Nacho, hasta que todos tuvieron éxito. De hecho, antes que Mecano, Nacho tuvo el típico grupo de amigos con ellos, se llamaron Prisma y consiguieron tocar en la fiesta del PCE en la Casa de Campo".
El video de 'La fuerza del destino', que Nacho Cano dedicó a su relación con la escritora Coloma Fernández Armero (y donde conoció a la que fue su pareja, Penélope Cruz).
También había nombres y apellidos en las grandes canciones de amor que compuso Nacho Cano y cantó Ana Torroja. En este caso, siempre de la misma mujer: la escritora Coloma Fernández Armero. Además, se extienden durante tres discos (de 1984, en Ya viene el sol, a 1992, en Aidalai). El mapa de tu corazón (1984), La fuerza del destino (1988) y El 7 de septiembre (1992) hablan de diferentes motivos en la relación: el comienzo, el amor y el fin. La propia escritora recordó el significado de aquella canción: "Nos habíamos separado en diciembre y el siguiente 7 de septiembre nos fuimos a La Parra, un restaurante que a Nacho le gustaba mucho. Y celebramos nuestro primer aniversario de separados". Ojo a la referencia en la letra a ese restaurante: "La misma mesita/ que nos ha visto amarrar/ las manos por debajo.../ cuida que el rincón de siempre/ permanezca reservado". El día 7 de septiembre ha quedado, curiosamente, como un aniversario casi oficial para todos los seguidores de Mecano.
Las canciones que nunca fueron
José María Cano compuso Hijo de la luna para la tonadillera Isabel Pantoja (según algunos medios de comunicación del momento, José María llegó a estar en Cantora —la famosa finca gaditana de Pantoja— durante las labores de composición), pero finalmente esa colaboración que pudo haber sido una de las más sonadas de la historia de la música en España (el grupo más vendedor y la cantante más mediática) no llegó a buen puerto.
No importó: la balada Hijo de la luna no solo acabó convirtiéndose en una de las composiciones más famosas de Mecano, sino en una de las más versionadas en español. Monserrat Caballé la cantó en 1991 y la alemana Loona la convirtió en un número uno en Alemania en 1998 (todo un logro, pues mantuvo la letra en español). Otros temas suyos sí que llegaron a ser interpretados por otras divas de la música: Ay, que caray, que cantó Sara Montiel en 1987; Abracadabra, la popular pieza de Alaska para el programa La bola de cristal, emitido entre 1984 y 1988 en TVE; y Lía, que Ana Belén incluyó en Rosa de amor y fuego (1989) y posteriormente José María Cano y en su disco individual Josecano (2001).
'Hija de la luna' interpretada por la cantante alemana Loona, que llevó al canción al número uno en su país en 1998.
Por su parte, Nacho Cano escribió una de las canciones más famosas de Olé Olé, en su momento un grupo rival: No controles. Según él mismo, es uno de los temas que le han dado más dinero (fue versionada por muchas otras bandas, entre ellas el grupo femenino Flans, superventas en México). Cano también hizo de productor en algunas de las piezas más famosas del pop español, como Lobo hombre en París, de La Unión, y ¡Chas! Y aparezco a tu lado, de Álex y Christina. Y colaboró con grupos legendarios de los ochenta como Magenta, Rubi y Los Casinos y Betty Troupe.
Lo nuestro se acabó: el fin de Mecano
Si bien las diferencias entre Nacho y José María se habían limado haciendo que cada uno tuviese el mismo número de canciones incluidas en cada disco y grabando sus temas por separado, la gran gira Aidalai, de 1992, hizo que todo estallase por los aires. Según declaraciones de Ana Torroja recogidas por Javier Adrados en Los tesoros de Mecano, "en esa gira lo pasé muy mal". Torroja describe "una situación nada agradable en la que cada uno tenía un concepto opuesto hasta de cosas como la manera de salir al escenario o cómo desarrollar el espectáculo. [...] En los conciertos era horrible. A Nacho le gustaba la parafernalia y José la veía ridícula; yo intentaba convencer al uno por encargo del otro de cómo hacer las cosas. Luego se cabreaba y al final me llevaba yo los palos".
Pese a que volvieron fugazmente en 1998 con un disco de grandes éxitos que incluía algunos temas nuevos (Ana/José/Nacho), se considera que El uno, el dos, el tres, incluida en Aidalai, es su canción oficial de despedida. "El uno, el dos, el tres / y para de cantar / porque a ninguno le interesa escuchar / Aunque en foto aparentemos más / somos solo tres polillas / que de tanto dar contra el cristal / se han colado en la bombilla". La letra es de José María.
21 años después, y aunque haya una legión de fans dispuestos a volver a verlos y escucharlos, en la bombilla siguen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.